Homilías de los Domingos 27 y 28 del Tiempo Ordinario
2 octubre de 2009DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B (4 de octubre de 2009)
Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre
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Son hoy muchos los que todavía se preguntan: ¿Por qué la Iglesia no admite el divorcio ni el desenlace final, cuando aquel compromiso, aquella primera entrega en el amor, se rompió definitivamente sin abrigar salida alguna ya? Ella tiene esta razón recibida del Señor, sobre todas las otras que puedan convencer: Sencillamente, porque ni ella ni nadie pueden romper lo que Dios volvió a unir en Cristo Jesús. El matrimonio, para los cristianos, es un sacramento: o sea, una acción del Señor. Cuando los esposos se comprometen para siempre en esa entrega mutua por amor, es Cristo quien los une y consagra esa unión «con el Espíritu Eterno» con que él mismo por amor se entregó (Hb 9,14). Justo porque vino a restaurar –y así lo ha manifestado– la unión de Dios con el hombre y la unión del hombre con Dios, cuyo signo desde el principio es el matrimonio, que ahora se convierte también en sacramento de su amor hasta la muerte.
DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B (11 de octubre de 2009)
Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
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Con la primera Lectura, tomada del Libro de la Sabiduría, se nos quiere hoy indicar el modo en que poder adquirir el saber para saber vivir: Supliqué y se me concedió la prudencia, invoqué y vino a mí un espíritu de sabiduría. La preferí a los cetros y a los tronos, y en su comparación tuve en nada la riqueza…la prefería a la salud y a la belleza, me propuse tenerla por luz, porque su resplandor no tiene ocaso. Esa sabiduría es Cristo, la Verdad salida del seno del Padre que hoy –dice el Evangelio– sale al camino, a nuestro camino terreno, para enseñarnos en concreto cómo alcanzar la vida…