Homilías de los Domingos 14 y 15 del T. O.
1 julio de 2009Don Manuel Carmona García, Delegado Episcopal de Liturgia, nos presenta sendas reflexiones correspondientes a las lecturas de los domingos 5 y 12 de julio (14 y 15 del Tiempo Ordinario).
DOMINGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO (B) 5 de julio de 2009
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El evangelio de hoy es una llamada de atención a nuestras intolerancias y a todas las estrecheces que endurecen el corazón; que anquilosan la misericordia; que enturbian la mirada para comprender y admirar la ternura de Dios y para reconocer su rostro en lo pequeño: eso que no cuenta para los que se tienen por importantes.
La misa del domingo es, así, la ocasión privilegiada que nos ofrece Dios para abrir nuestra mente a su gran verdad; para enternecer nuestro corazón con su amor, tan inmenso como desconcertante; para romper los esquemas estrechos que nos cierran a la tolerancia y la comprensión; para experimentar la alegría de su presencia entre lo más pequeño que cada día nos roza.
DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO (B) 12 de julio de 2009
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Escuchamos hoy en el Evangelio cómo quiso Jesús enviar a sus discípulos «de dos en dos» para esta misión. Precisamente porque arrancaba del misterio que Él encarnaba de la extrema comunión de Dios con el hombre, para atraer a los hombres a la comunión con Dios. Y es que, cuando se experimenta el derroche del amor de Dios hacia los hombres manifestado en Cristo Jesús, no se puede silenciar. Se contagia. Y, cuando dos se unen en ese amor, allí renace la Iglesia. Justo por hacerse así ya fermento de esta nueva comunión. Y ahora van juntos para transmitir y anunciar el misterio de la salvación, sólo apoyados en el bastón de la fe que sostiene el caminar. De hecho, fuimos unidos a la Iglesia en el Bautismo y fortalecidos con la Confirmación, para ser enviados como fermento de esta nueva comunión. Una nueva fraternidad que sólo culminará, cuando todos seamos esa comunión perfecta de hijos en el Hijo por la que todo lo ha hecho Dios… La Misa del Domingo se convierte así en la ocasión más privilegiada para gozarnos en el Señor y en la comunión que Él inició: llenémonos de este misterio; admiremos este derroche; agradezcamos la bondad de Dios bendiciendo en la Iglesia la grandeza de su amor. Y vayamos luego y anunciemos a Cristo, en la Iglesia y con la Iglesia ¡de dos en dos!