Homilías del Domingo V de Cuaresma y Domingo de Ramos
23 marzo de 2009
DOMINGO V DE CUARESMA (B) – Domingo 29 de marzo de 2009
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La Cuaresma es el tiempo propicio para convertirnos más plenamente a Dios, dejándonos llevar de la misma motivación con la que Cristo se dispuso a la muerte en orden a la Resurrección. Es la forma concreta en que, a la vista ya de su pasión, nos invita a decidir nuestra vida presente a la luz de lo que tendrá futuro en el Reino de Dios, como siempre predicó. Y es ahora cuando quiere mostrarnos en sí mismo el camino por el que dejarnos también nosotros llevar del Espíritu de Dios, del que está lleno y será dador: ese «guía interior», fruto de su Resurrección, con el que conduce el seguimiento obediente de los suyos en la Iglesia, hasta compartir su mismo destino con Él. En esta dinámica y razón de ser de nuestra conversión se centra hoy la palabra del Señor.
DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR (B) – Domingo 5 de abril de 2009
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Como su nombre expresa, este domingo abarca dos dimensiones: sumarnos al entusiasmo con que los niños hebreos y la gente sencilla aclamó a Jesús como Mesías en su entrada a Jerusalén, con ramos en las manos y vítores en los labios; para después escuchar con suma atención el relato de la Pasión, precedido de las lecturas que nos dan la clave para contemplarlo. Son las dos caras de este domingo y su celebración: con el primer gesto presagiamos ya la entrada de Cristo en la Jerusalén celestial, como Mesías y Señor, tras haber derrotado en su pasión ese poder del mal que condiciona nuestra libertad, antes de toda decisión. El rito nos dispone así a entrar en la semana santa para celebrar con Él su victoria, como nuestra que es también; su pasión, como el amor que nos mostró al padecerla «por nosotros y por nuestra salvación»; y su forma de morir en la cruz, como la mejor lección que nos dio y que hoy nos invita a recordar escuchando su Pasión.