Homilías de los Domingos I y II de Cuaresma
22 febrero de 2009 En contra de lo que se podría prever, las lecturas bíblicas que escuchamos en Cuaresma nos invitan más a la consideración de lo hecho por Dios para salvarnos, que a lo por hacer nosotros para mejorar.
Y así, del Antiguo Testamento siempre se nos leen aunque cada año desde distinta óptica las intervenciones decisivas de Dios que marcaron la pauta de la historia de la salvación; esas que justo en la Pascua de Cristo tendrán su culminación, ya del todo insuperable.
De ahí que los Evangelios escuchados a continuación vayan siempre subrayando la suprema exaltación que para Él encierra la muerte a la que tan decidido se muestra.
Cristo en su camino hacia la Pascua es, pues, nuestra Cuaresma: el sendero de la renovación bautismal que le da sentido y coherencia; la ocasión, que otro año más nos presenta, de unir con mas firmeza «nuestra existencia a una muerte como la suya, para poder andar en una vida nueva» (Rm 6,4-5). Lo expresa con claridad la misma oración de la Iglesia: «Al celebrar un año más la santa Cuaresma concédenos, Dios todopoderoso, avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo en su plenitud».
Don Manuel Carmona García, Delegado Episcopal de Liturgia, nos presenta sendas reflexiones correspondientes a las lecturas de los domingos 1 y 8 de marzo (I y II de Cuaresma).
DOMINGO I DE CUARESMA (B) – 1 de MARZO de 2009
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DOMINGO II DE CUARESMA (B) – 8 de MARZO de 2009
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