Los mayores, un don para la vida
26 julio de 2022Cada año, con motivo de la festividad de San Joaquín y Santa Ana, abuelos de Jesús, el Señor, sentimos que es necesario y agradecido volver la mirada y el corazón hacia nuestros mayores.
De un lado para agradecer, de otro para reconocer y de otro para aprender, porque ellos son transmisores de vida, “la memoria de los pueblos, la memoria de la familia y en muchas ocasiones los transmisores de la fe”.
Y no sólo son la memoria, son sobre todo la sabiduría escondida de un pueblo. Así lo expresa este año el Papa Francisco. Por eso el pueblo que escucha a sus mayores es un pueblo que no muere, sigue creciendo y aprendiendo… son una riqueza increíble y fuente de saber que no se aprende en los libros o en la universidad. ¡Ellos son escuela de vida!
Por eso no me cansaré de repetir cada año que queriéndoles y agradeciéndoles, “no les damos nada especial, no les hacemos ningún favor, simplemente les devolvemos lo que ellos han sembrado y han dado”. Ellos han dado primero. No olvidemos que “nosotros seremos mayores dentro de muy poco” y que nos gustaría ser bien tratados, bien considerados, respetados. La pregunta es, ¿lo estamos haciendo dignamente con nuestros mayores? “Haz hoy con ellos lo mismo que te gustaría que hicieran mañana contigo”.
Cuando la soledad ahoga, cuando la soledad adelanta sufrimiento… y el mayor se siente desplazado, incluso olvidado y ve llegar a un hijo o una hija o un nieto a visitarles , y se parten en un abrazo de ternura con el mayor, le estás dando lo mejor y más necesario, aliento de vida y cariño; ves su rostro y sus ojos húmedos de emoción, de cercanía y agradecimiento que es la mejor medicina para el cuerpo y para el alma.
No podemos perder los sentimientos o darles más valor al tiempo y al trabajo. A veces nos excusamos en el “no puedo, no tengo tiempo”, aun sabiendo que es una justificación pobre.
Tal vez seamos eslabones de la cadena social que rige: una cultura que elogia sobremanera lo joven, lo fuerte, lo guapo, el rendimiento, la eficacia y cuando llega el crepúsculo de la vida “arrinconamos” por estorbo o descarte, olvidando que por ahí pasaremos nosotros, y si no pasamos malo.
Un año más debemos reafirmar y renovar nuestro compromiso de reconocer que nuestros mayores son la “historia viva”, “la entrega sacrificada por unos hijos”, y que somos rama y tallo de su árbol y herencia de sus valores sembrados en nuestro corazón.
Ellos han sido el pan de la vida que se partió y se repartió por sus hijos durante toda la vida. Incluso en la vejez, “seguirán dando fruto” como dice el Salmo 92.15.
El que no trata bien a un mayor es un ingrato y un miserable, y el que lo deja para el final, se equivoca. Lo que tengas que hacer “hazlo en vida”, las flores, los agasajos, los detalles, el cariño, y el “qué bueno era”,… ahora, siempre ahora, en vida, amigo en vida. Una sonrisa al final de los días colma el alma y llena de bendiciones.
Cuando ves sonreír a un mayor es como una ráfaga de vida que se te clava para siempre. Por eso “quiérelos mucho, que ellos también saben querer”,… en vida amigo, en vida.
Hoy, más que nunca, “dile que le quieres”.
Julio Millán
Sacerdote y Pte. Edad Dorada Mensajeros de la Paz