Intervención del Obispo de Jaén en el Congreso diocesano de laicos

30 enero de 2021

Buenos días a todas y a todos, pueblo de Dios en camino, pueblo que tiene metida en sus entrañas el “Id” de Jesucristo a sus discípulos y el caminar del Espíritu entre ellos. Jesús Resucitado a los que llamó para estar con él y enviarlos a predicar los hizo discípulos misioneros, eso que hoy se ha convertido en el santo y seña de la identidad de los cristianos en este despertar pastoral y misionero de la Iglesia.

Este pueblo en camino (más que en salida) lo seremos hoy en nuestra Diócesis de Jaén, en este acontecimiento sinodal que está en línea con nuestro modo de ser y de hacer en nuestra Iglesia diocesana en los últimos años. Recordad que ese fue mi propósito el día en que se inauguró mi episcopado entre vosotros. Con más acierto o menos, así hemos querido hacer todo: caminando juntos y escuchando al Señor entre todo.

En esta ocasión, los convocados sois los laicos, hombres y mujeres, mayoría en la vida comunitaria de la Iglesia y Pueblo de Dios en la vida pública, como dice el Papa Francisco en Evangelii Gudium. Vosotros los laicos sois especialmente misión en medio del mundo, vuestro lugar habitual de ser Iglesia y de evangelizar en la Iglesia no tiene fronteras, no se encierra en templos o en lugares de cómoda y encerrada convivencia,  a los que estamos acostumbrados.

Sois un pueblo guiado y animado por vuestro obispo, enriquecidos por los carismas de la vida consagrada y acompañados por el servicio de vuestros pastores, que en todo lo que os sirven: para alimentaros en la vida sacramental, en la escucha de la Palabra, en la formación o en la reflexión compartida, os dicen: “Ite”. Entre todos formamos la vida de esta Iglesia diocesana a la que he tenido la gracia de haber sido enviado por el Señor.

Hacemos este camino unidos, alentados y santificados (nuestra vocación) por el Espíritu, para ser entre todos alma del mundo, como se consideraban los primeros cristianos (Carta a Diogneto).

Camináis en las calles y plazas de nuestras ciudades, en los caminos y veredas rurales, entre olivos; por toda nuestra geografía. Ese es nuestro lugar habitual y cotidiano de misión, en el que hemos de anunciar a Jesucristo con alegría y esperanza, misericordia y caridad.

Estamos hoy aquí en este número tan importante, que se acerca a los trescientos, porque queremos hacer de nuestra vida anuncio de Jesucristo y porque somos conscientes de que por nuestro Bautismo somos misión en el mundo. Estamos aquí para preguntarnos juntos cómo  ser presencia amable, acogedora, sencilla y penetrante del amor de Dios, ese que mueve por el Espíritu nuestra vida a la santidad, nuestra vocación,  y la hace contagiosa.

Nos hemos juntado porque queremos ofrecernos para acompañar a cuantos recorren el camino que nosotros estamos siempre haciendo: de búsqueda, encuentro, confesión de fe, seguimiento de Cristo y compromiso en medio de un mundo herido.

Pretendemos sumarnos a un compromiso eclesial que nos lleve a una sólida consolidación y profundización del conocimiento de Cristo, que  se ha convertir en vida nueva y en fuente de sentido para nosotros y para el mundo al que queremos evangelizar.

Buscamos el compromiso de ser presencia activa, individualmente y en un apostolado asociado, de la vida pública de los valores del Evangelio, para así cooperar en la construcción del Reino de Dios en el mundo: en la vida política, social, cultural, familiar, etc.

Es este, como he dicho un Congreso de carácter sinodal, en el vamos juntos queremos hacer un discernimiento con visión de fe de lo que el Señor nos pide en este momento. Por eso nos vamos dejar iluminar por el Espíritu, para encontrar respuestas a las preguntas responsables y decisivas, con las que buscamos una renovación pastoral de la vida de nuestra Diócesis y a nosotros nos enseñen a vivir la fe en coherencia con el Evangelio. Lo hacemos con tono sinodal y en comunión, que es la inspiración que siempre tienen nuestros encuentros.

Que la Santísima Virgen de la Cabeza, Madre de la Diócesis, nos acompañe en nuestro caminar.

+ Amadeo Rodríguez Magro
Obispo de Jaén

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