Exhortación Eucarística con motivo del retiro espiritual de adviento celebrado por los Carismáticos

1 diciembre de 2008

“Yo soy el pan de la vida, el que acude a mí no pasará hambre, el que cree en mí nunca pasará sed” (Jn 6,35)

Jesucristo, alimento integral del mundo, nutriente integral de la humanidad, esperanza de vida para el hambriento que alza sus manos al cielo con avidez buscando algo que llevarse a la boca.

La Eucaristía como nueva presencia real de Cristo vivo y resucitado en medio de todo lo creado por las manos del Padre, de todo lo que alienta por el hálito divino del Santo Espíritu. La Eucaristía centro y culmen de la vida cristiana, centro y motor de la vida de la Iglesia.

La Eucaristía para contemplarla, admirarla, adorarla, porque es el mismo Señor Jesucristo. Pero la Eucaristía es también para escucharla, meditarla, comerla, beberla, hacerla vida, por el mismo Señor Jesucristo no es mudo, es Palabra de Vida eterna, es Palabra que cae sobre nosotros y nunca vuelva vacía al Padre.
Intercalar en el silencio de la contemplación la Palabra del que es contemplado. Escuchar la voz del que es Palabra hecha carne, y carne hecha Eucaristía.
Asimilar el alimento divino que entra por los ojos, por la boca y también por el oído.
Una vida transida de Dios, de Palabra, de presencia, de alimento, de vida. Sólo así podremos ser de Cristo, solo así podremos ser incluso Cristo, miembros vivos de su cuerpo místico, donde El es la cabeza.
No será un simple mimetismo sino una maravillosa transformación, como la que experimentó San Pablo cuando decía, ya no soy yo, es Cristo quien vive en mí.

El adviento que comienza, nos recuerda la condición de la Iglesia, una situación de peregrinación, de espera, de provisionalidad, de mirada al horizonte sin dejar de mirar y operar en el presente, un ya pero todavía no. En este caminar no vamos solos. El Padre Dios, con la fuerza del dador de vida, el Espíritu Santo, nos envía cada día el Maná que repone nuestras fuerzas gastadas. Ese nuevo Maná es Jesucristo Pan de Vida.
Mientras añoramos la meta deseada, la plenitud del Reino de Dios, con toda su fuerza y potencia, la venida definitiva de Jesucristo, el maranata último, lo adelantamos, lo degustamos, en el banquete eucarístico, donde todos somos invitados, donde la mesa se pone para todo el que quiera sentarse.
Qué importante en este tiempo de preparación, reflexionar sobre esta realidad esencial nuestra, el ser peregrinos, cuántas cosas le sobran a uno que va de paso y cómo valora lo que realmente vale y le es imprescindible para el camino.

Jesús se lo recordaba a Marta, la hermana de Lázaro en aquella entrañable visita al hogar de Betania:
“Marta, Marta, te preocupas y te inquietas por muchas cosas, cuando una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y no se la quitaran”.
(Lucas 10,41)

Para un caminante es imprescindible comer, beber, un lugar donde refugiarse en la noche y una dirección clara que le conduzca a su meta.
Así nosotros, Cristo Eucaristía, Pan y Bebida verdadera, Palabra de Vida eterna que se convierte en Camino, Verdad, y Vida. Y la experiencia de Iglesia, barca de Pedro, tienda del encuentro, familia de los hijos de Dios, seno materno.
“una cosa sola es necesaria”. Y lo demás, en función del camino, de la meta, del viaje, pero nada más, sólo medios pasajeros y peregrinos.

Nuestra respuesta debe de ser la de los discípulos:
“Señor dadnos siempre de este pan”  (Jn6, 34)

Hoy es un buen momento de pedirlo, en este día de retiro, en este encuentro con Jesucristo Eucaristía, en esta oportunidad de adoración, contemplación e identificación con el Señor.
Hoy es un buen momento para mirarnos en el espejo de Cristo y averiguar qué le sobra a nuestra vida, qué podemos dejar atrás para poder caminar más ligeros, más aliviados.
Hoy es un buen momento para acrecentar nuestra esperanza de adviento en el encuentro íntimo con el que es fuente de toda esperanza.

Dos figuras del Adviento son la Virgen María y Juan el Bautista. Los dos coinciden en llevar a los que buscan hasta la presencia del Señor.  Los dos señalan a Cristo como cumplimiento de todas las promesas, culmen de todas las esperanzas y fuente de felicidad y salvación.
Nosotros como cristianos, como movimiento eclesial podemos ayudar en la medida que acerquemos a las personas a la presencia de Cristo vivo, que como sol radiante, va iluminando la vida del que se acerca a El, va caldeando la frialdad de una vida sin Dios.

Desde este nuevo servicio diocesano de “promoción de la adoración eucarística” queremos alentar a todos los movimientos apostólicos, parroquias con sus grupos parroquiales, a todos los cristianos de nuestra diócesis a buscar momentos de oración y adoración a Jesucristo en el Sacramento de la Eucaristía. Especialmente ir introduciendo a los niños y jóvenes, llevarlos y ponerlos ante la presencia vivificadora del que todo lo puede, del que transforma y derrite lo corazones más duros.

Pronto vais a recibir una invitación todos los movimientos y asociaciones para que nos ayudéis a coordinar esta oferta eucarística y también para organizar, a nivel diocesano, un encuentro de oración y adoración eucarística. Si oramos y adoramos habrá niños y jóvenes cristianos, habrá familias cristianas, habrá vocaciones al sacerdocio, a la vida consagrada. Si ponemos a Cristo Vivo en medio de los vivientes, todo será transformado, cristificado, eucaristizado, para que el mundo tenga vida y vida abundante.

Dejemos ya las palabras, dejemos ya de hablar de Jesús para encontrarnos con El, para hablar con El, para escucharlo a El, para dejarnos llenar de su divina presencia.
Que se cumpla la petición de los apóstoles en nosotros, aquí y ahora:
“Señor, dadnos siempre de ese pan”

Mariano Cabeza Peralta
Promotor de la devoción eucarística en la diócesis de Jaen

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