Discurso de la misionera Ana Cruz Lendínez en la entrega de los premios Jiennenses del año 2008
4 abril de 200927/03/09. Teatro Infanta Leonor. Jaén
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Buenas noches a todas y todos los presentes:
Quisiera tener esta noche un espacio para hablar de la vida, de la vida que no es perfecta, que muchas veces se desecha, que tiene carencias, que es limitada, que a veces es asediada por la enfermedad, la discapacidad, la falta de hospitales, de escuelas.
Esas vidas imperfectas, frágiles, “tercermundistas” como se dice aquí, son las que defendemos en nuestro proyecto en el Hogar de Belén en Ecuador. Llevo más de ocho años viendo como la VIDA suele vencer sobre todas las dificultades si se hace una verdadera apuesta por ella, si se construye poco a poco un nido para acogerla.
Y si hablo de VIDA tengo que hablar también de familia, para mí es una palabra clave tanto en mi vida personal como de trabajo, de compromiso. Es la verdadera escuela de valores humanos.
Por eso, aunque pensaba dar las gracias primeramente al Diario Jaén y al jurado por este reconocimiento, creo que en primer lugar ese agradecimiento le corresponde a mi familia. A mis padres que han modelado este barro con su constancia y su amor incondicional. Mi madre que me ha transmitido su fe profunda en Dios y su capacidad de entrega a los demás, y mi padre su amor al trabajo y la tolerancia hacia todos y todo.
Ellos me han ayudado a mirar con bondad la vida y a respetarla siempre.
A mis cuatro hermanos, que me han hecho crecer sin complejos, y me han integrado siempre en los juegos, haciéndome sentir igual que ellos a pesar de mis limitaciones. Cada uno de ellos, en su ambiente, son un ejemplo de valores humanos.
A mi pequeña familia, a Antonio y mis dos hijos ecuatorianos Carla y Paco. A veces pienso que mi familia con tanta diversidad representa en pequeña escala a toda la humanidad. Cada uno tan diferente en raza, carácter y gustos. Y sin embargo, qué fácil quererse, que fácil convivir.
La mitad de este premio es para mi marido Antonio, compañero de camino desde los 20 años. Hoy lo quiero hacer presente ya que no puede acompañarme en este acto debido a que está en Ecuador llevando adelante toda la tarea. Él me ha enseñado que otro mundo es posible, que se puede vivir en clave de AMOR, que es el mayor valor humano que puede haber.
Este premio de hoy lo recibo con el orgullo de poder visibilizar el trabajo de tantos misioneros que dedican parte de su vida, en algunos casos toda, a los demás. Ellos son los que se quedan cuando todos se van, los que mantienen la esperanza cuando ya todo está perdido. Como decía Bertolt Brech, son los imprescindibles.
Ahora sí, para terminar, dar las gracias al Diario Jaén, al jurado y a todos los lectores porque han pensado que vivir como yo vivo merece la pena.
Gracias.
Más información: http://www.hogardebelen.org/