Un icono ruso por la paz en la parroquia de El Salvador de Jaén
24 marzo de 2022En iconografía, El Salvador se ha representado a lo largo de la historia principalmente a través de la escena de la Transfiguración del Señor, por eso su fiesta es la del 6 de agosto, ejemplos de ello son los retablos entre otros de la catedral de Ávila y la de Zamora, la de la basílica del Divino Salvador de Sevilla, y más cercana a nosotros, el retablo de la Sacra Capilla de El Salvador de Úbeda, obra de Alonso Berruguete.
En la Iglesia de Oriente la Transfiguración del Señor es reconocida como La Metamorfosis, siendo una de las escenas necesarias en los iconostasios de los templos ortodoxos, y para que un escritor de iconos adquiera el reconocimiento ha de reproducir la escena de la Metamorfosis. Utilizamos la expresión “escribir iconos” en vez de “pintar iconos” porque, como bien afirma uno de los mejores iconográficos actuales Vladimir Midvichi, “el icono no se pinta, se escribe”, porque su finalidad no es decorativa, sino catequética, está destinado a un pueblo que en su mayoría no sabía leer. Para la Iglesia Ortodoxa, en todas sus modalidades, los iconos son una especie de sacramentales.
En la parroquia de El Salvador de Jaén, delante del altar a la vista de toda la asamblea, a pesar de que ahora en cuaresma no es tiempo de adornos en el espacio celebrativo, se ha colocado un antiguo y original icono ruso con la Metamorfosis del Señor y ahí estará durante la cuaresma con la finalidad de ser un reclamo para la oración por la paz entre los pueblos del Este Europeo, principalmente en Ucrania.
La Transfiguración, recogida por los tres evangelistas sinópticos, fue ese momento en que Jesús quiso que sus discípulos desconcertados y deprimidos ante el primer anuncio de su pasión, levantaran el ánimo al saborear, al modo de flash, la gloria de Dios, porque el triunfo, siguiendo los planes del Padre, está asegurado, a pesar de otras apariencias.
Ojalá que los cristianos que acudan en estas semanas a la parroquia de El Salvador, cargados por las preocupaciones de la vida, y especialmente abrumados por una guerra inoportuna en territorio europeo, entre dos pueblos profundamente cristianos como son el ruso y el ucraniano, recen al dueño de la paz, al tiempo de encontrar esperanza y luz. Que el icono ruso allí expuesto sirva para sugerir aquella expresión del hombre galileo ante Jesús: “Creo, Señor, pero aumenta mi fe” (Mc 9,24), que parafraseando estas palabras podrían resultar algo así como: “creemos, señor, pero necesitamos que nos fortalezcas la esperanza en que estos dos pueblos puedan llevarse como hermanos”.
Que el icono ruso también nos recuerde a todos los que nos reunimos para orar que la verdadera vocación cristiana consiste en ser agentes de paz allí donde cada uno de nosotros se encuentre. La paz es un don que Dios concede, pero también es una tarea que ha confiado en nosotros.
Que al contemplarlo resuenen en nuestras entrañas las palabras del papa Francisco sobre la oración por la paz de Ucrania: «Perdónanos, Señor, si seguimos matando a nuestro hermano, si seguimos como Caín quitando las piedras de nuestro campo para matar a Abel. Perdónanos, si seguimos justificando la crueldad con nuestro cansancio, si con nuestro dolor legitimamos la brutalidad de nuestras acciones».
Francisco Rosales
Párroco de El Salvador de Jaén