La dimensión Trinitaria de la Misión, primer tema de la Escuela de Animación Misionera

3 octubre de 2014
     El pasado sábado 27 de septiembre, la Delegación Episcopal de Misiones inauguraba un nuevo ciclo de la Escuela de Animación Misionera en nuestra diócesis.
     Al acto, celebrado en el Seminario Diocesano, asistieron el Delegado Episcopal de Misiones, Manuel Alfonso Pérez Galán, así como otros miembros de la delegación hasta una veintena de interesados en el tema. Dichos participantes procedían de las parroquias de San Bartolomé de Torredelcampo, Cristo Rey de Jaén, San Juan de la Cruz de Jaén, La Asunción de Ntra. Sra. de La Guardia de Jaén, La Santa Cruz de Pegalajar, La, Asunción de Ntra. Sra. de Villargordo, La Magdalena de Jaén y San Bartolomé de Jaén. 

     Tras unas palabras de bienvenida, el primer encuentro comenzó con la intervención de Manuel Alfonso Pérez Galán, Delegado de Misiones y párroco de la Asunción de La Guardia de Jaén y durante varios años rector del Seminario Mayor de San Pedro de Portoviejo en Manabí (Ecuador). El primer tema del ciclo bianual fue «La dimensión Trinitaria de la misión»:
     El decreto Ad Gentes, que en su capítulo primero sienta las bases de la teología misionera, afirma que “la Iglesia peregrinante es misionera, por su misma naturaleza, puesto que procede de la misión del Hijo y de la misión del Espíritu Santo, según el designio de Dios Padre” (AG 2).
     La misión de la Iglesia provine de la “missio dei” (la misión de Dios):
     La Iglesia nace de la acción evangelizadora de Jesús y los Doce (EN 15). El Señor Jesús, ya desde el principio llamó a sí a los que Él quiso y designó a doce para que lo acompañaran y para enviarlos a predicar (Mc 3,13). 
     Nacida de la misión de Jesucristo, la Iglesia es, a su vez, enviada por Él (EN 15). Después, cuando con su muerte y resurrección Jesús había completado la obra de la salvación, antes de subir al cielo (He 1,11), fundó su Iglesia como sacramento de salvación y envió a los apóstoles a todo el mundo como Él había sido enviado por el Padre (Jn 20,21) a anunciar esa salvación. (AG 5). La Iglesia prolonga y continúa la misión de Jesucristo (EN 15).
      En este sentido, la Iglesia es sacramento universal de salvación (AG 1 – RM 9), esto es, debe hacer presente en el mundo la salvación ofrecida por Dios a todos los hombres (sacramento quiere decir signo sensible de la presencia y la acción de Dios en medio de los hombres).
     La comunidad cristiana no se agota en sí misma, puesto que su vida íntima (vida de oración, escucha de la Palabra, práctica de la caridad fraterna, fracción del pan) no alcanza plenamente su fuerza y su energía sino cuando pasa al testimonio, engendra la admiración y la conversión de los espíritus y llega a cabo la predicación y el anuncio del Evangelio.
     Evangelizadora, la Iglesia comienza por evangelizarse a sí misma. Siempre tiene necesidad de ser evangelizada si quiere conservar su frescor, su impulso y su fuerza para anunciar el Evangelio (EN15).
     Es depositaria de la Buena Noticia que debe ser anunciada. Ella conserva como un depósito viviente y precioso el contenido del evangelio, no para tenerlo escondido sino para comunicarlo (EN 15)
     Enviada y evangelizada, la Iglesia misma envía a los evangelizadores, pone en su boca la Palabra que salva, les explica el mensaje del que ella misma es depositaria, les da el mandato que ella ha recibido y los envía a predicar.  (EN 15)
     La Iglesia peregrinante es, por su naturaleza, misionera, puesto que toma su origen de la misión del Hijo y de la misión del Espíritu Santo, según el propósito de Dios Padre (AG 2)
     Evangelizar constituye la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar. (EN 14)
     El encuentro finalizaba con la oración para el sínodo de los obispos sobre la familia.
 
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