Cientos de jiennenses han participado, este Jueves Santo, en la Cena del Señor
7 abril de 2023Jueves Santo, día del amor fraterno, que reluce más que el sol, e inicio del Triduo Pascual, celebración principal de los cristianos. Durante tres días, el Obispo presidirá las celebraciones en la Catedral en las que rememorará, junto al pueblo fiel, el misterio de la redención.
El Obispo de Jaén, Monseñor Chico Martínez, que por la mañana presidía en la Prisión Provincial el lavatorio de los pies, participaba, por la tarde en la Cena del Señor en la Catedral jiennense.
Una celebración que daba comienzo a las 7 de la tarde con la llegada hasta la Puerta del Perdón del Prelado. Los seminaristas, que participan como comunidad en el Triduo Pascual, ofrecían para besar el Lignum Crucis al Prelado jiennense antes de adentrarse en el Templo.
Las lecturas han estado participadas por miembros de la Cofradía de la Buena Muerte y el salmo cantado por Alfonso de la Casa, presidente de EscuchArte. El Evangelio fue proclamado por el Rector del Seminario, D. Juan Francisco Ortiz.
El acompañamiento musical corrió a cargo del grupo litúrgico musical, EscuchArte.
En la homilía
El Prelado jiennense ha comenzado su predicación explicando las lecturas proclamadas. En este sentido ha abundado en la idea del gran don de la Eucaristía: “de la cena del Señor en la noche que iba a ser entregado. Él es ese cordero inocente con cuya sangre teníamos que ser liberados del poder del maligno y de la carga de nuestros pecados. Su cuerpo clavado en la cruz y su sangre derramada son el signo y el sello de la alianza definitiva de Dios con nosotros”. A lo que ha añadido, “Con su mansedumbre, su fortaleza, su fidelidad inquebrantable, Jesús mantiene la comunión con el Padre, desde la debilidad de nuestra carne, a pesar de todas las tentaciones y todos los sufrimientos. Desde aquel momento, su alma y su cuerpo, unidos irrevocablemente al Padre celestial, se convierten en pan de vida y en cáliz de salvación para todos los que se acerquen a Él. “Esto es mi cuerpo entregado por vosotros”. “Este es el cáliz de la eterna alianza en mi sangre”.
Del mismo modo, ha querido profundizar en el significado de este día del amor fraterno, el que llevó a Cristo a entregar la vida por sus amigos: “El amor santo y verdadero, el amor fiel y generoso, ese amor que viene de Dios y nos acerca a Él, es un amor humilde, un amor servicial, sacrificado, un amor que cura todo resentimiento, un amor que nos limpia de las falsas ambiciones, un amor que nos mueve a servir y a ayudar a nuestros hermanos, aunque sea a costa de nosotros mismos”.
Para finalizar su homilía y antes del lavatorio de los pies, Don Sebastián animó a los fieles a ser hombres y mujeres eucarísticos y de paz. “La Eucaristía, la comunión eucarística, la presencia sacramental de Cristo en el Sagrario, son fuentes continuas de esta humanidad nueva, santificada por el amor de Dios, vencedora del pecado, testigo elocuente de la presencia de Dios en el mundo y del valor supremo de su amor como fuente de vida y garantía de nuestra paz. Seamos una Iglesia eucarística para ser una Iglesia santa, una Iglesia convincente, seamos una Iglesia eucarística para ser capaces de vencer el odio y de transformar el mundo de las rivalidades y los egoísmos en un mundo de respeto, de justicia y de paz”.
Lavatorio de los pies
Un gesto de servicio; un gesto de amor y de entrega a los hermanos y a la Iglesia, el que cada Jueves Santo hace el Obispo rememorando ese primer lavatorio de los pies de Jesús a sus discípulos. Recordando el Evangelio de Juan, que se había proclamado, Don Sebastián, despojado de sus atributos de obispo: la mitra, el pectoral, la casulla y el anillo, se ha ceñido una toalla a la cintura y con una jofaina ha lavado, besado y secado los pies de un grupo de doce personas. Entre ellos, seminaristas, sacerdotes y pueblo fiel que participaban en los oficios.
Monumento
Al concluir la Eucaristía, se realizó la reserva del Santísimo. Los seminaristas abrían la procesión con la cruz y los ciriales. A continuación, los concelebrantes, con velas que abrían paso al Cordero Eucarístico. El Obispo, con la reserva eucarística, bajo palio cerraba el cortejo. Desde el Altar Mayor del templo Catedral, se dirigieron, acompañados por un numeroso grupo de fieles, hasta la Cripta del Sagrario, allí estaba instalado el Monumento. Tras proceder a la reserva del Santísimo, el Obispo se arrodilló ante Él, y se hicieron unos minutos de silencio y adoración, que concluyeron con el cántico Tantum Ergo.
De nuevo, en procesión, el Pastor del Santo Reino, junto con el resto de los canónigos, seminaristas y concelebrantes regresaron a la Catedral, concluyendo así la Cena del Señor del Jueves Santo.
La Cripta permanecerá abierta para que sea lugar de oración y acompañamiento al Señor que se entrega por la humanidad.
Este Viernes Santo, en el que se celebrará el oficio de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor, dará comienzo a las cinco de la tarde en la Catedral. Al concluir, tendrá lugar la secular costumbre de la bendición con el Santo Rostro desde los balcones de la Catedral a toda la ciudad, sus gentes y sus campos.