Carta Pastoral: «Sinodalidad de ‘andar por casa'»

14 octubre de 2019

Queridos diocesanos:

Una palabra de moda

Esta carta va dirigida a aquellos que estéis menos familiarizados con la terminología al uso en la Iglesia. Me refiero, por ejemplo, a que hoy utilizamos, al hablar de la Iglesia, el término sinodalidad. Se puede decir que el siglo XXI lo ha puesto de moda, sobre todo por el claro y frecuente uso que de él hace el Papa Francisco. Al utilizarlo, me doy cuenta de que el público que habitualmente nos escucha no sabe interpretarlo suficientemente. Quiero, por eso, que sepáis que este es un término que ha acompañado toda la vida de la Iglesia desde sus orígenes; no obstante, más en la práctica que en el lenguaje.

Un concepto que dice lo que somos

La sinodalidad pertenece al ser de la Iglesia: sínodo es “caminar juntos”. Incluso un santo padre, san Juan Crisóstomo, dijo que “Iglesia y Sínodo son sinónimos”. No se puede entender la Iglesia, si en su camino no reúne y suma en el compartir fe y vida.  Así ha sido siempre desde los comienzos mismos del envío misionero, una vez que se creaban comunidades cristianas. Éstas, sin reunirse a reflexionar y decidir juntos, en sínodo, no daban ni un solo paso. En ningún siglo, en ninguna época, esta afirmación que acabo de hacer ha dejado de ser realidad. Sin embargo, entonces los sínodos tenían un carácter muy jerarquizado, sólo se reunían los obispos y presbíteros para la toma de decisiones. Incluso, cuando ya la Iglesia estuvo más institucionalizada y podría parecer que ya estaba todo hecho, con frecuencia la experiencia sinodal, si no desaparecía, al menos se retrasaba mucho. Por supuesto, se olvidaba que también los laicos son Iglesia y, por tanto, de que también ellos hacen el camino de la Iglesia.  Eso sucedía cuando el resto del pueblo fiel era sólo receptor de las acciones de la jerarquía. Cuando se planteaba con naturalidad eso de Ecclesia docens y Ecclesia discens (la que enseña y la que aprende, la que habla y la que escucha).

Caminar juntos sin exclusiones

Tras el Concilio Vaticano II, la experiencia sinodal reaparece por la novedad de la teología de la Iglesia y también por la actualización que se muestra del carácter pastoral de su misión. En los últimos años se han convocado muchos sínodos diocesanos. Yo mismo soy testigo de esta experiencia, en un caso como secretario general (sínodo de Badajoz) y como obispo (sínodo de Plasencia). Se puede decir que la sinodalidad de los primeros tiempos ha reaparecido, sobre todo porque los sínodos reflejan del mejor modo la verdad y la identidad de la Iglesia y porque, en los sínodos, se dan pasos importantes y rápidos en la renovación de la Iglesia. .

Se puede decir que la sinodalidad de los primeros tiempos de la Iglesia y la actual son las que más se parecen, las que son más fieles a la verdad y la identidad de la misma Iglesia del Señor. La de hoy es la de una Iglesia que no da un solo paso sin tener en cuenta el olfato del pueblo cristiano y, por eso, en cuanto se va haciendo para ponerse al día al servicio de todos y de todo, necesariamente se escucha a los fieles. Esta sinodalidad nos hace conscientes de que el Señor también se fía de aquellos que han sido ungidos por el Espíritu Santo en su sensibilidad, en sus actitudes, en sus convicciones, en su testimonio y en sus confesiones de fe. En la sinodalidad se acepta de verdad lo del sensus fidei del Pueblo de Dios y se cree de corazón que en la fe de los humildes y sencillos hay un plus muy grande de verdad y generosidad, que los hace muy creíbles.

Una sinodalidad a nuestro alcance

Como de lo que os quiero hablar es de una sinodalidad a nuestro alcance, la que podemos vivir nosotros, os quiero recordar que nuestra Iglesia de Jaén, seguramente con muchas imperfecciones y, a veces, hasta obstáculos, es, a día de hoy, una Iglesia sinodal. Nosotros hacemos realidad lo que el Papa Francisco ha considerado el primer nivel de este modo de caminar unidos como Iglesia del Señor. Nuestra Iglesia particular, lo sabéis muy bien, desde hace varios años no da un solo paso si antes no consulta para escuchar la opinión del pueblo de Dios. Nuestro Plan Pastoral Diocesano es el fruto de una consulta en la que han participado presbíteros y laicos a través de todos los instrumentos posibles de comunión: consejos de pastoral, parroquiales, arciprestales y diocesanos, asamblea diocesana para la síntesis final, encuentros diocesanos para una información a todos, y asambleas parroquiales para aplicar cada año lo que el Obispo nos propone, tras haber escuchado y tenido en cuenta, para cada año pastoral.

En la pastoral ordinaria

Se puede decir que lo que hacemos en la pastoral diocesana ordinaria tiene como punto de partida el criterio de fe y de amor a la Iglesia de cuantos acogen la llamada que se les hace a manifestar lo que piensan y a aportar el fruto de su discernimiento. Hay que decir que, desde el primer momento, fueron muchos miles de diocesanos los que participaron en este modo sinodal de caminar.  Después de afianzarnos, en un primer año, en la comunión, en este año pastoral que finaliza acabamos de hacer una experiencia en la que, con una sinodalidad activa, y muy giennense, es decir, de andar por casa, hemos participado en una experiencia de misión, que para muchos ha sido un feliz descubrimiento de lo que son como bautizados y enviados.  Cuando digo “de andar por casa» no es para quitarle valor, es para decir que se ha convertido en un modo de ser, sentir y actuar en la pastoral ordinaria de nuestra Diócesis.

Somos una misión en el mundo

La Misión Diocesana ha sido para muchos un descubrimiento; ya hoy pueden decir: “soy una misión en el mundo”. Y son felices por ello. Con una metodología sencilla, pero creativa, en la que todo ha sido muy diocesano y muy parroquial, en la que todo ha sido realizado por nosotros, os puedo asegurar que a lo largo de este año se ha hecho mucho ruido misionero; y no sólo el que recogen las redes sociales, que, por cierto, es abundantísimo. Con espontaneidad, en contacto personal y comunitario, se ha anunciado el amor de Dios en las calles y en las casas, en los templos y en los lugares públicos, en privado y con otros; se ha declarado la fe en Jesucristo; se la vivido la confianza en el Espíritu Santo; se ha crecido en amor a la Iglesia y se han fortalecido las actitudes de servicio al mundo. Son muchísimos los que han participado en esta misión y, por ello, se sienten felices de haber compartido “el sueño misionero de llegar a todos” en una Iglesia en salida.

La Feria de la Fe para mostrar lo que somos y hacemos

Para mostrar juntos lo que somos y hacemos, se nos ha ocurrido celebrar lo que llamamos LA FERIA DE LA FE. Nos vamos a encontrar en un lugar abierto, en el que se suele reunir la gente de nuestra tierra para mostrar los mejores productos de su trabajo y capacidad. En ese mismo espacio, en el recinto ferial de Jaén IFEJA, vamos a exponer de un modo atractivo y creativo, todo lo que es, hace, siente, ofrece y ve la Iglesia diocesana de Jaén, no sólo en la actualidad; también se podrá ver lo que ha sido en su historia como Iglesia del Santo Reino. En la feria vamos a exponer quiénes somos, y por eso se esperan a muchos cientos de personas de todas las edades y condición, venidas de la geografía diocesana. Y, sobre todo, exponemos lo que hacemos con un despliegue de belleza, que estamos seguros de que será muy atractivos para muchos.

Como Iglesia en salida y en un clima de pueblo

Llamamos, evidentemente, a cuantos quieran visitarnos; esa es la razón por la que hacemos la feria en recinto abierto, para mostrarnos como Iglesia en salida, Iglesia que va al encuentro y, sobre todo, Iglesia que evangeliza a todos en la calle pública. En el recinto de IFEJA crearemos un clima de ciudad o de pueblo, como queramos verlo, con diversos espacios, en los que espero y deseo que seamos capaces de crear una imagen agradable y creíble de la Iglesia. En lo expuesto se podrá reconocer lo que hacemos cada día caminando juntos. Esperamos a los niños, a los jóvenes, a los adultos, a los mayores, a todos los que somos Iglesia y trabajamos en la Iglesia con la apertura a todos, sin distinciones, algo que nos caracteriza. Por supuesto, esta jornada de puertas abiertas no es sólo para nosotros, la queremos compartir con cuantos quieran saber por qué somos Iglesia.

Un pueblo con historia

En ese ambiente de ciudad abierta que pretendemos crear, estaremos todos. Y nos iremos distribuyendo por todos los espacios en los que se nos ofrezca lo que seguramente iremos buscando, porque somos creyentes en camino y en búsqueda. En la Feria de la Fe podremos satisfacer nuestra condición de buscadores de Dios. Con nombres muy sugerentes, nos iremos encontrando a nosotros mismos en lo más significativo de nuestra vida cristiana y pastoral. Si entramos en El Palacio de la Historia veremos la belleza de siglos, de una fe que se ha ido haciendo cultura entre nosotros de muchas formas y expresiones, hasta dejarnos unas huellas de un valor espiritual y cultural incalculable.

Una Iglesia misionera y samaritana

Enseguida se pasa al espacio desde el que se percibe con qué fuerza y verdad suena entre nosotros el anuncio del Evangelio: en La Montaña de las Bienaventuranzas se encuentra, desde el primer anuncio, todo lo que hacemos para la transmisión de la fe y el servicio de la Palabra. Es el espacio misionero, en el que se puede identificar toda la misión evangelizadora. De ahí se pasará a El Parque del Sosiego, donde se mostrará la oración de la Iglesia, la vida sacramental y la celebración de la fe. Es un espacio para reconocerse en el encuentro con el Señor y para abrirse a la generosidad de su gracia. Enseguida se puede ver El Puente del Consuelo, donde está instalada la más fecunda actividad del servicio de la caridad en nuestra Diócesis; allí están todas las formas de servicio. Se sigue por La Barriada de la Comunión, en la que se experimenta lo que significa vivir unidos y caminar juntos. Así habrás hecho todo un recorrido por lo que la Iglesia proclama, celebra, ama y vive en comunión. En este primer recorrido habrás conocido a la Iglesia en su vitalidad.

Una Iglesia en adoración y en fiesta

Antes o después, se puede pasar por La Fuente de la Vida, en la que espera Jesús Sacramentado, con quien se puede estar el tiempo que se necesite, unidos a cuantos están felices por encontrarle cercano y amoroso. También para el encuentro con el Señor y el gozo fraterno, se puede pasar por El Jardín del Ruiseñor, en el que se escuchará durante todo el día música cristiana, música con mensaje y belleza, con la que podrás abrir el corazón a la fe y la caridad. El que quiera puede pasar por El Mercadillo de la Maduración, donde hay libros, revistas, publicaciones, imágenes, estampas, etc. Habrá a tu disposición objetos propios de la feria que podréis llevaros como recuerdo, sobre todo para los mayores o enfermos que no puedan acompañaros. El que venga con niños, los podrá dejar en La Casa del Patio Grande, en la que estarán muy bien cuidados. Estará abierta durante todo el día para que los mayores puedan visitar la feria.

Durante todo el día, para alimento espiritual, corporal y pastoral de todos estará abierta La Plaza del Compromiso, en la que se celebrará la sesión diocesana del Congreso de Laicos, para recoger el trabajo hecho en nuestra diócesis. La Plaza de los Corrillos será el lugar en el que distintos grupos tendrán la oportunidad de establecer diálogos sobre algunos temas de la vida y misión de la Iglesia. Por El Pasaje del Perdón podrán pasar todos los que busquen el sosiego y la paz de su alma, especialmente en el Sacramento de la Reconciliación y en la consulta personal. En La Manzana de los Cuatro Meseros podrás alimentarte con la modalidad que consideres más adecuada a tus necesidades.

En La Explanada de la Fiesta comenzaremos, a primera hora de la mañana, la Feria de la Fe. En ella esperaremos juntos la llegada de El Santo Rostro, que acompañará durante todo el día a la Iglesia peregrina de Jaén y, con él, La Santísima Virgen de la Cabeza Peregrina, que también estará con todos nosotros. Esta explanada terminará convirtiéndose en El Jardín de la Alegría, en el que el Pueblo de Dios que camina unido en la tierra del Santo Reino celebrará la Eucaristía, presidida por el Obispo Amadeo, concelebrada por los sacerdotes y participada por un pueblo en fiesta, conscientes de que en Jesucristo nace y renace la alegría. Así concluirá La Feria de la Fe.

Para celebrar lo vivido caminando juntos

Lo más importante de este acontecimiento, que seguramente os parecerá sugerente, es que se celebra como fiesta final de una ilusión mantenida día a día en la vida eclesial de la Diócesis, en todas las parroquias. No se trata de algo que va a suceder sin conexión con lo que ha sido nuestra vida; al contrario, se recoge lo que nos ha mantenido activos y en marcha en el Año de la Misión. Nos ha llegado, además, como un gran regalo, la invitación del Papa Francisco a celebrar el Mes Misionero Extraordinario. En La Feria de la Fe renovaremos nuestra convicción de que somos bautizados y enviados.

Somos conscientes de que con un acontecimiento como este no culmina nada; desde el primer momento nos estamos repitiendo que lo único que pretendemos con este acto extraordinari0 es hacer una vez más una llamada al compromiso misionero. La Feria de la fe quiere ser una rampa más de lanzamiento para que se grave en nosotros la conciencia de que hemos de ser una Iglesia en estado permanente de misión. A partir del día 20 de octubre, nuestra vida pastoral sigue y nuestro Plan Pastoral Diocesano continúa alimentando y guiando “el sueño misionero de llegar a todos”, como lo ha hecho hasta ahora.

Con un futuro que consolide nuestros compromisos

El Año Litúrgico-Pastoral 2019-2020 nos dará la oportunidad de mirar hacia nuestra vida interior; será un tiempo para para afianzarnos en nuestra pasión por Cristo y en una más sólida pasión por nuestra gente. Buscaremos crecer en santidad. Nos alimentaremos en la oración, en la escucha de la Palabra, en la vida litúrgica y en la celebración de la fe, con especial cuidado de la Eucaristía del Domingo, la vida sacramental y poniendo todo nuestro esmero en enriquecer la piedad popular, de la que tanto sabe el pueblo de Dios que camina en Jaén.

En una gran fiesta sinodal

Si habéis tenido la paciencia de llegar hasta aquí, os puedo asegurar que os he contado solo lo fundamental. Por eso, si he logrado despertar un poco de vuestro interés, os esperamos en esta fiesta de puertas abiertas que es de todos y para todos. Es una fiesta verdaderamente sinodal y muy de andar por casa. Os invito en nombre de cuantos la están preparando. No os podéis imaginar lo feliz que está el obispo por el entusiasmo, la creatividad y la generosidad de cuantos, y son muchísimos, están poniendo todo el esmero para que sea una presentación digna y bella de la realidad de nuestra Iglesia Diocesana de Jaén.

Os espero a todos, y recemos unos por otros y, sobre todo, porque el Espíritu del Señor continúe animándonos a acercar a todos nuestro testimonio del amor de Dios y nuestra confesión de fe en Jesucristo, parque con nuestra vida hecha misión pueda llegar a tantos hombres y mujeres que buscan, a veces sin saberlo, pero que lo necesitan para encontrar la alegría y la felicidad que anhelan. Invoco la protección de María Santísima de la Cabeza, corazón maternal de nuestra sinodalidad.

Con mi afecto y bendición.

+ Amadeo Rodríguez Magro
Obispo de Jaén  

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