Carta Pastoral: La familia en el nuevo curso pastoral

17 septiembre de 2015

sinodofamilia_462Queridos fieles:

1. Durante estos primeros días de septiembre estamos presentando el Plan pastoral diocesano para el nuevo curso. Se destacan en el mismo objetivos concretos, propuestas, celebraciones especiales… Este año envolverá todo el recorrido, siguiendo la propuesta del Papa Francisco, la palabra MISERICORDIA. “Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre” (Bula del Jubileo extraordinario de la misericordia, 1).

Se irá informando puntualmente sobre las diversas celebraciones programadas desde la Diócesis, Arciprestazgos, Delegaciones, Parroquias, Asociaciones y demás colectivos. Que todo nos ayude a penetrar en el misterio de la misericordia divina, fuente de paz y alegría. Éste será el objetivo fundamental del nuevo curso pastoral para todos y cada uno de los fieles de esta Iglesia particular de Jaén.

2. Me van a permitir que destaque hoy, en esta carta, a la FAMILIA, como institución fundamental en este proceso de cara al nuevo curso. Pensemos en los niños, niñas y adolescentes, a quienes se les invita en estos días desde las Parroquias a dar comienzo a las catequesis de las distintas edades.

Cierto que la Delegación de Catequesis invitará, como siempre, a iniciar un año más este recorrido y que la Delegación de Infancia y Adolescencia, ya está preparando el Encuentro diocesano de la Misericordia, que tendrá lugar en los días 13 y 14 de Febrero. Tomen nota. Cierto también que las parroquias están ofreciendo, a través de sus sacerdotes y catequistas programas de ayuda a favor del despertar y crecimiento en la fe de estas nuevas generaciones de cristianos, pero deseo invitar también, de forma especial, a las Familias y solicitar de ellas una colaboración activa en este proceso.

3. Tenemos ya muy próximo, por otra parte, el Sínodo Extraordinario sobre la Familia, que se celebrará en Roma el próximo mes de octubre. Estemos muy atentos a sus deliberaciones y conclusiones sobre esta institución fundamental para la sociedad y la Iglesia.

Sabemos que en los años sesenta y setenta del siglo pasado la familia española sufrió un fortísimo impacto social y religioso. Comenzó un declive paulatino, pero creciente, en la transmisión de la fe de los padres a los hijos. El tema de Dios dejó de aflorar, en no pocos casos, en las conversaciones de familia. Lo mismo podríamos decir sobre criterios cristianos para la vida. Se fue perdiendo la práctica de la oración en la familia, la asistencia a la misa dominical y otras prácticas religiosas.

Estas tendencias incluso se han agudizado en estas últimas décadas, debido, en gran medida, al ambiente permisivo de la sociedad y a la legislación en ocasiones hostil contra el matrimonio. Podemos constatar que sigue en aumento el número de niños y niñas no bautizados o que estando bautizados no han tenido el “despertar a la fe”, y exigen, sin embargo, recibir la Primera Comunión. Se puede comprobar también, al mismo tiempo, una mayor entrega en no pocos padres a favor de la formación cristiana de sus hijos, implicándose incluso como catequistas de otros niños y niñas.

4. Ante esta realidad, las familias y parroquias han tomado cartas en el asunto y, de forma cada vez más coordinada y eficaz, ofrecen itinerarios para este despertar religioso. Ello exige una implicación directa y personal de los padres y otros familiares en este proceso.

Recordemos que con un gesto muy significativo, durante el rito del bautismo, el padre o el padrino enciende una vela en el Cirio pascual, símbolo de Cristo Resucitado y, luego, dirigiéndose a los familiares, delante de los fieles presentes, el celebrante dice: “Que vuestro hijo, iluminado por Cristo, camine siempre como hijo de la luz”.

Este gesto encierra en sí todo el sentido de la transmisión de la fe en la familia y desde la familia.

La Comunidad cristiana parroquial, por otra parte, es como la segunda familia del bautizado. El Concilio Vaticano II nos recordó esta verdad con especial énfasis al decirnos que son los pastores, sobre todo Obispos y sacerdotes, los que deben guiar y alentar al pueblo de Dios en la actividad misionera de la transmisión de la fe, pero precisan del apoyo imprescindible y colaboración de la comunidad diocesana y parroquial en todo tiempo (Cf. Decreto Ad Gentes, n. 6).

Guiados por el Espíritu trabajemos juntos para que los nuevos bautizados alcancen el conocimiento de Dios misericordioso que les ama, y aprendan el sentido de la vida, a la luz del Evangelio de Jesucristo.

Con mi saludo y afecto en el Señor,  feliz curso pastoral.

Jaén, 14 de Septiembre de 2015

+ Ramón del Hoyo López
Obispo de Jaén

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