Carta Pastoral: ¡Feliz Pascua de 2014!

21 abril de 2014
     Queridos fieles diocesanos:
     1. Después del recorrido cuaresmal, orientados por la liturgia y el mensaje del Papa Francisco bajo el título “se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza”, celebramos ahora la victoria de Jesucristo sobre la muerte y su presencia de resucitado entre nosotros. El punto culminante y el objetivo final de este tiempo es: disfrutar del gozo de la resurrección de Jesucristo durante los 50 días de la Pascua y el resto del año, pues la vida de sus discípulos gira en torno a este acontecimiento fundamental de nuestra fe.

    El apóstol Pablo llegó a esta alegre y reconfortante verdad cuando, al preguntarse cómo él había dado el paso de perseguidor de cristianos a su entrega total por el Evangelio de Jesucristo, concluye: Jesucristo me amó y se entregó a la muerte por mí, está vivo. Esta fue la causa de su conversión y él quiso pagarle con la misma moneda. Nada ni nadie pudo ya apartarle de este amor. Siguió viéndole a Cristo vivo en medio de sus comunidades. No se quedó en Damasco sino que no dudó en salir a las periferias del mundo, para anunciar este acontecimiento que sobrepasa la historia.
     2. No es fácil comprender el acontecimiento de la Resurrección de Cristo. Así como podemos imaginar su nacimiento, la alegría de María Santísima, de san José y la adoración de los pastores y de los magos en Belén, nos resulta mucho más difícil acercarnos al hecho de la Resurrección de Jesús.
     La sagrada liturgia nos acerca a este acontecimiento mediante el lenguaje de símbolos por medio del agua, la luz, el canto del aleluya, sobre todo en la Vigilia Pascual.
     Sin embargo, la prueba segura de que Jesús es verdaderamente el Hijo de Dios, el Mesías esperado, no fue únicamente su muerte, sino que Dios lo resucitó de entre los muertos (Cf. Hch. 17,31). Al resucitarlo el Padre, lo glorificó. Como escribe san Pablo en su carta a los Romanos: “porque si profesas con los labios que Jesús es Señor, y crees con tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo” (Rm. 10, 9).
     La resurrección de Cristo no es una experiencia mística o fruto de la especulación, sino un acontecimiento real e histórico que ha dejado huellas indelebles: la luz que deslumbró a los guardias que vigilaban el sepulcro ha atravesado el tiempo; quienes vieron la losa removida y el sepulcro vacío, nos los han contado; el mismo Jesús vivo y tangible se apareció a María Magdalena, a los discípulos de Emaús y a los once, en el cenáculo (cf. Mc. 16, 9-14).
     3. Por la muerte y resurrección del Hijo de Dios, la muerte ha quedado derrotada en su poder y, el ser humano, ha sido introducido en una comunión de vida con Dios mismo. Esta es la gran victoria de la Pascua de Cristo que garantiza nuestra salvación y resurrección unidos a Él. Como escribe san Agustín: “La resurrección de Cristo es nuestra esperanza”. Abre y garantiza nuestro futuro eterno.
     La Pascua de Cristo, por tanto, es el fundamento de nuestra alegría y esperanza. La fe en Cristo Resucitado es el núcleo central de nuestro Credo y luz inextinguible que ilumina nuestra peregrinación por esta vida.
     Si fallara en nosotros la fe en la resurrección de Jesús todo se debilitaría en nuestro interior. No entenderíamos muchas cosas, surgirían demasiados interrogantes y, como consecuencia, no tendría apenas fuerza nuestro testimonio. Por el contrario, la certeza en su resurrección ilumina nuestra existencia de creyentes y nos infunde energía y audacia para ser sus testigos hasta en la cruz.
     Que la Virgen María nos ayude a vivir, en nosotros y en nuestro entorno, la alegría de esta Pascua, para ser testigos convincentes de nuestra fe entre los demás.
     ¡Feliz Pascua de Resurrección!
+ Ramón del Hoyo López
  Obispo de Jaén
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