Pensadoras cristianas del siglo XX-XXI. Simone Weil. En el umbral de la Iglesia I
30 octubre de 2024Cuando leo el catecismo del concilio de Trento, me da la impresión de que no tengo nada en común con la religión que en él se expone. Cuando leo el Nuevo Testamento, los místicos, la liturgia, cuando veo celebrar la misa, siento con alguna forma de certeza que esa fe es la mía o, más exactamente, que sería la mía sin la distancia que entre ella y yo pone mi imperfección. (Simone Weil, Carta a un religioso, 1942).
Este primer artículo de una serie que versará sobre pensadoras cristianas del siglo XX y XXI quiere estar dedicado a Simone Weil filósofa francesa que falleció a los 34 años. Puede que a algunos les sorprenda que comience con una pensadora no recibió el sacramento del bautismo[1], no obstante, ella se autodefinió en un momento determinado como cristiana de hecho, aunque no de derecho. En los dos pequeños artículos que le dedicaré se mostrará lo adecuado de esta elección.
En Simone Weil nos encontramos con un pensamiento repleto de humanismo, de mística y de compromiso político. Albert Camus la consideró como “el único gran espíritu de nuestro tiempo” y Giorgio Agambem vio en ella “la conciencia más lúcida de su época”; yo la definiría, simplemente, como una cristiana según el evangelio. Dado que la obra de Simone Weil es la vida de Simone Weil es imprescindible hacer una pequeña biografía.
Simone Weil nació en París el 3 de febrero de 1909, en una familia burguesa de judíos agnósticos. A los 19 años entró en la Escuela Normal Superior, una de las universidades más prestigiosas de Francia. Con apenas 22 años obtuvo una plaza de profesora. Poco después de comenzar su carrera docente pidió una excedencia para vivir como cualquier obrero. El trabajo en la fábrica le hizo experimentar la alienación cotidiana, el cansancio extremo, la humillación y la angustia. Esta experiencia la resumió en una contundente frase: “La desgracia ajena entró en mi carne y en mi alma”.
Cuando estalló la Guerra Civil en España, se alistó como voluntaria en el bando republicano. La experiencia de la guerra, y del sufrimiento experimentado, le llevaron a cruzar un umbral importante gracias a la revelación de que sólo el amor sobrenatural es capaz de responder a la desgracia.
Simone Weil se acercó al cristianismo a través de tres contactos con la fe católica que ella misma consideró decisivos para su desarrollo tal como narra en su autobiografía espiritual “A la espera de Dios”. La primera le sobrevino al contemplar una romería en Portugal, donde escucho cantos de tristeza desgarradora: “Allí, dice, tuve de repente la certeza de que el cristianismo es por excelencia la religión de los esclavos, de que los esclavos no podían dejar de adherirse a ella, y yo entre ellos”. La segunda le sucede en Asís, en la pequeña capilla románica del de Santa María de los Ángeles, en este momento afirma: “algo más fuerte que yo me obligó, por primera vez en mi vida, a ponerme de rodillas”. Y la tercera tiene lugar en la abadía benedictina de Solesmes, cuando sintió, mientras recitaba interiormente un poema a modo de oración, que «Cristo mismo descendió y me tomó». Aun así, decidió vivir espiritualmente a su manera, siendo crítica con ciertos aspectos de la Iglesia y de la interpretación del dogma que impidieron que solicitara el bautismo. De hecho, afirmaba que ella era una cristiana de hecho, pero no de derecho, sintiendo que Dios la llamaba a permanecer en el umbral de la Iglesia.
Toda su vida estuvo habitada por un inagotable deseo de verdad y una gran preocupación por los más desfavorecidos. Para ella la filosofía debía pasar del plano intelectual al existencial. Simone Weil muestra como en la filosofía auténtica el pensamiento y la acción no pueden comprenderse por separado. Fiel reflejo de ello fue su muerte. En 1943 se le diagnosticó tuberculosis. Se internó en un sanatorio de Ashford, en Inglaterra. Su deseo de compartir las condiciones de vida de la Francia ocupada por la Alemania nazi, le habían llevado a no alimentarse lo suficiente, agravando así su enfermedad. Falleció en agosto a los 34 años. En el cementerio de Ashford espera la resurrección final aquella que en una de sus conmovedoras reflexiones dijo :”Felices aquellos para quienes la desdicha incrustada en la carne es la desdicha del propio mundo en su época, pues tienen la posibilidad y la función de conocer en su verdad, de contemplar en su verdad, la desdicha del mundo. Esa es la función redentora”.
Juan Jesús Cañete Olmedo
Sacerdote diocesano y Profesor de Filosofía
[1]Sin embargo, sobre esto hay dudas. Eric Springsted, profesor de la Universidad de Princeton, informó durante una conferencia que Simone Deitz, amiga suya, le confió que había bautizado a Simone Weil “in articulo mortis” a petición explícita de ella.