Carta Pastoral: 24 horas para el Señor
25 febrero de 20161. El jubileo extraordinario que estamos celebrando necesita también sus tiempos, los tiempos de la misericordia. La Bula de convocatoria Misericordiae vultus contiene una abundante programación pastoral y también ofrece fechas en las que el año jubilar se irá realizando.
La Cuaresma en que nos encontramos se marca como momento cumbre de Misericordia. Parece que en el pensamiento del Papa Francisco este tiempo litúrgico es como el corazón y culmen del tiempo jubilar. “¡Cuántas páginas de la Sagrada Escritura, escribe, pueden ser meditadas en las semanas de Cuaresma para redescubrir el rostro misericordiosos del Padre!” (n. 17).
Nos propone, también, y nos marca las fechas de dedicar “24 horas para el Señor”, durante el viernes y sábado que anteceden al IV domingo de Cuaresma, días 4 y 5 de marzo.
2. Me consta de la preparación de esta jornada completa de oración en la inmensa mayoría de las Parroquias de la Diócesis, monasterios de clausura y de otras iglesias abiertas al culto. En las ciudades se han concentrado las “24 horas” en un solo Templo, pero en cualquier Iglesias y Comunidad, podría dedicarse alguna hora a la oración, en comunión en toda la Iglesia.
Invitemos también a los niños y adolescentes, en momentos compatibles con sus horarios, o incluso en otras fechas coincidiendo con sus catequesis.
Hagamos llegar asimismo esta invitación a las personas enfermas y personas mayores con dificultades para acercarse a la Iglesia, como primeros invitados.
Son 24 horas “para el Señor”. Estar con el Señor es una prioridad. Al Señor le encontramos sobre todo en nuestra propia historia personal, en su Palabra, en la Eucaristía, en el Sacramento de la Reconciliación, en los necesitados. Buena ocasión para meditar en su presencia hasta dónde estamos implicados en las obras de Misericordia y en nuestra conversión.
3. Desde Vicaría de Pastoral se proponen algunas breves orientaciones para estas 24 horas para el Señor: su posible ambientación, actividades que podrían desarrollarse durante este tiempo y otros compromisos.
No olvidemos que en la Iglesia todo se realiza mediante la fuerza de la oración, que transforma nuestra existencia y nos colma de esperanza. Nos renueva. Por ella, llegamos a la conversión. Es la expresión máxima de nuestra fe en el poder de Dios. Escuchemos y luego respondamos ante Nuestro Señor (cf. 1 Jn 1,2-3). San Lucas nos dice dos veces que la Virgen María “guardaba todas estas cosas en su corazón” (Lc 2,19; cf. 2,51).
Sobre todo en la Adoración Eucarística recobramos nueva vida y es semillero de vocaciones específicas en la Iglesia. Es nuestro tesoro más valioso y conlleva fecundidad en la vida del cristiano. En la Eucaristía contemplamos, adoramos y amamos a Aquel que, durante la cena pascual, entregó su Cuerpo y Sangre a sus discípulos para estar con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo (Mt 28,20).
Desde la Delegación Episcopal recibirán próximamente algún material.
¡24 para el Señor, con el Señor!
Con mi afecto.
+ Ramón del Hoyo López
Obispo de Jaén