Taller Belenista en El Salvador de Jaén
4 diciembre de 2014 “Cuando en un pueblo se ha inculturado el Evangelio, en su proceso de transmisión cultural también se transmite la fe de maneras siempre nuevas”, escribe el papa Francisco en su Exhortación Evangelii Gaudium (122).
Fe y cultura es un matrimonio necesario, aunque a veces sus relaciones son difíciles. Ya hace unas décadas el papa Pablo VI se lamentaba afirmando que “la ruptura entre el Evangelio y la cultura es, sin duda alguna, el drama de nuestro tiempo” (Evangelii Nuntiandi 20).
Vivimos en unos momentos de la historia que están aportando un fuerte cambio cultural con todas sus consecuencias. Se están incorporando ideas nuevas para la convivencia, y por consiguiente, también modos nuevos de identidad.
Navidad es un tiempo en el que todo esto se hace notar de forma especial. Influenciados por otros pueblos y otras culturas, se está incorporando entre nosotros una simbología distinta a la tradicional de nuestra tierra, cuyos elementos no todos son compatibles con lo que la fe cristiana celebra en estas fechas. Así está surgiendo un nuevo lenguaje navideño que ignora el sentido más profundo de la alegría por la encarnación de Dios. Se va olvidando el villancico como algo característico, para dar paso a la simple felicitación de unas fiestas que, aunque mantienen la alegría, su razón última razón la encuentra sobretodo en la reunión familiar, en el disfrute de unas vacaciones, en unas comidas de empresa, o en la expectativa de la lotería.
La catequesis sigue siendo un campo muy válido para enseñar a inculturar la fe desde las edades primeras del niño. San Juan Pablo II llegó a afirmar que: “La catequesis ayuda a las culturas a hacer surgir de su tradición viva expresiones originales de vida, de celebración y de pensamientos cristianos” ( Catechesis Tradendae 53). Hoy urge tomar un nuevo impulso en la tarea evangelizadora, y para ello habría que aplicar el mensaje del evangelio: “como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo” (Mt 13, 52).
Caminando en esta línea, un grupo encabezado por catequistas de la Parroquia de El Salvador de Jaén, han formado un Taller Belenista para que los niños de su comunidad puedan descubrir los valores cristianos, y que se hacen más palpables en la Navidad. Saben que tras un belén tradicional se puede aprender el valor de la estética, de la sensibilidad, de la delicadeza, de la imaginación, de la libertad, pero también, de la laboriosidad, de la paciencia, de la constancia, del esfuerzo compartido, de la complementariedad, del diálogo, de la responsabilidad, de la humildad, hasta llegar a la amistad y a la alegría compartida. Saben igualmente que allí se pone en valor a la gente pobre y trabajadora, al papel de la mujer, a la familia como expresión de amor y acogida, a la importancia de la donación y del regalo. También se pone en evidencia el contraste entre los tolerantes y los violentos. El belén está justificado por el amor a los niños, a quienes va dirigido especialmente. Bien sabía de todo esto san Francisco de Asís cuando lo inventó.
Pero sobre todo, a través del belén se aprende la alegría de ver, con los ojos de los sencillos, cómo Dios se hace niño, siendo acogido por unos y rechazado por otros. Así que un belén es un modo de expresión de la piedad popular, “una verdadera espiritualidad encarnada en la cultura de los sencillos”, como la califica el papa Francisco (EG 124), insistiendo en su gran fuerza evangelizadora.
En él, siguiendo la tradición cultural navideña, se facilita que la fe pueda entrar por los sentidos: que el misterio de amor se vea con los ojos de niño, que se oiga a través de las palabras de los padres o de los abuelos que lo van narrado a sus pequeños, y sobre todo que haga sacar en nosotros los mayores el niño que llevamos dentro, porque “si no os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 18,3).
La idea de este grupo parroquia de El Salvador no es ponerse en contrapunto a la simbología de los “papa noeles”, sino aportar su esfuerzo para que la alegría que trae el Niño de Belén llegue a todos. Y todo esto elaborado entre muchos, para el bien de todos.