Carta Pastoral: Juan XXIII Y Juan Pablo II
22 abril de 2014 Queridos fieles diocesanos:
1. El próximo día 27 de este mes de abril el Papa Francisco incluirá en las letanías de los santos a estos dos recientes pontífices. Muchos hemos podido conocerlos y escucharlos, seguir sus orientaciones y enseñanzas, orar con ellos y por ellos cuando empuñaban el timón de la barca de Pedro: nuestra querida Madre la Iglesia.
Desde esta fecha podremos contemplarles también, como modelos a seguir en su vida de cristianos y como nuestros intercesores ante Dios Nuestro Señor. Por ellos, siempre fieles a la voz del Espíritu y del Buen Pastor, el Evangelio de Cristo ha llegado a incontables cristianos. Aun podemos recordar algunos aquel anuncio sorprendente de Juan XXIII, convocando un Concilio para toda la Iglesia, y aquel leccionario sobre el túmulo de Juan Pablo II en la plaza de san Pedro, en Roma, resistiéndose a cerrar sus hojas el día de sus exequias.
Sus pontificados fueron proféticos y decisivos en la historia del pueblo de Dios más reciente. El ecumenismo y “aggionarmento” de la Iglesia en estos últimos tiempos, con Juan XXIII y la fuerza de la evangelización en todo el mundo, con Juan Pablo II, han sido fiel reflejo de la presencia viva de Cristo en el mundo que transforma la vida del hombre y de la sociedad. [1]
2. Dijo Dios: “Porque yo soy el Señor, vuestro Dios; santificaos y sed santos , pues yo soy santo” (Lc 11, 44). Cada uno de los santos participa, según grados, de la riqueza de Cristo tomada de Dios Padre. Son palabras suyas: “Todo lo que tiene el Padre es mío” (Jn 16, 15). Es la santidad de Jesús la que el Espíritu Santo plasma en las almas santas, llenando a su Iglesia de amigos y testigos de su santidad.
Jesucristo continúa diciéndonos a cada uno de nosotros, como un día lo hizo también con los dos nuevos santos: “El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor, a quien me sirva el Padre le honrará” (Jn 12, 36).
La Madre Teresa quiso corresponder el grito de Cristo en la Cruz “Tengo sed”, grito que siempre le conmovió profundamente, y no dudó comenzar a recoger los moribundos de las calles de Calcuta. Veía el rostro desfigurado de Cristo entre aquellos pobres entre los pobres. Cristo continúa diciéndonos a todos nosotros: “En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 40).
3. Próximo ya el Mes de María, la mejor de las flores, la providencia ha querido hacer coincidir la fecha de esta canonización con el Domingo de la Divina Misericordia y, en la Diócesis, con la fiesta de nuestra Patrona: Santísima Virgen de la Cabeza.
Fue el Papa Juan Pablo II quien quiso que, en este segundo domingo de Pascua, se celebrara esta fiesta de la Misericordia divina. Había experimentado en su vida el poder misericordioso de Dios, que ilumina el misterio del hombre, desde el misterio de nuestra redención por Cristo.
Desde aquel bendito cerro de Sierra Morena nos uniremos con María, a toda la Iglesia, en tan grato acontecimiento. El rostro de la Virgen refleja mejor que nadie la belleza de Dios y su misericordia.
Quien se declaró “todo tuyo”, Juan Pablo II, y el Papa “bueno”, Juan XXIII, caminaron desde niños de la mano de nuestra Madre. También nosotros lo hacemos, siguiendo su ejemplo, para procurar hacer siempre lo que su Hijo nos diga.
4. Bien merecen los nuevos santos nuestra acción de gracias a Dios por su fecunda vida cristiana y su entrega incondicionada a la Iglesia de Jesucristo.
Nuestra Diócesis lo hará en todos los templos abiertos al culto y desde su Catedral, el próximo Domingo III de Pascua, día 4 de mayo, con preces especiales de acción de gracias en todas las Misas. Recibirán el correspondiente subsidio litúrgico, para ello, desde la Delegación Episcopal de Liturgia.
Sería de desear, asimismo, que los sacerdotes informaran a los fieles, durante las celebraciones del domingo 27 de abril, sobre la canonización de tan queridos Pontífices.
Con mi saludo y bendición.
+ Ramón del Hoyo López
Obispo de Jaén
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[1] En la vigilia de oración que presidió el Papa Benedicto XVI en Marienfeld, Alemania, con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud, dijo que: “Sólo de los santos, sólo de Dios proviene la verdadera revolución, el cambio decisivo del mundo” (Homilía del 20 de agosto de 2005)