Carta Pastoral sobre el Día de la Iglesia Diocesana
11 noviembre de 2013 Queridos fieles diocesanos:
1. Desde hace años celebramos en este mes de Noviembre la Jornada de la Iglesia Diocesana. En esta ocasión será el próximo domingo, día 17.
Saben todos que cada bautizado se integra, por su territorio, en una porción de la Iglesia de Jesucristo, que se llama Diócesis, o Iglesia particular.[1]
El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que: “Se entiende por Iglesia particular, que es la diócesis, una comunidad de fieles cristianos en comunión con la fe y en los sacramentos con su obispo ordenado en la sucesión apostólica. Estas Iglesias particulares están formadas a imagen de la Iglesia Universal. En ellas y a partir de ellas existe la Iglesia católica, una y única” (n. 833).
Dentro de esta Iglesia particular la vida del cristiano transcurre ordinariamente en el ámbito de una parroquia o de otra comunidad menor, pero siempre abiertas y formando parte de su iglesia diocesana.
2. Como podemos leer en el lema de la jornada de este año, la Iglesia diocesana con todos, está al servicio de todos.
La Diócesis anima, impulsa y organiza la tarea de la evangelización en su territorio, y colabora en la evangelización de los demás pueblos. Ora constantemente ante el Señor por todos los fieles y sus necesidades. Abre sus brazos a los más necesitados, sin limitación de ninguna clase por su religión, color o estado social.
Organiza e impulsa en las Parroquias y demás comunidades y grupos la formación religiosa de todos los fieles, según edades y circunstancias; coordina la atención religiosa sobre todo a los enfermos y mayores en todo el territorio diocesano; se preocupa también, de forma especial, en mostrar a Cristo y su Evangelio a las nuevas generaciones de cristianos.
Se encarga de la formación, envío y sustentación de los sacerdotes, de la preparación de los candidatos al sacerdocio, de la construcción y mantenimiento de las Iglesias y otros locales al servicio de la evangelización.
La Diócesis es, ante todo, una comunidad cristiana de fieles en la que, junto a su pastor, y congregada por él en el Espíritu Santo, está presente y actúa Cristo mediante su Evangelio, la Eucaristía y demás Sacramentos.
3. La Iglesia diocesana no podría realizar su misión sin la ayuda generosa de sus fieles.
Sin duda que es su colaboración personal y la entrega de su tiempo lo que importa destacar, así como su ejemplo de vida cristiana en la sociedad en la que se desenvuelve su vida pero, en esta ocasión, quisiera resaltar también su generosa contribución económica a favor del mantenimiento de la Iglesia diocesana y de la Iglesia universal.
En muchas ocasiones he destacado esta faceta tan señalada en los fieles de esta Iglesia de Jaén y, por todo ello, nuestro agradecimiento más sincero.
Desde su libre decisión a la hora de señalar a favor de la Iglesia el porcentaje correspondiente en la Declaración de la Renta de las Personas Físicas, hasta sus domiciliaciones con una cantidad fija, y su generosa aportación en las colectas, hacen posible, desde el rigor de una administración transparente de estos recursos, hacer frente a tantas necesidades a favor de la caridad, culto y evangelización.
4. Debido, sin duda, a la grave crisis económica que nos afecta a todos esta colecta viene decreciendo progresivamente desde hace cinco años. Es hasta lógico y comprensible, pero la generosidad a nuestra alcance y en estas circunstancias tiene doble valor ante los ojos de Dios.
Sepan todos que los resultados totales de esta jornada se distribuyen, por una Comisión diocesana, a favor de la rehabilitación de inmuebles de la Diócesis: Iglesias, casas de sacerdotes y otros locales destinados a la atención pastoral de los fieles.
En concreto los resultados de la colecta del último año ascendió a 76.243,16 €uros, 14.681,03 €uros procedentes de domiciliaciones y, el resto, de la aportación recogida en las misas celebradas en las Iglesias abiertas al culto público de los fieles en el territorio diocesano.
Que Dios pague con creces su generosidad.
Con mi saludo y bendición.
+ Ramón del Hoyo López
Obispo de Jaén
[1] Como enseña el Concilio Vaticano II: “La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinación hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia” (GS, 1)