Homilía del IV Domingo de Adviento y de la Sagrada Familia
16 diciembre de 2008Don Manuel Carmona García, Delegado Episcopal de Liturgia, nos presenta las reflexiones correspondientes a las lecturas del Domingo IV de Adviento y de la Sagrada Familia:
DOMINGO IV DE ADVIENTO (B) (21 de diciembre de 2008)
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La historia no es sólo el resultado de lo decidido por los poderosos o lo que los más influyentes lograron imponer. También es el ámbito de las intervenciones con las que Dios va llevando a cabo sus planes de salvación; el lugar de esas acciones admirables, por encima de la posibilidad de los hombres e inderivables de la situación anterior, que realiza sin alardes el que sólo actúa por amor. Por eso quedan ocultas a los que sólo cuentan con las probabilidades humanas y lo miden todo según su ambición, siendo sin embargo las que transforman la historia en historia de salvación; las únicas capaces de generar la esperanza de los que ponen su confianza en las posibilidades de Dios. Sobre esto nos quiere dar hoy su lección el Señor, a fin de disponernos a celebrar su nacimiento como proeza exclusiva y entrañable de ese amor de Dios que funda y sostiene la certeza con la que esperar de él la salvación.
DOMINGO DE LA SAGRADA FAMILIA (B) (28 de diciembre de 2008)
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La familia no es sino lo que le salió de las manos al Creador, cuando quiso plasmar en el mundo visible la imagen de su propio ser. De ahí que la familia tenga en el modo de amar Dios el prototipo de lo que ha de ser, como comunidad de amor. Al ser pervertido por el que con la desobediencia a Dios trocó en amor propio el que era de donación, la familia se dividió: el hombre acusó a la mujer y el hermano por envidia mató. Si el Verbo se hizo carne para restaurar en el hombre la imagen de Dios, lo hizo precisamente en el seno de una familia: la de María y José en la que quiso nacer, crecer y ser educado en cuanto hombre como Hijo de Dios, para restaurar lo que el pecado malogró y poder mostrarnos hoy en ella el modo ejemplar de lograrlo.