La oscuridad da paso a la luz: Vigila de Pascua en la Catedral de Jaén
1 abril de 2018La noche en la que la vida se da paso entre la muerte, la noche en la que los cristianos rememoramos la Resurrección de Cristo, cientos de fieles se dieron cita en el primer Templo de Jaén para participar en la Vigilia Pascual, que daba comienzo a las 22:30 horas.
Sumida en la más profunda oscuridad se encontraba la Catedral de Jaén al inicio de la Vigilia Pascual. Un fuego ardía en el trascoro. El Obispo de Jaén, Don Amadeo Rodríguez Magro, comenzó bendiciendo el fuego del que se iba a tomar la llama para encender el Cirio Pascual, símbolo de Cristo resucitado. Poco a poco, los canónigos, diáconos y seminaristas fueron encendiendo las velas, tomando el fuego del Cirio Pascual y ofreciéndolo al resto de los fieles, hasta que se encendieron todas las velas y en procesión acompañaron al Obispo hasta el presbiterio.
Todavía con las velas encendidas se leyó el Pregón Pascual, en el que se anuncia que esa noche el cielo y la tierra se unen, para celebrar que Cristo ha vencido a la muerte y ha resucitado. Después, se proclamaron siete textos del Antiguo Testamento en los que se narra la historia de la salvación.
Al finalizar, el Obispo entonó el Aleluya y al tiempo se hizo la luz en la Catedral. Después, uno de los diáconos proclamó el Evangelio.
Homilía
El Obispo, Don Amadeo Rodríguez Magro, en sus palabras a los fieles recordó que es durante esa noche, “la primera gran fiesta de los cristianos que se realiza en los primeros años del cristianismo, era rememorar la Pascua de la Resurrección del Señor. No hay ninguna celebración tan grande y tan importante como la Vigilia Pascual para un cristiano, porque estamos celebrando el corazón de la fe: la resurrección de Cristo”. El Prelado añadió, “Con el Cirio Pascual nos hemos encontrado con Cristo que es luz del mundo, el que guía nuestro caminar por la vida”.
Al finalizar la homilía, otro de los diáconos tomó el Cirio Pascual y en procesión se dirigieron, el Obispo y el resto de los concelebrantes hasta la pila bautismal. También fue bendecida el agua al tiempo que se bautizó un pequeño, Daniel.
Después, el Prelado jiennense asperjó al pueblo fiel con el agua bendita, recordando así su bautismo. Y del mismo modo, fueron renovadas las promesas bautismales.
Los padres y padrinos del niño que había sido bautizado, presentaron ante el Obispo el Pan y el Vino como ofrendas.
Al concluir la bendición de la solemne Eucaristía, se ofreció a los fieles un chocolate caliente, para juntos celebrar la Pascua del Señor.