Carta Pastoral: Cuidemos a los enfermos
7 febrero de 2012 Queridos fieles diocesanos:
El próximo día 11 de febrero, Fiesta de las apariciones de la Santísima Virgen de Lourdes, celebramos en toda la Iglesia, como en años anteriores, la “Jornada del Enfermo”.
1. El cristianismo está lleno de paradojas, la mayor parte de todas puede ser, asegurar que el dolor sea fuente de alegría.
Lo expresa claramente el Pontífice actual, Benedicto XVI, cuando escribe: “lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella su sentido mediante la unión con Cristo, que sufrió con amor infinito” (Spe salvi, 38).
El dolor humano y el sufrimiento han encontrado una dimensión completamente nueva a la luz de la Pasión de Jesucristo. Él les ha enriquecido y dado sentido salvífico. No vino a traer una teoría del dolor, sino a cargar el sufrimiento sobre sí mismo. Nos invita a no desentendernos del enfermo, sino a ponernos a su lado para animarle en este camino y descubrirle esta gran verdad.
2. La Iglesia ha venido poniéndose al lado del enfermo desde las primeras comunidades cristianas.
Son muchas las personas enfermas a las que se acercó Jesús para curarlas de todos los males. “Pasó haciendo el bien”, escribe san Lucas, los heridos por la vida, en sus muchos males, eran sus preferidos (cf. Mc. 1, 29-39). Pocas páginas se han escrito con la belleza de la parábola del Buen Samaritano (cf. Lc. 10, 25-37).
Sus discípulos, desde entonces hasta hoy, seguimos su mismo proceder. Ya el Apóstol Santiago dijo a los presbíteros que ungiesen con óleo santo a los enfermos para alivio de su enfermedad (cf. Sant. 4, 14). ¡Cuántas estructuras ha creado la Iglesia, a lo largo del tiempo, para atender al enfermo en hospederías, hospitales, casas de acogida y otros centros, para cuidar de los “malheridos” en su cuerpo, en su alma y en su corazón!
3. Visitar al enfermo es aval para “ser bienaventurados”, nos repite hoy también Jesucristo, porque la enfermedad sigue sin ser vencida.
El sufrimiento lo tenemos en nuestro entorno siempre. Superadas o controladas muchas de las enfermedades, siguen apareciendo otras nuevas. Producen dolor: las familias desestructuradas, ver a los inmigrantes desprotegidos, ancianos solos, familias sin un mínimo vital, depresiones al no encontrar trabajo, enfermos incurables, padres y abuelos que sufren por el futuro de sus hijos y nietos, a los que tendríamos que añadir problemas del alcoholismo, drogodependencia, ludopatía… y sus consecuencias personales y en su entorno.
Los avances de la medicina, en todas sus ramas, son inmensos y debemos agradecerlo y apoyarlo, pero el dolor sigue presente y unas enfermedades o situaciones toman el relevo de otras nuevas.
4. Nuestro reconocimiento y apoyo agradecido a tantos profesionales de la medicina y colaboradores. Nuestra deuda es impagable.
Gracias a la Delegación Episcopal de Pastoral de la Salud, capellanes de Hospitales, visitadores de enfermos, ministros extraordinarios de la Eucaristía y, sobre todo, a los sacerdotes que día a día os acercáis a estos fieles, “los predilectos del Señor”.
Nuestra admiración más profunda por quienes día y noche veláis y acompañáis a vuestros familiares enfermos. El Señor está junto a vosotros de una forma especial y no os dejará nunca solos para recibir la fuerza necesaria.
Finalmente, muy queridos amigos y amigas enfermos: Rogad por todos nosotros al Señor. Vuestra súplica es la más eficaz de que dispone nuestra Iglesia. También rezamos por vosotros.
Con mi abrazo agradecido en el Señor.
+ RAMÓN DEL HOYO LÓPEZ, OBISPO DE JAÉN