Carta pastoral con motivo del Día del Seminario: “Merece la pena entregarse a Dios y dar la vida por los hermanos”

14 marzo de 2022

Queridos fieles diocesanos:

La Iglesia celebra en torno a la fiesta de San José el Día del Seminario. Este año 2022 será en los días 19 y 20 de marzo. El lema escogido es «Sacerdotes al servicio de una Iglesia en camino». La Subcomisión Episcopal para los Seminarios ha elaborado unos materiales muy interesantes que nos invitan a vivir esta Jornada como un especial momento de oración y de acción de gracias.

El camino sinodal que estamos viviendo como Iglesia universal y particular nos recuerda que la fe es un camino que se hace «juntos». A imitación de Cristo, todo pastor se pone a caminar junto al resto del pueblo de Dios. Como el papa Francisco ha recordado en más de una ocasión, el sacerdote, unas veces se coloca delante para indicar el camino y cuidar la esperanza de los hijos de Dios, otras va simplemente en medio de todos con su cercanía sencilla y misericordiosa, y en otras ocasiones camina detrás del pueblo para ayudar a los rezagados (EG 13). La vocación requiere para ello siempre en quienes son llamados a ser pastores un camino de éxodo de sí mismo para centrar la propia existencia en Cristo y en el servicio humilde y abnegado a su pueblo.

La Iglesia es un pueblo que camina siguiendo las huellas de Cristo, su esposo. Para ello necesitamos sacerdotes que, como recordaba la exhortación pastoral Pastores dabo vobis, unidos al Obispo y en estrecha relación con el presbiterio, construyan la unidad de la comunidad eclesial en la armonía de las diversas vocaciones, carismas y servicios y hagan así a la comunidad anunciadora y testigo del Evangelio (cfr. PDV 16).

Este año nuestra Diócesis y nuestro Seminario están de enhorabuena. Debemos felicitarnos por los siete nuevos seminaristas que han entrado este curso. Los doce seminaristas que se forman en nuestro Seminario son un signo de esperanza para nuestra Iglesia diocesana.

Sin duda, son fruto de la gracia de Dios que pasa por la acción silenciosa de muchos de vosotros, sacerdotes y fieles, que habéis sido para ellos instrumentos para que pudieran intuir la llamada del Señor y responder con generosidad: párrocos, profesores, catequistas, animadores Kairós, colaboradores parroquiales, cofrades… sin olvidar, el papel insustituible de padres, madres y abuelos. Gracias a todos por esa labor conjunta en sinodalidad.

Quiero agradecer la tarea que realizan los formadores del Seminario, cuidando, con esmero y dedicación, el crecimiento de la semilla de la vocación en nuestros seminaristas. La Delegación Episcopal de Juventud y Vocaciones está también realizando una estupenda labor de animación vocacional. Os ruego que, todos desde vuestro lugar, apoyéis a unos y otros.

En los encuentros que he podido mantener con los sacerdotes de la Diócesis, al inicio de mi ministerio episcopal entre vosotros, he podido comprobar de primera mano que tenemos en Jaén un presbiterio hermoso que vive la entrega en la diversidad de ministerios y tareas eclesiales confiados. No tengo duda ninguna de que esa entrega es la mejor pastoral vocacional que se puede llevar a cabo para ayudar a descubrir a los jóvenes la belleza y la alegría del sacerdocio. El sacerdote, cuando vive la pasión por el Reino de Dios, cuando sacrifica su tiempo, cuando no escatima esfuerzos por servir a sus hermanos… se convierte en un imán que atrae e invita a descubrir a otros que merece la pena entregarse a Dios y dar la vida por los hermanos.

Tenemos que cultivar en nuestra Diócesis una auténtica “cultura vocacional”. Se trata de una urgente prioridad. En la predicación, en la catequesis, en los sacramentos, en la propia vida de la Iglesia… tiene que resonar con fuerza la idea de que todos hemos salido de las manos del Creador con una misión que realizar. Nos soñó y colocó sus dones en nosotros para esa misión que cada hombre y mujer lleva en su interior como un tesoro que debe descubrir. Todos hemos de ayudar a los jóvenes a escuchar esta llamada de Dios que, a unos invita al sacerdocio, a otros a la vida consagrada, a otros a la tarea laical en el mundo y a todos a anunciar el Evangelio.

Os animo, especialmente, a que hagamos sin miedo la propuesta de la vocación sacerdotal a los jóvenes y a que cuidemos con esmero a aquellos jóvenes en los que intuyamos esa llamada del Señor a entregar la vida al servicio de los hermanos en el sacerdocio ministerial. Ponedlos en contacto con el Seminario. Sacerdotes y fieles, abramos bien los ojos y no dejemos de hacer esta propuesta con ilusión y valentía. La providencia de Dios no deja de actuar y sigue suscitando colaboradores para trabajar al frente de su viña.

Con motivo del Día del Seminario os invito, asimismo, a que en todas las comunidades parroquiales intensifiquemos la oración por las vocaciones al sacerdocio. Sé que lo hacéis, pero necesitamos acentuar aún más esa oración. A nivel personal y comunitario oremos con confianza al Dueño de la mies que envíe muchas y santas vocaciones a nuestra Diócesis.

Recemos también por nuestros seminaristas, para que crezcan cada día en santidad y en entrega a Dios. El Seminario es una etapa fundamental en la que los llamados por el Señor deben ir aprendiendo, poco a poco, a despojarse de sus intereses personales, a renunciar a sus planes y proyectos, para prepararse a una entrega total y sin reservas que los lleve a caminar sirviendo al pueblo de Dios. En los meses que llevo con vosotros como obispo he podido conocer a nuestros seminaristas y ver su ilusión y su valentía. Les felicito por ello. Pidamos al Padre de las misericordias que continúe alentando su perseverancia y los haga hombres capaces de amar a la gente con un corazón grande y puro, con una entrega total y fiel, con una ternura que sea reflejo de la misericordia del Buen Pastor y con un celo y audacia apostólicas que sean en el futuro un impulso de nuevos caminos de evangelización.

Que el Señor continúe bendiciendo nuestro Seminario con abundantes y santas vocaciones que sean mañana canales de la gracia y la misericordia del Señor para nuestra Iglesia diocesana.

A todos os envío de corazón mi afecto y bendición,

 

+Sebastián Chico Martínez
Obispo de Jaén

                                                                 

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