Homilía en la Eucaristía de Coronación de Nuestra Señora de Zocueca, Patrona de Bailén

9 mayo de 2017

1. Hemos sido convocados a rendirle, en esta tarde del mes de mayo, mes de las flores a María, un homenaje de fe y de amor a Ntra. Sra. De Zocueca, Madre y Patrona de la ciudad de Bailén. Se pone hoy de manifiesto una entrañable historia de piedad mariana, que a lo largo de siglos se ha ido acrecentando cada vez con mayor intensidad entre vosotros. Esta bella y bendita imagen que hoy coronaremos, siempre ha estado acompañada por la oración sencilla, humilde y tierna de sus hijos. Sin embargo, según una arraigada tradición, se dice entre vosotros los hijos e hijas de Bailén, que Zocueca, que por algo significa camino, es una advocación que nació en los orígenes mismos del cristianismo; y que luego tuvo que caminar hasta llegar a Bailén, en los márgenes del río Rumblar. Pero se dice también que durante su camino recibió la fe y el amor de otros muchos cristianos que la tuvieron como a su Madre. Ella, sin embargo, por ese misterio que siempre es la encarnación de una imagen de la Virgen en una tierra, había elegido a Bailén para asentarse entre vosotros. Se puede hoy decir que la relación entre Bailén y Zocueca es una bella historia de amor.

2.Un testimonio precioso de este deseo de la Virgen de asentarse como Madre entre vosotros es la historia de unos cristianos mozárabes, que le levantaron una Ermita en la que venerar su pequeña imagen, en 1.150, cuando Alfonso VII ganó los campos de la cruz para Bailén, como afirman las crónicas. Desde entonces se fueron consolidando unos lazos tan especiales entre la Virgen de Zocueca y los bailenenses que cada uno de vosotros tiene gravada en los ojos y en el corazón la bella imagen de esta bendita madre.

3.Como dijo uno de vosotros: “De cara hermosísima, los ojos algo dormidos y que parecen mirar a todas partes, tiene el cabello tendido por la espalda y partida su cabellera por medio; en la palma de la mano está el Niño sentado y en la otra tiene como un canasto con madroños, que está el Niño haciendo para cogerlos” (Fancisco de Mora, Vicepárroco, 1861). La imagen preciosa que hoy coronamos es el testimonio de cómo la memoria espiritual cincela una imagen y la embellece con los más nobles detalles del corazón creyente. Es esta relación entrañable entre Bailén y su Patrona lo que nos permite hacer este acto de coronación, que insisto en que no es otra cosa que un detalle especial de amor de Bailén con su madre.

4.Pero habréis de saber que este rito, que hoy celebramos en honor de la Virgen María, pertenece a la más auténtica tradición de la Iglesia; y también habréis de saber que, si la Iglesia lo hace, es porque ya lo hizo el mismo Dios con María, la Virgen Madre de su Hijo. Es importante que sepamos que en la coronación de María no hemos sido los primeros; ya lo hizo el mismo Dios que la coronó como Reina y Señora de todo lo creado. Se puede muy bien decir que lo que hoy hacemos en Bailén adquiere todo su valor porque nuestro acto de coronación lo asociamos a la mano misma de Dios, que coronó a la Virgen para que compartiera la realeza de Cristo Resucitado. “Una mujer, vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza” (Ap 12,1).

5.Este precioso rito de coronación nos tiene que hacer caer en la cuenta de que su realeza es inseparable de la de su Hijo. La Virgen María recorre, como madre y discípula, el camino de Jesucristo, hasta participar con él en su gloria. ¡Es en la gloria de Dios donde los dones y privilegios de María lucen en toda su belleza! Como afirma el Concilio Vaticano II: “La Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa original, terminado el decurso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial y fue ensalzada por el Señor como Reina universal con el fin de que se asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor de señores (cf. Ap 19, 16) y vencedor del pecado y de la muerte” (LG 59).

6.Querido Bailén, saber que son las manos de Dios las que coronan a María, no le resta ningún valor a lo que nosotros hacemos, al contrario, eleva nuestras acciones con un brillo singular: hace que los gestos que hoy nosotros estamos teniendo con Nuestra Señora de Zocueca Coronada tengan un maravilloso toque divino. Sólo así la veremos como Madre del Hijo de Dios y Rey mesiánico, colaboradora augusta del Redentor, Perfecta discípula de Cristo y miembro supereminente de la Iglesia.

7. Ante tanta belleza y tanto amor como María recibe de Dios y de todos nosotros, haríamos bien en preguntarnos esta tarde qué puede estar sintiendo en su corazón. Hay quien ha dicho que el Magnificat, que un día entonó la Virgen, es un canto celestial que se escucha con gozo y gratitud en la tierra. En él abre su corazón y pone al descubierto toda la belleza de su alma humilde: la que recibe de la grandeza de Dios y la que recibe del cariño de los hijos e hijas de Bailén. Esta tarde la Virgen de Zocueca dice ante Dios: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava”. Y de nuestro amor dice: “Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí”.

8.Sin embargo, en medio de los halagos de Dios y de los nuestros, la Virgen no está pendiente de sí misma; Ella conoce muy bien su misión y nos sigue mirando con esos benditos ojos suyos, que tienen el color de la misericordia divina. “Esos tus ojos misericordiosos”. Nos mira así, porque la Virgen sabe cómo mira Dios: “Y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”. Esa mirada de La Virgen de Zocueca hace que la corona que hoy le ofrecemos se convierta en un don de Dios para nosotros. Al poner la bendita y bella corona sobre su cabeza y la de su Hijo Jesús, con toda confianza pongamos al mismo tiempo en su corazón nuestras necesidades más profundas; sobre todo pidámosle que nos sitúe siempre en el el camino de la fe, de una fe que nos lleve al sueño misionero de llegar a todos.

9.Tras esta petición esencial para nuestra vida cristiana, no dejemos de exponerle todas aquellas necesidades que le traemos en este día entrañable de su coronación. Como una vez dijo el Papa Francisco, con unas bellas y sencillas palabras: “es muy lindo pensar de la Virgen nuestra madre que siempre va rápidamente a ayudar a quien la necesita. Por eso sería bello agregar a las letanías de la Virgen una que diga así: Señora que vienes rápidamente, ruega por nosotros. No tengamos ningún reparo en abrirle el corazón, por muy graves e intensos que sean nuestros problemas y dolores; ella siempre los acogerá y comprenderá. Ya sabéis que la Virgen, además de la corona de gloria de su Hijo, siempre lleva con Jesús y con nosotros una corona de espinas. La Virgen de Zocueca es la mejor testigo de esas espinas que estáis sufriendo con la crisis económica y laboral que hace tiempo que padece Bailén. Ella ha llevado en el corazón las espinas que le han llegado por el ruego dolorido de tantas necesidades materiales y espirituales como le habéis presentado. Quizás sea por eso que en los últimos días se ha acercado a todas las zonas de la ciudad, para llevaros a todos sus consuelos de Madre.

10.Cuando ahora sea coronada Nuestra Señora de Zocueca os va a decir a todos: “vosotros sois mi corona”. La Virgen siempre quiere verse coronada por el amor de sus hijos. Por eso os invito especialmente a tejerle entre todos una corona que esté bien diseñada con joyas de vuestra vida cristiana: la de vuestra sólida confesión de fe en su Hijo Jesucristo; la de vuestra relación con él en la oración, en los sacramentos y en especial en la participación en la Eucaristía dominical; la de vuestra vida siempre dispuesta a vivir el Evangelio; la de hacer de la caridad el emblema de vuestras actitudes y acciones; la de trabajar por la justicia del Reino de Dios allí donde haya desigualdades; la de estar abiertos al seguimiento de Jesucristo por aquellos caminos que él nos vaya proponiendo; y la de ser siempre testigos de la fe en medio del mundo con palabras y con obras. Junto a la corona de oro que ahora le pondremos, esta de vuestros corazones creyentes, será para la Virgen una hermosísima corona, es la de la vida cristiana de sus hijos de Bailén. Que Nuestra Señora de Zocueca Coronada os proteja siempre. AMEN.

+ Amadeo Rodríguez Magro, Obispo de Jaén

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