Homilía de la Misa del Jubileo de los Diáconos Permanentes y Seminaristas y Jornada misionera de El Buen Pastor

17 abril de 2016

1. Saludos al Ilmo. Sr. Vicario General, Rector y Formadores de los Seminarios Mayor y Menor diocesanos, Sacerdotes y formadores, seminaristas y adolescentes del programa diocesano vocacional “Manuel Aranda”.

Nuestro saludo especial a los dos candidatos, del Seminario Mayor, a quienes voy a instituir como lectores durante esta celebración, a sus familiares y amigos.

Muy queridos fieles.

2. Dentro del programa diocesano establecido en orden a poder alcanzar la indulgencia jubilar de este año de la misericordia, en este Domingo llamado de El Buen Pastor, corresponde hacerlo a los Seminaristas de toda la Iglesia, en Roma y en sus respectivas diócesis. En la Diócesis de Jaén se han sumado a ellos los tres diáconos y familias, uno próximo a recibir el ministerio sacerdotal y los otros, diáconos permanentes casados, a quienes acompañan otros candidatos para recibir este mismo diaconado.

Bienvenidos todos. Nos alegra y agradecemos al Señor esta riqueza de nuestra Iglesia diocesana. Que la indulgencia jubilar suponga para todos: reforzar su entrega a favor de la caridad y misericordia para con el prójimo y “crecer en el amor”, como leemos en la Bula de convocatoria de este Año Santo “Misericordiae vultus”, al tiempo que nos “libera de todo residuo, consecuencia del pecado”, aunque esté ya perdonado. “Acercarnos a la misericordia del Padre, como escribe también el Papa Francisco en este Documento, en la certeza de que su perdón se extiende sobre toda la vida del creyente” (n. 22).

3. El ministerio de lectores que van a recibir también en esta celebración dos de nuestros seminaristas, que caminan hacia el sacerdocio ministerial, supone para ellos un compromiso especial, como fieles bautizados, de prestar un servicio en las celebraciones litúrgicas para proclamar la Palabra de Dios, un oficio ya permanente para toda su vida al servicio de la fe del Pueblo cristiano. Se trata de un ministerio que es, ante todo, servicio a favor de los demás, desde el anuncio de la buena nueva de la salvación a quienes aún la ignoran, y servicio misionero. Colaboran, sobre todo desde la catequesis, en el anuncio y preparación a los niños, adolescentes, jóvenes y adultos para que reciban dignamente los sacramentos.

Amigos, José Navarrete Ochoa y Jesús María Almagro Vázquez: desde hoy, debéis escuchar vosotros mismos, antes que proclamarla, esa Palabra de Dios que nos salva, transforma y alimenta, y así conservarla y hacerla vuestra para que, de día en día, se acreciente en vosotros su suave y vivo afecto, hacia esas Palabras reveladas por Dios.

4.Todo esto lo hacemos coincidir en este cuarto Domingo de Pascua en el que la sagrada liturgia nos presenta a Jesús resucitado como el Buen Pastor que conduce a su rebaño a los pastos de vida eterna.

Esta imagen tan bíblica de Jesús Resucitado como Buen Pastor que conduce a su Pueblo, nos ayuda a vivir también la Jornada Mundial de Oración por las vocaciones y la Jornada de Vocaciones Nativas, que celebra hoy toda la Iglesia, bajo el lema “Te mira con pasión”.

Así es cualquier vocación tanto para el sacerdocio como para una especial consagración de su vida. Supone y le precede una mirada muy personal de Jesucristo, que es quien elige y capacita. Se trata de una mirada siempre misericordiosa que respeta la libertad del ser humano y espera una respuesta decidida y no de medias tintas. O todo o nada.

En su precioso Mensaje del Santo Padre, el Papa Francisco, para esta jornada, recomiendo su lectura sobre todo a los Diáconos y seminaristas, nos dice: “Toda vocación en la Iglesia tiene su origen en la mirada compasiva de Jesús. Conversión y vocación son como las dos caras de una sola moneda y se implican mutuamente a lo largo de la vida del discípulo misionero”.

5. En el breve texto evangélico de hoy, del apóstol san Juan (Jn 10, 27-30) nos presenta Jesús una doble declaración fundamental sobre su identidad. Dice que Dios Padre y Él son uno y que Él da la vida eterna a los que le siguen. La reacción de sus interlocutores, que le habían pedido que les aclarara de una vez si era o no el Mesías esperado, fue atroz. Tomaron piedras para arrojárselas como a un blasfemo (Jn 10, 31).

Además de ofrecernos por tanto, con toda claridad su identidad, Jesús, en el evangelio proclamado nos ofrece asimismo una especie de estatuto fundamental sobre la identidad entre él y los suyos, entre el Pastor y su rebaño:

El primer principio es que todo cristiano está llamado a escuchar la palabra de Jesús: “Mis ovejas escuchan mi voz”, nos dijo. Uno no es cristiano desde sí mismo o por el peso de la razón, sino desde el momento en que se abre a las enseñanzas y palabras de Jesucristo.

El segundo principio es que Él nos conoce: “Yo las conozco”. Conocer en la Sagrada Escritura equivale a amar, preocuparse por cada una de sus ovejas, por cada uno de nosotros. Y así es.  Él intercede ante Dios Padre misericordioso para que tenga siempre misericordia con nosotros y así nos va formando, poco a poco, un corazón misericordioso para con todos.

Y otro principio, finalmente, consecuencia de los otros dos, es seguir decididamente a Jesús: “Ellas me siguen”. No menos de setenta veces aparece el término “seguir” en los evangelios en relación con Jesús. ¿Y qué significa este seguimiento? Exige ponerse enteramente al servicio de la persona y causa de Jesús y estar dispuesto a recorrer con Él la misma suerte y los mismos caminos (Jn 12, 26).

6. Las otras dos lecturas proclamadas nos hablan de que el Evangelio de Jesús está destinado y ha de llegar a todas las gentes y en todos los tiempos.

Como Pablo y Bernabé que lo anunciaron, los primeros, a los paganos, la cadena misionera nunca se ha roto y el mandato de Jesús  ha llegado hasta nosotros: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16,15). Nos lo repite a nosotros.

A todos nos afecta este mandato pero son esenciales, como todos conocemos, vocaciones especiales misioneras dentro de la Iglesia. Estos nacen y crecen en su seno y, la Iglesia, todo el Pueblo de Dios, las sostiene.

Apoyar a más de 75.000 seminaristas que actualmente están cursando estudios en Seminarios Mayores y Menores en paises mucho más necesitados que nosotros y los 15.000 novicios y novicias para la vida consagrada, en parecidas circunstancias, puede estar en nuestras manos, a través de nuestra aportación en la colecta de esta Misa. Pero, por encima de esa ayuda material, la Iglesia y el Santo Padre nos invitan en esta Jornada a pedirle juntos al Señor, con plena confianza, que continúe llamando a muchos jóvenes a la misión, como sacerdotes, consagrados y desde el laicado cristiano.

El pasado año nuestra Iglesia de Jaén aportó en esta jornada y para estos fines 15.209,75 euros. Gracias por su generosidad.

7. Que la que es Reina de las Misiones, nuestra Madre del Cielo, cuide de estas vocaciones tan especiales dentro del rebaño de su Hijo, Buen Pastor, e interceda ente el Dueño de la Mies para que continúe enviando nuevas vocaciones a su mies. Una bendición especial del Señor Resucitado para los dos candidatos que instituimos lectores y para los seminaristas y diáconos diocesanos. ¿Ya han pensado unir a este jubileo una de las obras de misericordia? Que el Señor nos conduzca a todos por sus caminos de amor misericordioso para con todos. Así sea.

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