Homilía de la Misa del Jubileo de los Arciprestazgos de Cazorla y Úbeda

10 abril de 2016

Saludos…

1. No ceso de dar gracias a Dios por la generosa respuesta de nuestro pueblo cristiano a la invitación del Papa Francisco para celebrar un año especial, jubilar, sobre la misericordia divina que llega hasta nosotros.

Esta tarde nos reúne en esta Catedral de Baeza el propósito de alcanzar la indulgencia de este jubileo extraordinario, los arciprestazgos de Úbeda y Cazorla.

Gracias por su esfuerzo para llegar hasta aquí y su preparación por parte de mis hermanos sacerdotes aquí presentes. Mi saludo más cordial para todos:

  • Al Ilmo. Señor Vicario General y Deán de la Catedral que nos acompaña y se hace presente en todos estos actos especiales del año jubilar; a sus arciprestes y sacerdotes; miembros de los Consejos parroquiales o colaboradores en la organización de los mismos, a todos y cada una de las personas aquí reunidas, además del coro que nos acompaña.
  • Hacemos especialmente presentes a los niños, ancianos y enfermos de sus parroquias. Les animo a preparar en sus comunidades respectivas la Pascua del enfermo en este año, con un cariño y dedicación especial. Les invito también, como ya lo habrán recibido los sacerdotes desde la Delegación, a interesarse por enviar a algunos adolescentes de sus parroquias al Encuentro jubilar que celebrarán el día 14 de mayo próximo en el Santuario de la Virgen de la Cabeza, acompañándoles incluso, pues se precisan Confesores.

2. Feliz la idea del Santo Padre, al convocar el presente jubileo extraordinario de la misericordia en toda la Iglesia, como respuesta a lo que fue uno de los pilares doctrinales del Concilio Vaticano II, clausurado hace cincuenta años.

Sin duda se trata de una inspiración del Espíritu Santo a favor de la renovación de la Iglesia en el momento presente, al que Dios nos invita a responder. Como nos indica el Papa en la Bula de Convocatoria: Misericoridae vultus –el rostro de la misericordia-: “Es determinante para la Iglesia (hoy) y para la credibilidad de su anuncio que viva y testimonie en primera persona la misericordia”.

Y escribe más adelante: “La primera verdad de la Iglesia es el amor de Cristo. De este amor, que llega hasta el perdón y al don de uno mismo, la Iglesia se hace sierva y mediadora ante los hombres. Por tanto, donde la Iglesia esté presente, allí debe ser evidente la misericordia del Padre” (n. 12).

Serían más que suficientes estas frases del Santo Padre para grabarlas en lo más íntimo de nuestros corazones, y hacerlas vida, cada uno de nosotros, para responder a los verdaderos propósitos del Espíritu y del Santo Padre en este año Santo Jubilar.

Este Jubileo se extiende como saben hasta el día 20 de noviembre de este año, Solemnidad litúrgica de Cristo Rey. No termina con este acto y peregrinación, por tanto

3. Para aprender ser misericordiosos debemos fijarnos, acudir a la Sagrada Escritura, se nos presenta al Señor en muchas de sus páginas, como Dios de misericordia. Sobre todo hemos de fijarnos en Jesús que vino a salvar lo que estaba perdido, a cargar con nuestras miserias, a compadecerse de los que sufren y necesitados. Jesucristo resume y compendia toda la historia de la misericordia divina.

Santo Tomás insiste frecuentemente en sus escritos, que la omnipotencia divina resplandece de manera especial en la misericordia (Summa teologica 1, q. 21, a. 4; 2-2, q. 30. a. 4). Y San Agustín ponía toda su esperanza en la gran misericordia del Señor, no en sus méritos (Cf. Confesiones, 10).

Ciertamente la misericordia de Dios es la esencia de toda la historia de la salvación y el porqué de todos los hechos salvíficos. El atributo divino de la misericordia es como el motor que guía y mueve la historia de cada ser humano.

4. En el relato evangélico que hemos escuchado, del Apóstol San Juan (Jn 21, 1-19) encontramos a siete de los apóstoles en Galilea, pescando en el lago. Allí les había llamado un día Jesús para seguirlo. Habían estado toda la noche pescando, pero habían perdido el tiempo. Sin Jesús no habían cogido nada. Por la mañana, con la luz, cuando Jesús se hizo presente y les iluminó con su palabra: “Echad la red a la derecha de la barca”; Pedro obedeció y las redes llegaron repletas a la orilla.

El amor que le profesaba el Apóstol Juan hizo que reconociera a Jesús desde la distancia; le dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Éste, impulsivo como era, saltó de la barca para encontrarse con él cuanto antes nadando. Los demás llegaron en la barca.

En nuestra jornada y trabajos ocurre lo mismo. En ausencia del Señor el día se hace noche. Nuestros esfuerzos no bastan, necesitamos de Dios para que den fruto. Con Cristo todo se enriquece. El drama del cristiano comienza cuando no ve a Jesús en su vida. Cuando hacemos las cosas solos, como si Jesucristo no hubiera resucitado, mirando como faenamos  solos. ¡Qué grande es el cristiano cuando acierta a descubrir al Señor en cualquier circunstancia de su vida!

5. Al llegar a tierra vieron unas brasas preparadas con un pez puesto encima y pan. Les pidió otros peces de los que habían pescado para ponerles también sobre las brasas y comer juntos.

Los Santos Padres han comentado este episodio diciendo que la barca representa a la Iglesia, cuya unidad está simbolizada por la red que no se rompe; el mar es el mundo; Pedro, en la barca, simboliza la suprema autoridad de la Iglesia; el número de peces, ciento cincuenta y tres, son los llamados, comenta san Agustín, y nosotros, como los Apóstoles, somos los pescadores que tenemos el encargo de predicar su evangelio a todas la gentes.

Celebraron el encuentro pascual, en un almuerzo preparado por el Señor, en la orilla del lago. Muchas veces habían compartido la mesa con Jesús en ocasiones anteriores, pero esta vez era distinto. Recordarían y revivirían con emoción el clima de la última cena en la que Jesús partió el pan y les dijo: Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía (Lc 22, 15). Así celebró aquel pequeño grupo de pescadores el triunfo de la resurrección del Señor. Desde aquel momento cambió radicalmente su forma de vida. De nuevo dejaron todo por seguirle a Jesús Resucitado.

6. También nosotros celebramos este tercer domingo de Pascua con la celebración de la Eucaristía, el mejor modo de encontrarnos realmente con la presencia de Jesús resucitado.

Nos invita a echar la red con la paciencia propia del pescador. Es la fuerza del Señor, su palabra quien va por delante. A nosotros nos corresponde ser instrumentos suyos: echar la red, orar, querer, dar ejemplo, comprender… Si nuestros amigos tardan responder a la gracia, hemos de prodigar aún más nuestra comprensión, nuestra paciencia, nuestro afecto, ser misericordiosos, como nuestro Padre Dios es misericordioso con todos, también con nosotros.

7.Hace una semana exactamente pedía desde este mismo lugar que rezaran por mí, para conducir la barca de esta iglesia diocesana, pero, sobre todo, por quien me sucedería pronto. Algo intuía, pues hoy sabemos ya quién será, si Dios quiere, el nuevo obispo de Jaén: D. Amadeo Rodríguez Magro, actual Obispo de la Diócesis de Plasencia.

Como les decía en mi carta de presentación del nuevo Pastor y de despedida por mi parte, él debe ser ya el protagonista de esta Iglesia milenaria, y preparar con ilusión su llegada.

Así lo pedimos juntos al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen de la Cabeza y de San Eufrasio, nuestros patronos e intercesores. Que así sea.

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