Homilía de la Misa Apertura del proceso, en su fase diocesana sobre declaración de martirio. Causa: Manuel IZQUIERDO IZQUIERDO y 129 compañeros
9 abril de 20161. Con esta Misa de acción de gracias a Dios y súplica al Espíritu Santo, vamos a proceder a la apertura de un nuevo proceso diocesano sobre la declaración de martirio del sacerdote MANUEL IZQUIERDO IZQUIERDO y 129 compañeros, a solicitud del Consejo presbiteral diocesano. El testimonio de los mártires es verdadero don de Dios y riqueza para la Iglesia.
En este año jubilar extraordinario de la misericordia queremos reconciliarnos con una historia y heridas del pasado en nuestra Diócesis. No podemos perder la memoria de unas vidas que son patrimonio de esta Iglesia particular. Su testimonio heroico, fortalece nuestra fe, al tiempo que aumentará el número de intercesores ante Dios.
Como expresaba en mi reciente carta dirigida a los fieles diocesanos, estas tierras han sido regadas, desde los primeros siglos del cristianismo, por la sangre martirial, desde san Eufrasio, San Bonoso, san Maximiano y san Amador, pasando por san Pedro Pascual y el Beato Marcos Criado, hasta los mártires del siglo XX, como san Pedro Poveda y el obispo Manuel Basulto y compañeros, estos últimos recientemente beatificados en la Ciudad de Tarragona.
2. El mensaje común que nos ofrecen tanto nuestros mártires antiguos como de nuestros días, es el perdón para todos.
El Papa Francisco nos recordaba recientemente que: “el gozo de Dios es perdonar… ¡Aquí –decía- está todo el Evangelio, todo el cristianismo! No se trata de un sentimiento…, al contrario, la misericordia es la verdadera fuerza que puede salvar al hombre y al mundo del ‘cáncer’ que es el pecado, el mal moral, el mal espiritual. Sólo el amor colma los vacíos… sólo el amor puede hacer esto y éste es el gozo de Dios”.
Hasta aquí las certeras palabras del Papa. Estamos llamados ciertamente a eliminar de la mente y del corazón la tristeza del rencor y del odio. Jesucristo nos repite, una y otra vez: “Sed misericordiosos como es misericordioso vuestro Padre celestial” (Lc 6,36).
Que este nuevo proceso de martirio, como el anterior que concluimos ya en esta Iglesia, supongan la reconciliación plena desde el perdón dado y recibido, como antes he señalado. Significa, en definitiva, el triunfo de la voluntad de Dios Padre de las misericordias, del perdón y de la paz, en este año jubilar extraordinario de la misericordia.
3. Las lecturas santas proclamadas nos invitan a ser fieles siempre a Cristo, incluso si fuera preciso, aceptando el martirio; nos recuerdan también la hermosura que supone llevar a otros el Evangelio de Jesús y, finalmente, nos hablan sobre el testimonio del amor cristiano, sin el que incluso el martirio perdería su valor.
En primer lugar, el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hech 7, 55-60) al referirse al Diácono Esteban, el protomártir, insiste en decirnos que era un hombre “lleno del Espíritu Santo”. Esto significa que estaba lleno del amor de Dios. Que su persona y su vida estaban impregnadas del Espíritu de Jesús Resucitado, siguiéndole a Cristo con fidelidad total.
En el proceso que vamos a abrir hoy, en su fase diocesana, tenemos que destacar que estos 130 bautizados murieron “in odium fidei”, por odio a la fe, no por otras razones. No quisieron renegar de bien tan grande y murieron confesando a Cristo. Eran personas creyentes en las que la fuerza de Dios actuó en aquellos momentos de forma especial, como en la muerte del diácono san Esteban. Verían también de alguna forma “los cielos abiertos”.
4. No dudaron este numeroso grupo de cristianos, como otros seguramente que no se han incluido en la lista ante la ausencia de pruebas conclusivas tal como se nos indicó en la Congregación romana para la Causa de los Santos, en presentar mediante el testimonio de su vida ante otros, la fuerza salvadora del Evangelio de Jesucristo. Por ello les llevaron a la muerte. De no haber comprobado en ellos la llama viva de su fe, habrían pasado desapercibidos seguramente.
Compartieron con otros lo más valioso que tenemos los cristianos: Cristo y su Evangelio, su amor misericordioso y el perdón. No vivieron su fe a escondidas, sino a plena luz y con todas las consecuencias.
Hay ejemplos escalofriantes que llenan de emoción. Nos recuerdan a los mártires de los primeros siglos. Ejemplos idénticos se dan también hoy, como sabemos, en los continentes africano y asiático, como en otras partes del mundo. Que el Espíritu Santo les llene de fortaleza para que sean fieles a su fe y respondan al mal con el bien.
5. El grupo numeroso de estos fieles diocesanos, 109 sacerdotes, una religiosa, un matrimonio (Teresa Basulto y esposo), una mujer viuda, y 17 varones seglares, nos animan en nuestro seguimiento a Jesucristo y a vivir su evangelio con todas las consecuencias; a no cerrarnos, ni aislarnos en nuestros problemas e intereses, sino a “salir”, como nos indica el Papa Francisco: ir al encuentro –si es preciso de uno en uno- de quienes necesitan de nuestra atención, comprensión y ayuda, para ofrecerles la cálida compañía del amor de Dios, a través de gestos concretos, como son las catorce obras de misericordia.
Nos señala cada uno de estos cristianos martirizados el camino a seguir, pero cuestionan también nuestra fe: ¿cómo es mi fidelidad y entrega al Señor? ¿Me percato y me preocupo de quien padece necesidad cerca o lejos de mí? Gustaron de la misericordia de Dios en su vida y no dudaron en ser misericordiosos hasta en el suplicio que acabó con sus vidas, perdonando, como gesto supremo de amor.
6. Así lo ha dispuesto el Señor. Hace tiempo que se fijó la fecha de apertura de este proceso con intervención del Postulador de esta Causa, Monseñor Rafael Higueras y el Encargado Diocesano para las causas de los santos, M. I. D. Antonio Aranda. Ellos han ido perfilando y preparando todos los detalles, hasta este solemne momento. Gracias por tantas horas de trabajo calladas. Es el grano que se pudre para dar frutos.
Gracias al Consejo presbiteral diocesano que, en sesión del pasado día 8 de junio del año pasado, acordó incoar este proceso como parte actora del mismo, encabezándolo el sacerdote de 83 años, D. Manuel Izquierdo Izquierdo.
Gracias de corazón a otros muchos colaboradores en la preparación de esta causa, sobre todo a Nuestro Señor que ha bendecido, una vez más, a estas tierras con cristianos tan cualificados.
A ellos encomendamos, a mi Sucesor en esta Iglesia de Jaén, para que, en nombre de Jesús Resucitado, Buen Pastor, conduzca a esta comunidad cristiana por los caminos del evangelio, la anime y alimente. Que así sea.