La diócesis celebra la Jornada del Inmigrante
27 enero de 2015 “Cuando vivimos la mística de acercarnos a los demás y buscar su bien, ampliamos nuestro interior para recibir los más bellos regalos del Señor. Cada vez que nos encontramos con un ser humano en el amor, quedamos capacitados para descubrir algo nuevo de Dios. Cada vez que se nos abren los ojos para reconocer al otro, se nos ilumina más la fe para reconocer a Dios”
(Evangelii Gaudium)
En la celebración de la Jornada Mundial de las Migraciones de este año 2015, vivimos intensamente ese “más bello regalo de Dios”, y es el encuentro con el Señor y con el hermano inmigrante que a diario tenemos a nuestro lado…muchas veces sin percatarnos de ello.
La Parroquia de Belén y S Roque, acogió, como madre generosa a sus hijos e hijas venidos de otras parroquias y de múltiples países, el pasado día 18 de Enero para participar en la Eucaristía.
La celebración, contó con la participación y testimonio de inmigrantes subsaharianos y voluntarios de proyectos de acogida de inmigrantes, que derramaron toda su Vida y experiencias ante la mesa compartida que estaba preparada para acogernos a todos-as.
Jesús Castro y Juan Herrera celebraron la Eucaristía y fueron introduciendo a los participantes en la situación de los inmigrantes en estos momentos de crisis económica y social, a la vez que hicieron sentir la presencia a raudales de Cristo, que de nuevo pasó entre nosotros acogiendo y acariciando los rostros más sufrientes y necesitados de apoyo.
El lema de la Jornada, se podía leer en toda la iglesia: “Una Iglesia sin fronteras, madre de todos” y nos sentíamos efectivamente acogidos entrañablemente por esa Madre que recibía a pueblos y naciones sin discriminaciones, sin límites, para anunciar a todos que “Dios es Amor” (1 Jn 4,8) y así se proclamó durante la Eucaristía sintiendo la acogida y solidaridad entre todos.
El símbolo de la valla que separa, estuvo presente durante toda la celebración: Valla que se situó entre el altar y el pueblo…valla que al igual que en Ceuta y Melilla, separa hermanos, abre brechas y atenta contra la dignidad de la persona.
Un gesto de solidaridad siguió al de donación total de Cristo en la Consagración y tuvo lugar antes de rezar el Padrenuestro… Se procedió a la ruptura de la valla por un grupo de voluntarios e inmigrantes y así, rotas fronteras, subió al presbiterio un gran números de personas que, dadas las manos, enlazaban a todos los participantes en un canto y oración al mismo Padre- Madre Dios de todos.
Tras la Eucaristía pudimos compartir en los salones parroquiales varios platos preparados por voluntarios e inmigrantes y que supieron a gloria, dada la hora y la variedad de sabores que pudimos disfrutar.
Afuera golpeaba la lluvia tras los cristales, pero dentro, en las entrañas amorosas de nuestra madre la Iglesia, sentíamos el calor, la charla amiga y la sonrisa de la vida en familia. De una familia sin vallas, sin fronteras que atenten contra la dignidad del hermano. De una familia que se siente caminante junto a los más desprotegidos de esta Sociedad, que sabe que una Espiritualidad profunda, ha de acompañarse de una movilización de estructuras cómodas y con voz profética, salir a las calles, a los caminos de Jaén y en las periferias humanas, hacer llegar la voz del Señor Jesús. Esa voz que nos interpela una y otra vez y que nos lanza a un sueño de igualdad y acogida hacia todos los seres humanos, porque en todos ellos está dibujado el rostro de Dios.
Esta Jornada, se continuó con el Círculo del Silencio el martes día 20 de Enero en la Plza. de la Constitución. La denuncia profética de tantas situaciones de injusticia como sufren los inmigrantes, no puede separarse de la mesa compartida de la Eucaristía.
Desgraciadamente, cuántas veces nos encerramos en nuestras pequeñas cosas, en nuestro círculo de comodidad… Y contra esta situación, frecuente entre los cristianos, el Papa tiene palabras muy duras:
“Uno no vive mejor si se escapa de los demás, si se esconde, si se niega a compartir, si se resiste a dar, si se encierra en la comodidad. Esto no es más que un lento suicidio”.
Por tanto, desde esta Jornada, queremos llevar a una esperanza activa, a la acción concreta por los últimos, la proximidad con ellos, el contacto personal que nos hace salir de nosotros mismos. Se trata, así, de que juntos, generemos una espiritualidad de ojos y de corazón bien abiertos a los demás, que moviliza y llena el corazón.
Entre oración, denuncia profética, acogida, y ternura queremos seguir caminando en este año 2015 desde el Secretariado de Migraciones de la Diócesis de Jaén.
Esta Jornada una vez más ha sido un impulso para ello.