La Escuela Bíblica de Úbeda concluye el curso 2011-12 con una peregrinación a Tierra Santa
11 julio de 2012 La Escuela Bíblica de Úbeda surgió en el curso 2004-2005 por iniciativa de algunos alumnos de la sede arciprestal de la Escuela de Fundamentos Cristianos, que, después de haber cursado el bienio de estudios en la misma, expresaron su deseo de seguir dedicando una noche a la semana a la formación cristiana seria. Puestos a decidir sobre la temática que debería tener el nuevo curso, el grupo se decantó por el Antiguo Testamento, al cual, como se sabe, estaba dedicado el primer cuatrimestre de la EFC y con cuya lectura y comprensión muchos alumnos expresaban tener dificultades.
Y ese fue el comienzo, porque desde entonces los alumnos de la Escuela Bíblica de Úbeda se han dedicado a la Sagrada Escritura. La Escuela ha pretendido desde siempre propiciar el estudio serio de la Biblia y pero sobre todo su lectura profunda y creyente. No nos sirve de nada profundizar en los conocimientos sin hacernos más y mejores creyentes. Pero lo primero nos sirve en gran medida para propiciar lo segundo.
El curso 2006-2007 fue dedicado al estudio de los evangelios. El 2007-2008 al libro de los Hechos de los Apóstoles y las cartas de Pablo. El 2008-2009, a los libros proféticos del Antiguo Testamento. Después del obligado paréntesis de la Escuela durante el curso 2009-2010 a causa de la ausencia del profesor por motivos de estudios en Salamanca y en Jerusalén, en el 2010-2011 ocupó el interés el Pentateuco.
Este curso 2011-2012 ha sido especial. Por un lado el grupo está maduro después de estos años de andadura común y, por otro, ha aumentado el número de personas que lo forman: una cincuentena que ha seguido el curso de modo presencial y algunos más que lo han seguido a través de la página web del mismo. El Título del curso era “Biblia y Tierra Santa”. Y para una gran mayoría de los alumnos (45), no ha acabado en el Salón de la parroquia de Santo Tomás Apóstol, sino en una peregrinación a Tierra Santa, que ha tenido lugar desde el 21 de junio al 2 de julio.
Se trataba de conjugar el estudio de diversos textos bíblicos cuya memoria ha quedado recogida en los itinerarios de los peregrinos y en los lugares santos, con el estudio de estos lugares y sitios de especial relevancia para la cristiandad.
El estudio de la Biblia se hace con la Biblia. No es imprescindible viajar a Tierra Santa para profundizar en la Sagrada Escritura. Sin embargo es de una inmensa utilidad, porque la revelación bíblica es una revelación histórica, y la historia ocurre en tiempos y lugares muy precisos; por lo tanto, tomar contacto con Tierra Santa se convierte en una experiencia inolvidable. Algunos reconocidos estudiosos de la Biblia hablan de Tierra Santo como del “quinto evangelio”.
Lo que se ha pretendido con este curso ha sido tomar contacto con una revelación que ocurrió a lo largo de una historia concreta, en la vida de Israel, el primer pueblo de Dios, en la vida de Jesús, el verbo hecho carne, y en la vida de los primeros cristianos.
Cuando estudiamos la Biblia, continuamente mencionamos nombres y sitios. No hay un rincón de Tierra Santa que no tenga que ver con la Biblia.
Las piedras hablan; entrar en algunas de las ciudades por las que pasó Jesús y recorrer las calles que él recorrió, es una experiencia espiritual. Nos ayuda a entender que la fe en el Señor ha de ser una fe muy arraigada en la vida cotidiana y en la historia.
Recorriendo casi todo el territorio de Israel, incluyendo los lugares tradicionales de peregrinación, el grupo ha visitado algunos sitios arqueológicos conectados con los más importantes relatos bíblicos. Este ejercicio ha enriquecido los conocimientos de los alumnos que ya llevan cinco años de andadura en un estudio sencillo pero profundo de la Biblia. Excavaciones, museos, santuarios y lugares conmemorativos, celebraciones y eucaristías han aportado una visión amplia y profunda que no es posible adquirir de otro modo.
El grupo ha regresado con alegría y con las pilas recargadas. Además de lo anteriormente apuntado, ha gozado de una experiencia de convivencia excelente, de familia grande; ha conocido las dificultades pero también la fe viva de los cristianos locales; y ha aprendido a valorar el trabajo de los franciscanos que se ocupan del cuidado de los santos lugares y del acompañamiento a los cristianos católicos durante siglos.
Seguro que los que han hecho la experiencia la van a contagiar a otros creyentes de su círculo más cercano para que también ellos la vivan.