Manos Unidas en el Año de la Fe

31 enero de 2013

     No hay justicia sin igualdad

     Queridos fieles diocesanos:
     1. El próximo día 10 de febrero, Domingo, celebraremos un año más la JORNADA NACIONAL DE MANOS UNIDAS, bajo el lema que figura como titular en esta Carta. El viernes anterior, día 8, será el día del AYUNO VOLUNTARIO como viene siendo habitual.
     Quiero recordarles que Manos Unidas es el cauce ordinario de colaboración con la Iglesia española a favor de los programas de desarrollo de los pueblos. Su permanente tarea, de más de cincuenta años, va creciendo poco a poco en nuestra diócesis y sociedad. Su sementera va creciendo con respuestas concretas de generosidad que siembran proyectos con continuidad en países necesitados de ayuda. Así se ha proyectado también, como podrán ver, para la presente campaña.
     No podemos permitir que situaciones de tanto sufrimiento y dolor puedan dejarnos indiferentes, menos si somos cristianos. Nuestra comunión con Jesucristo lo es también con toda la humanidad redimida por Él en la Cruz. Extiende sus brazos hasta todos los rincones de la tierra para que depositemos en sus manos nuestras aportaciones que llegarán, a través de la sólida organización de Manos Unidas, a nuestros hermanos necesitados.

      2. Como indica el lema de este año la construcción de una humanidad más justa, de una comunidad internacional más unida, no es un sueño o un vano ideal. Manos Unidas cree en ello y, campaña tras campaña, solicita generosidad para que, quienes apenas pueden hablar y darse a conocer, sean escuchados. Son los “sin voz” que viven el silencio solos.  
     Vienen a recordarnos que es un deber moral afrontar las situaciones de injusticia y movilizan nuestras energías porque donde se debilita o no existe la justicia peligra la paz y la convivencia. Podríamos decir que allí donde la justicia se hace confusa o se agota se destruye el orden social y se degrada a los hombres y mujeres que padezcan esta situación.  
     La Iglesia defiende y trabaja en todo tiempo por el ardiente deseo de una vida justa en todos los aspectos y no lo son las desigualdades a las que se somete a la mujer, en no pocos países, respecto al varón. Tales desigualdades o impiden o han tomado la delantera a la verdadera justicia, cuando su esencia es precisamente establecer la igualdad y la equiparación entre ambos sexos. Así lo exige el orden natural y la misma Revelación divina, desde el relato del Génesis hasta el libro del Apocalipsis.
     Podemos leer en el primero: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó. Dios los bendijo y les dijo Dios: Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla” (Gn. 1, 27-28).

     3. Manos Unidas, consciente de que los mecanismos de la justicia desde la pura acción humana pueden alejarse de la misma justicia, recurre y apela a las fuerzas del espíritu más profundas, para restaurar una justicia segura y auténtica, sobre las bases del amor cristiano.
     El Papa Pablo VI escribió en su Carta Encíclica Evangelii nuntiandi que: “entre evangelización y promoción humana… existen lazos muy fuertes”. Incesantemente la Iglesia proclama su conocimiento de que ese núcleo del Evangelio de Jesucristo, “el amor fraterno” brota del amor de Dios y promueve el verdadero desarrollo integral del hombre. Afianza la justicia y la paz y, por tanto, la igualdad en sus derechos y obligaciones entre el hombre y la mujer.
     Está muy comprobado que la mujer es agente imprescindible y hasta fundamental del desarrollo familiar, social y económico. El hecho de que se lo impida o dificulte el ejercicio de sus derechos o se la ignore es lo que pone sobre el candelero Manos Unidas para denunciar esta injusticia, que origina y aumenta la pobreza en el mundo, sobre todo en países en vías de desarrollo.
     Es la triste realidad que lleva a esta querida Organización de la Iglesia a pedir a los católicos y personas de buena voluntad su compromiso con proyectos concretos, bien estudiados, que favorezcan esta igualdad esencial, querida por Dios, entre hombre y mujer, no obstante sus diferencias en cuanto al sexo.

     4. Quisiera en este Año de la Fe animar de forma muy especial tanto a la Presidencia y Organización de Manos Unidas en nuestra Diócesis como al numeroso grupo de Voluntarios y Colaboradores para que puedan incluirse en las palabras del Papa Benedicto XVI, en su Carta convocatoria para este año, Porta fidei, cuando escribe: “Muchos cristianos dedican sus vidas con amor a quien está solo, marginado o excluido, como el primero a quien hay que atender y el más importante que socorrer, porque precisamente en él se refleja el rostro mismo de Cristo” (n. 14).
     Sus trabajos y desvelos engarzan en el proyecto celestial de la Nueva Evangelización, porque miran al rostro de los pobres, a los que, lejos de nosotros, están al borde del camino con sus manos extendidas. En ellos resplandece el mismo rostro de Cristo que nos dice: “Todo aquello que habéis hecho por uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt. 25,40) (cf. Sínodo de los Obispos, Mensaje al Pueblo de Dios, Ciudad del Vaticano II, 2012, nº 12).
     Al comienzo de este milenio el Beato Juan Pablo II nos exhortaba a no conformarnos con lo hecho hasta ahora. El tiempo es nuevo en cada instante y las experiencias vividas deben suscitar en nosotros un dinamismo nuevo. Pero, el mismo Pontífice nos advierte, también, que el nuestro es un tiempo de continuo movimiento que puede desembocar en el activismo del hacer por hacer. Por ello nos advierte que es muy importante que lo que nos propongamos siempre esté fundado en la contemplación y en la oración (cf. Exh. Apost. Novo milennio ineunte, nº 15).
     Con este deseo y el agradecimiento por su generosidad, les saluda y bendice.
     + RAMÓN DEL HOYO LÓPEZ, OBISPO DE JAÉN

 

 

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