FELICITACIÓN NAVIDEÑA DEL SR. OBISPO DE JAÉN
12 diciembre de 2011 “La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14)
Muy queridos fieles diocesanos:
“La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14) Este es el sublime misterio de la Navidad. Es la fiesta del diálogo de Dios con el hombre: Dios, que tanto nos ama, nos entrega en su Hijo, todos los secretos de su corazón de Padre. Nosotros recibimos esa Palabra, la sembramos en nuestra vida y la damos a conocer. Ella nos va transformando a imagen suya y esta Palabra se transmite de generación en generación.
Según la Carta a los Hebreos, antes nos había hablado Dios a través de los Profetas, en muchas ocasiones y de munchas maneras. Ahora, en una Navidad eterna, nos ha hablado por el Hijo. Nos ha dado y dicho “todo” en el Niño Dios (cf. Heb 1,1)
En el silencio de la Noche Navideña, en el misterio de ese Niño reclinado en un pesebre, Dios habla a los sencillos y les revela sus secretos. Sólo ese amor entiende el lenguaje divino. Sólo quien acude al Portal como un niño, como Francisco de Asís, puede acercarse al misterio y calentarse del amor divino. Jesús, entonces, se apodera y transforma nuestro ser. La gloria del Señor nos envuelve de claridad (cf. Lc 2,9). Esta es la verdadera Navidad: cuando la salvación de Dios llega a nuestra casa, como Zaqueo, y la gloria del Padre brilla en nuestro interior.
No podemos, luego, guardarnos ni ocultar esa luz y la anunciamos. Transformados, como los pastores de Belén, no podemos callar, lo que hemos visto y oído. Cantamos juntos, con los ángeles, ¡Gloria a Dios en el cielo y paz a los hombres que ama el Señor! (cf. 2, 16-20)
Esta vivencia de la fe en el Misterio de la Navidad está acompañada en todos de vivencias familiares, de recuerdos de amigos y de sueños de un pasado. Vivimos junto a otros este misterio y hacemos presentes a María y a José, a los enfermos y ancianos, misioneros y cooperantes, a quienes creen en el Niño Dios y a quienes no creen, sobre todo, a cuentos sufren cerca y lejos de nosotros. Es nuestra gran familia con quienes oramos, de mil formas distintas, y de toda la tierra brota esta plegaria dirigida al cielo:
“Ven, Señor… que te esperamos… no tardes Señor”. ¡Ojalá nunca se apague este clamor y deseo! Para todos:
¡Feliz Navidad!
+ RAMÓN DEL HOYO LÓPEZ, OBISPO DE JAÉN