El atrio de los gentiles y la Misión. Una fe razonable I.

4 marzo de 2019

I.– A MODO DE INTRODUCCIÓN.

Hace unos  20 años el canadiense Tillard pronunciaba una conferencia  con el provocador título ¿Somos los últimos cristianos?, Tillard ponía de manifiesto la crisis de la transmisión de la fe en occidente[1]. La realidad, por lo que parece,  es que ni somos ni seremos los últimos cristianos, sin embargo  hemos de reconocer  que en nuestros países se da una crisis a la hora de transmitir la fe. El problema no es tanto de métodos, estrategias o tácticas, el problema es más bien de tradición. Los criterios de verdad, libertad o significado de la vida, por poner  ejemplo, han ido cambiando. Algunos se preguntan si la fe cristiana puede seguir siendo fuente de sentido,  esperanza,  vida y  libertad para el hombre de hoy.  Aquellos que hemos recibido el don de la fe sabemos  que la respuesta es un claro “Sí”,  pero no basta  solo decirlo hay que mostrarlo. Para ello hemos de probar la razonabilidad, la respetabilidad y la amabilidad (el ser digna de ser amada) de la fe[2]. Los próximos artículos irán desgranando los argumentos que  permiten afirmar que la fe en el Dios que se revela en Jesús no solamente es razonable, sino que da una respuesta  más adecuada a la realidad vital del hombre  que  la respuesta puramente secular.  Si esto es así  se puede provocar el deseo de la fe, algo fundamental a la hora de poder transmitirla, ese es nuestro reto.

II.- ¿QUÉ SIGNIFICA UNA ÉPOCA SECULAR?

A mediados de los noventa del siglo pasado se emitía un programa  en la televisión pública de Andalucía sobre la realidad de Dios, ¿Dios sí o Dios no? Entre los contertulios había creyentes e increyentes. Al final del programa los espectadores se  tenían la oportunidad de poder dirigir una pregunta a los contertulios. Un joven de origen magrebí  tomó el micrófono y con un gesto de extrañeza indicó que no había entendido nada, ¿cómo podían discutir sobre si Dios existía o no existía,  si su existencia era evidente? Aquella intervención desvelaba la existencia de al menos dos mundos en nuestra época, el mundo, donde  la realidad de Dios era evidente  y el mundo donde había dejado de ser evidente. Si recorremos la historia, la experiencia de aquel joven reflejaba la que tenían la mayoría de los occidentales antes de la Ilustración. Todavía recuerdo una expresión que solía utilizarse para enfatizar la verdad de algo: “esto  es verdad como que Dios existe”. Lo más evidente parecía ser la existencia de Dios, y  todas las cosas tenían un grado de verosimilitud inferior. Desde luego la situación ha cambiado mucho.

Peter Berger[3]  desarrolló el concepto “estructura de verosimilitud” para distinguir qué realidades eran creíbles y qué realidades eran inverosímiles para las personas de un determinado tiempo y una determinada cultura. Utilizando este concepto podemos decir que en los últimos siglos la estructura de verosimilitud ha cambiado de forma sustancial en occidente. Para la mayoría de las personas Dios ha dejado de  ser evidente.  Más aún, la situación es tal que para muchas personas  la existencia de Dios es algo “in-creíble”, o sea que en su estructura de verosimilitud no puede entrar la posibilidad de creer en Dios. Un ejemplo y ustedes lo comprenderán, si yo les hablo de la posible existencia de ninfas, hadas o  duendes   estoy seguro que  para la mayoría les resultará increíble. Hoy día bastantes personas experimentan la misma sensación al hablarles de Dios. El problema, por lo tanto, no estaría en la falta de evidencia sino en una especie de bloqueo cognitivo que impide analizar los pros y los contras sobre la cuestión de Dios,  considerándolo de principio  como pura creación de una imaginación desbordada. Aquí podemos encontrar uno de los frutos de esta edad o época secularizada en la expresión de Charles Taylor[4]. Para el creyente que se siente llamado a evangelizar nuestro mundo  entender correctamente el alcance de la secularización  es fundamental. No darnos cuenta de que frecuentemente nos encontramos con personas que tienen una estructura mental muy distinta a la nuestra nos lleva a la total incomprensión, podemos sentirnos como habitantes de mundos distintos lo que generalmente conlleva bloqueos y rechazos mutuos.

  ¿Qué significa realmente una época secular? En las sociedades religiosas la fe simplemente se asume, en las sociedades seculares la fe se elige, la religión es algo que puedes tomar o dejar de lado. En occidente pertenecemos a una sociedad secular, en ese sentido la fe ha dejado de ser algo automático. En una época secularizada no solo encontramos un porcentaje alto de   no creyentes, la cuestión tiene más calado, una época secular es aquella en la que la mayoría de las personas ponen su énfasis en el saeculum, en el aquí y ahora. El sentido de la vida, la dirección y la felicidad se entienden y buscan en el bienestar material, plenitud emocional, en los gozos del presente, etc. En este sentido, muchos individuos que dicen profesar una fe religiosa lo hacen de modo puramente nominal.  A nivel práctico la existencia de Dios no tiene un impacto perceptible en su conducta y en las decisiones de su vida. Esto significa que la época secular diluye (seculariza) la fe de muchos creyentes de tal modo que terminan por  considerarla  como una elección más en la vida, y no lo que en realidad debe ser: el marco general que determina las elecciones de la vida[5].

III.- ¿DESAPARECERÁ LA RELIGIÓN?

¿No estaremos abocados a una progresiva secularización  que  lleve finalmente  a la irrelevancia de la religión?  Esto es lo que sostiene la teoría de la secularización. La cuestión  fundamental sería descubrir si el mundo está secularizado o, dicho de otra manera, si la religión puede sobrevivir a la modernidad. En nuestro imaginario está grabada la imagen de la paulatina secularización de nuestro mundo, sin embargo los estudios sociológicos  parecen desmentir esta idea. De hecho cada vez se habla más de post-secularización. El filósofo Eugenio Trías a finales del siglo pasado (1997), lo expresaba así: La religión vuelve a estar de actualidad después de dos siglos en los que parecía que asistíamos a su declive irreversible, lejos de ser un factor cultural en retroceso parece hallarse hoy en primer plano de los asuntos mundiales[6]. Esto parece contradecir la percepción  generalizada  del  paulatino declive de lo religioso. Veamos los datos que nos aportan tres publicaciones recientes, el proyecto The cognition religión and Theology del Institute of Cognitive and Evolutionary for Anthropology [7] de Oxford y los estudios del Pew Research Center, The Future of World Religions y The Changing Global Religious Landscape[8]. Sus resultados no dejan lugar a la duda: en el mundo la religión está creciendo de manera firme y constante. Los cristianos y los musulmanes integrarán un porcentaje cada vez mayor de la población mundial, mientras que la secularización ira decreciendo. Los demógrafos nos dicen que el siglo XXI será menos secular que el siglo XX. Lo primero que deducimos de los resultados que nos ofrecen estas investigaciones es que nuestra perspectiva está  distorsionada, pero ¿por qué? En primer lugar porque no hemos caído en la cuenta de algo fundamental: el fenómeno de la secularización se circunscribe a Europa occidental y a algunas zonas de EEUU y Canadá.  Sin un análisis previo hemos extrapolado la secularización operada en occidente  al resto del mundo confundiendo un fenómeno histórico y particular con algo global. Una segunda  cuestión sería ¿qué ocurrirá en  países como el nuestro en que el fenómeno de la secularización es claramente constatable?  Ya  en una entrada anterior del atrio de los gentiles argumentaba que la duda se había convertido en un espacio común, el creyente buscaba razones para creer, el increyente dudaba de lo que antaño había considerado solidas posiciones y también debía buscar las razones en las que fundamentaba su escepticismo[9]. Esto parece cada vez más claro pero también  hemos de añadir otro elemento importante. Las personas que pasan a engrosar el número de los que se  consideran ateos o agnósticos  proceden de aquellos cuya fe es puramente nominal, o sea los que responderían en una encuesta que son creyentes pero su fe no es realmente el marco de referencia de sus vidas. Otro sorprendente dato es que aquellos que se consideran fervientemente religiosos en Estados Unidos, Canadá y en Europa parecen estar aumentando[10].   A nivel de religiosidad estaríamos pasando de una religiosidad extrínseca a la increencia por un lado y a la religiosidad  intrínseca por otro. Podríamos decir con  Timothy Keller que nuestras sociedades son a la vez menos y más religiosas, depende de la perspectiva que adoptemos[11].

IV.- ¿POR QUÉ LA RELIGIÓN NO PUEDE EXTIRPARSE DEL CORAZÓN DEL HOMBRE?

Lo dicho anteriormente no oculta otro tema que nos parece importante, en occidente encontramos mucha oposición secular a lo religioso, y por qué no decirlo, especialmente al cristianismo. Ésta beligerancia se manifiesta en cierta intelectualidad, está presente en determinadas instituciones, es patente en muchos medios de comunicación y  en grupos más o menos organizados. Algunas  ideologías, el materialismo circundante,   el anticlericalismo más o menos soterrado, determinados intereses de un tipo u otro hacen que muchas personas, especialmente los jóvenes, vivan su fe con una sensación de nadar a contracorriente.  La cuestión que inmediatamente se suscita  es ¿por qué la religión continúa persistiendo, e incluso en algunos casos creciendo, aún en los ambientes más adversos?  Quizás las dos  respuestas mejores serían: la primera  que son muchas las personas que descubren  que a la razón secular y científica  le faltan respuestas importantes sobre aspectos  fundamentales para una vida auténticamente humana; la segunda es que las personas de manera intuitiva perciben un mundo que trasciende más allá del  mundo natural. Veamos esto con un poco más de detenimiento.

Hasta no hace muchos años Jürgen Habermas, uno de los filósofos más relevantes del mundo,  afirmaba que solo la razón secular debía ser la base desde la que construyéramos  nuestra sociedad y fundamentásemos la moral, la religión tenía que quedar totalmente al margen. Sin embargo hace poco sorprendió a la intelectualidad mundial con una actitud más positiva hacia la fe religiosa. La razón secular, señaló, no puede descubrir por si sola la sustancia de lo humano. La ciencia no puede adjudicar la moralidad, no nos puede decir lo que se debe hacer o no hacer, no puede juzgar  lo que es bueno o no para el ser humano. El atrevimiento mayúsculo fue cuando afirmó que los ideales de libertad, la conciencia moral individual, los derechos humanos y la democracia son el legado de la ética judía de la justicia y la ética cristiana del amor, y que al día de hoy no existía ninguna alternativa a este legado[12]. Si como algunos sostienen todo debe tener una explicación científica y una razón puramente secular de su existencia esto implicaría eliminar el amor, el odio, la belleza, la virtud, el mal, el bien, y el sentido de la vida, por ejemplo. Puede parecer un mundo evidente pero de hecho no es el que vivimos. Qué razón científica nos daría un significado para el sacrificio, el perdón, la redención y no digamos ya afrontar la muerte y los avatares de la vida. La razón científica y secular es un gran bien, aunque si la tomas como último fundamento de la vida humana descubrirás que hay muchas cosas que necesitamos, pero que a ésta le faltan.

La segunda razón a  la que aludíamos es esa experiencia intuitiva de que “esto no puede ser todo lo que hay”. Desde una perspectiva puramente racionalista y cientista nuestra vida, la vida de nuestro esposo o esposa, la de nuestros hijos y amigos, la de cualquier niño o persona mayor es irrelevante a nivel cósmico. Pero esto, en el fondo, no se  vive así. Hay algo que experimenta hasta el  más acendrado secularista. Se trata de la repentina experiencia de  que somos algo más  de lo que podemos ver y palpar, que la vida humana tiene un valor, que la vida  merece la pena . Steve Jobs, el fundador de Appel , tan admirado por generaciones de jóvenes, al contemplar su propia muerte señalaba que le parecía que no podía ser verdad que la realidad, para algo tan importante como el ser humano, fuera solo como un interruptor apagado, que hace ¡clic! Y te fuiste[13]. En el fondo el agnóstico o el ateo no pueden dejar de ver la vida como un permanente camino hacia la nada, antes o después le surge la cuestión, y “si todo es más que esto”. Fijémonos en esas experiencias que apuntan a lo trascendente: la experiencia de belleza abrumadora que hemos podido tener, la experiencia de un amor intenso, del deber que hemos sentido hacia el otro, del bien que hemos hecho y que nos ha reconfortado o del mal que hicimos y laceró nuestra conciencia, de un pensamiento que nos sorprende y nos llega a lo más profundo, etc.  Algún psicólogo evolucionista te dirá que es una especie de truco que  nuestra naturaleza ha creado para ganar en la carrera de la supervivencia,  desde luego basta que reflexionemos sobre esas experiencias para considerar esa respuesta simplista y banal. Estas experiencias te abren a una realidad que va más allá de lo pesable, medible y manipulable. Charles Taylor[14] hablaba de experiencia de “plenitud”, de pronto algo que parece cargado de propósito, coherencia y belleza irrumpe a través de nuestro sentido ordinario de estar en el mundo.  Taylor argumenta que se trata de la percepción de que la vida es más grande de lo que pueden responder las explicaciones naturalistas. Si esta vida es lo único que hay, ¿por qué anhelamos tan profundamente algo que no existe y nunca existió? ¿por qué hay tantas experiencias que apuntan más allá de la visión del mundo puramente dado?, y sobre todo ¿qué harás con esos deseos que no tienen un cumplimiento dentro del rígido marco secular?

Los límites del racionalismo y la experiencia ordinaria de lo trascendente agrietan los marcos creados por cualquier naturalismo materialista, y explican por qué la religión no puede erradicarse del corazón. El estricto secularismo afirma que la muerte es todo, que las sensaciones del amor y la belleza son solo fenómenos químicos y neurológicos, que no hay bien y mal fuera de lo que determinemos en nuestras mentes. Estas  posiciones son en última instancia sumamente ilógicas para casi todas las personas. En el fondo si lo miramos en profundidad el secularismo se asienta sobre una fe, y ésta, considero que es más difícil de creer que la cristiana. Las personas no creen en Dios solo porque les satisfaga alguna necesidad emocional, sino porque le da sentido a lo que ven y experimentan. Abrazan la religión porque piensan que se ajusta más a los hechos de la existencia humana que el secularismo.

V.- UNA PROPUESTA: EXPLOREMOS LAS RAZONES Y LAS DUDAS.

Las personas vienen a la fe en Dios, o se apartan de ella, por una mezcla de razones racionales, emocionales, personales  y relacionales.  La propuesta que hago es que tanto creyentes como increyentes exploren esas razones. El mejor modo es explorando sus propias dudas, así encontraran el fundamento en el que se basan sus respectivas creencias. En primer lugar debemos hacerlo los creyentes, pensemos que una fe sin dudas es como un cuerpo humano sin anticuerpos, la fe se madura cuando afrontamos las cuestiones que ésta nos suscita. De lo contrario puede ocurrir que un buen día nos levantemos buscando la fe perdida. Solo los que han dado respuesta a sus propias objeciones  adquieren la base necesaria para dar una respuesta razonada y ponderada a las cuestiones que le plantan los escépticos. También los escépticos deben esforzarse en descubrir la razón y también la fe que se oculta  tras sus objeciones. No olvidemos que  todo tipo de duda supone una creencia alternativa, en el fondo también el escéptico  se mueve en el terreno de su propia fe. Dudar de sus dudas es un ejercicio necesario para poder establecer una búsqueda autentica de la verdad. Si el increyente  analiza sus propias dudas  y examina las razones que les llevan a ellas  puede descubrir que las creencias personales en las que se basan  no son tan sólidas como pudieran parecer al principio.

VI.- ¿Y AHORA QUÉ?

A lo largo de las próximas entradas en el atrio de los gentiles  iremos comparando las creencias y afirmaciones del cristianismo con las afirmaciones del punto de vista secular, siempre desde los interrogantes que surgen de ordinario. No daremos respuestas a preguntas que no se hacen sino que buscaremos las respuestas a las cuestiones reales que cada creyente e increyente tienen que afrontar. Compararemos la cosmovisión secular y la cristiana tratando de dilucidar  cuál tiene más sentido para este mundo complejo, y cuál responde mejor a  las exigencias vitales del hombre  en la actualidad.  Pienso que al cristiano le vendrán muy bien estos artículos para entender la lógica de la fe, para preguntarse sobre su fe afrontando sus propias dudas y para dar respuestas a las cuestiones que le  puedan plantear. Pero  sobre todo le puede venir bien al que piense que el cristianismo tiene poco de razonable, al escéptico que no está dogmáticamente enrocado en sus posiciones, a aquél que busca y es capaz de poner en duda sus propias dudas. Quizás esto le permita abrirse a lo trascendente, si no, al menos, esto le permitirá comprender a las personas que tienen fe.

Juan Jesús Cañete Olmedo
Sacerdote diocesano y Profesor de Filosofía

[1] E. Benavent Vidal, La crisis de la transmisión de la fe, Anales Valentinos 2000, p. 187-208.

[2] B. Pascal, Pensamientos, Espasa Calpe, Madrid 1995, nº 187, p.113.

[3] P. Berger, The Heretical Imperative: Comtemporary Possibililities of Religious Affirmation, Garden City, Anchor Press, New York 1980.

[4] Sigamos para ello el análisis de Charles Taylor en La Era Secular, t. I, Gedisa,  Barcelona 2014  p. 1-22.

[5] T. Keller, Una Fe Lógica. Argumentos razonables para creer en Dios, B&H Publishing Group, Nashville 2017, p 8-9.

[6] E. Trias, Pensar la religión, Destino, Barcelona 1997, p.15.

[7] The cognition religión and Theology del Institute of Cognitive and Evolutionary for Anthropology de Oxford iniciado por Justin Barret y Roger Trigs en https://www.icea.ox.ac.uk/latest/news/article/date/2009/11/the-cognition-religion-and-theology-project/?cHash=109f0e649c84ca5aa535e5908ccdf83b   los resultados pueden consultarse también en Trigs, R., Equality Freedom and Religion, Oxford University Press, Oxford 2012.

[8] http://www.pewforum.org/2015/04/23/live-event-the-future-of-world-religions/ APRIL 23, 2015; http://www.pewforum.org/2017/04/05/the-changing-global-religious-landscape/ APRIL 5, 2017

[9] Sobre este tema J. J. Cañete Olmedo, La religión en la sociedad de la incertidumbre y la duda, Religión y Cultura, Vol. LIK, nº 266, enero-julio-septiembre 2013, p. 473-478.

[10] Un análisis reciente de la literatura sobre este tema se puede encontrar en Rodney Stark, The Triumph of Faith: Why the World Is More Religious Than Ever, Wilmington, DE: Intercollegiate Studies Institute, 2015.

[11] T. Keller, ¿Es Razonable Creer en Dios? Convicción en tiempos de escepticismo, B&H Publishing Group, Nashville 2017, p. xiv.

[12] J. Habermas, Religion and Rationality, Cambridge, MA: Polity Press 2002, p. 149.

[13] Citado en T. Keller, Una Fe Lógica. Argumentos razonables para creer en Dios, B&H Publishing Group, Nashville 2017, p. 21.

[14]  Ch. Taylor, La Era Secular Age,  p. 1-22 .

 

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