Carta Pastoral: Vocaciones, testimonio de la verdad

6 mayo de 2014
     Queridos fieles diocesanos:
     1. El próximo domingo, día 11 de mayo, celebra la Iglesia la LI Jornada mundial de oración por las vocaciones.
     En realidad se extiende a toda la semana, desde el día 5 hasta el Domingo expresado, con el propósito de reflexionar a la luz del Cirio pascual, desde la Escritura y al calor de la Eucaristía, sobre el don de nuestra vocación personal.

     Como expresa el Papa Francisco en su Mensaje para esta Jornada, su finalidad es acrecentar “en nosotros la alegría de colaborar con Dios al servicio del Reino de la misericordia y verdad, de justicia y de paz” .
     Cierto que la nueva semilla queda a veces bloqueada o ahogada por preocupaciones o seducciones mundanas (cf. Mt. 13, 19-22), que nos invitan a seguir sendas aparentemente más cómodas que las del Evangelio de Jesucristo, pero el Santo Padre nos asegura que: “la verdadera alegría de los llamados consiste en creer y experimentar que él, el Señor, es fiel, y con él podemos caminar, ser discípulos y testigos de su amor, abrir el corazón a grandes ideales y a grandes cosas”.
     2. A lo largo del presente curso estamos insistiendo en el objetivo específico de nuestro plan pastoral diocesano: En “la vocación cristiana como respuesta a la llamada personal de Jesucristo…”
     Pensemos, una vez más, que nuestra vocación de bautizados nos viene del Señor y que es la senda que nos conduce hasta Él. Es camino de santidad que emprendemos cada jornada “sin miedo” porque nada es imposible para quien confía en Dios.
     Este camino tiene, sin embargo, distintas veredas para elegir libremente. Son muchos los que acceden al matrimonio, formando una familia; otros, desde la soltería o viudedad, según sus circunstancias; algunos optan por seguir el ministerio sacerdotal o la vida de consagración en la vida activa o contemplativa, conscientes de que a este don de su vocación corresponde una vida de total desprendimiento y entrega exclusiva para Dios. En definitiva, es decidirse por seguir a Cristo, desde la vocación personal a la que el Señor nos llama.
     Qué importante es, por ello, plantear a los adolescentes y jóvenes cristianos que se pregunten pronto sobre la vocación a la que Dios los llama, para darle su “sí” sin miedo.
     3. El lema de esta Jornada: “Sal a darlo todo”.
     Es cierto que Dios tiene un proyecto común para todos nosotros: el amor cristiano. La entrega de nuestras vidas a favor de los demás. Pero su aplicación efectiva es distinta en cada uno, porque Dios tiene un proyecto preciso para cada ser humano.
     El camino de la santidad es distinto en un monje, en un catedrático, en un político, en el padre o madre de familia, en el sacerdote, en el estudiante, en la persona enferma… pero tiene un denominador común en todos los casos: vivir junto a Cristo el camino del amor y la misericordia. En realidad, es no “quedarnos” con nuestra vida, sino hacer de la misma un don para los demás.
     Ello implica renuncias, desde nuestra libertad personal y entrega generosa, pero la verdadera alegría no se encuentra precisamente buscándonos a nosotros mismos, sino entregándonos a proyectos grandes que trasciendan nuestra historia, sabiendo que aun lo más insignificante hecho con amor es muy grande a los ojos de Dios.
     4. Dejo en manos de cada comunidad parroquial, colegio, familia, particular, la invitación que nos hace el Santo Padre para orar y reflexionar sobre las vocaciones, de forma especial durante estas fechas.
     En nuestra Iglesia diocesana hemos extendido este compromiso a todo el curso pastoral y me consta el interés de muchas parroquias, con “horas santas” ante el Santísimo todas las semanas.
     Sabemos que no pocos caminan entre nosotros desorientados y sin esperanza. Sin embargo, Dios quiere que “todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim. 2,4).
     Con humildad y confianza pongamos ante la presencia de Dios nuestro agradecimiento sincero por nuestra vocación personal, pero al mismo tiempo le diremos: “Heme aquí, Señor, envíame” (cf. Is. 6, 8) porque sabemos que nuestra vocación es llamada para “salir a darlo todo”. En su Nombre echaremos las redes, a pesar de no pocas dificultades, porque si nos fiamos de Dios y no de nuestras fuerzas, la pesca será abundante (cf. Lc. 5, 10).
     ¡Ánimo y feliz pascua!
+ Ramón del Hoyo López
Obispo de Jaén
 
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