Carta Pastoral Manos Unidas 2021- «Contagia solidaridad para acabar con el hambre»

5 febrero de 2021

 

Hermanas y hermanos:

Invitar a contagiar en tiempo de pandemia resulta, a primera vista, un tanto inoportuno; sobre todo cuando la sociedad en general, con excepción de los negacionistas, no quieren ni oír hablar de contagio. Tampoco nosotros, en efecto, lo queremos; al contrario, empezaremos pidiendo solidaridad para que este mal universal se aleje porque lo hemos venido venciendo con todos los medios a nuestro alcance: espirituales, sanitarios, científicos, políticos y, sobre todo, con una conciencia social común.

No obstante, todos sabemos que si bien hay un contagio malo, el que enferma y mata; hay también en este excepcional tiempo de nuestra sociedad un contagio bueno, muy bueno, el de la solidaridad. Si algo hemos descubierto es que la COVID-19 o se le vence entre todos o no seremos capaces de vencerlo. Por muchos recursos sanitarios que tengamos está visto que no son suficientes. Se necesita la solidaridad del cuidado, de que todos nos convirtamos en cuidadores de todos.

Ha hecho muy bien Manos Unidas en promover este contagio positivo; sobre todo para que no nos olvidemos de esos otros males que la sociedad mundial tiene aún muy estancados en diversos lugares del mundo y que necesitan de un contagio moral positivo para que se vayan dando pequeños pasos en su solución.

Manos Unidas, como todos sabemos, está en la lucha contra todos esos males, manteniendo como prioritario el lucha contra el hambre, día a día, mes a mes y año a año. Con una constancia ejemplar siguen con planes y proyectos muy precisos, por su conocimiento de la realidad de la injusticia y la pobreza en este mundo. Este año el admirable equipo de nuestra Diócesis de Jaén nos anima a colaborar en tres proyectos, de distinto carácter, en el Salvador, Camboya y la India.

Contantemente llaman nuestra atención a que nos dejemos contagiar de la solidaridad con quienes, de un modo especialmente arraigado, viven en zonas en las que el hambre y el conjunto de muchos males es una realidad para muchos millones de seres humanos. Hay un mundo que nos debería de avergonzar en lo más íntimo de nuestra dignidad, en el que el descarte social se ha instalado como una forma habitual de vida. También, nos debería de avergonzar que, a pesar de sus muchas carencias, sean más felices que nosotros, que tenemos tanto a mano.

Justamente por eso, porque la injusticia es el peor de los contagios, ahora toca contagiar el único camino, el único sentimiento, la única forma efectiva de curar esa terrible enfermedad social. La solidaridad ha de ser contagiada entre todos para acabar con el hambre, con sus causas y consecuencias. Con ese lema nos convoca Manos Unidas este año para esta Campaña; nos dice que está en nuestras manos ir poco a poco, proyecto a proyecto, mejorando la situación de descarte que aún persisten en muchas partes del mundo. Con lo que hace este colectivo solidario, nacido en la Iglesia Católica hace, sumado a tantas otras iniciativas y modos de abordar la situación del tercer mundo, podemos ir invirtiendo lo que es injusticia patente en una siembra constante de solidaridad, que contagia y transforma la vida de los más pobres de la tierra.

Os invito, por tanto, queridos hermanos y hermanas a colaborar en esta campaña de 2021. Los católicos, guiados por el Evangelio y por la Doctrina Social de la Iglesia, no podemos permanecer impasibles. Al contrario, hemos de ser conscientes de que, si bien es verdad que no somos mejores que los que no comparte con nosotros la misma fe, nuestras convicciones religiosas inexorablemente nos llevan a ser profundamente solidarios. La solidaridad es para nosotros un impulso divino: nos ocupamos de los más débiles, vulnerables y descartados, porque esos son los predilectos del mismos Dios y a esos fue enviado especialmente Jesucristo, como el mismo recordó, al leer la Escritura, en la Sinagoga de Nazaret.

Seamos generosos con la generosidad que nace de ser amados y elegidos por el corazón amoroso de Dios.

Con mi afecto y bendición.

 +Amadeo Rodríguez Magro
Obispo de Jaén

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