Carta Pastoral: Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones

21 abril de 2015
     Queridos files diocesanos:
     Les proporciono unas sencillas reflexiones para la celebración de esta Jornada el próximo día 26 de abril, IV Domingo de Pascua, domingo del Buen Pastor.
     En el mismo día se celebra también en España la Jornada Misionera de las VOCACIONES NATIVAS bajo el lema conjunto: “Qué bueno caminar contigo”.
     1. Rogad y Orad.
      No es propuesta nuestra, Jesucristo mismo nos dijo que hemos de rogar al Señor de la mies para que envíe obreros a su mies. Añadió, incluso, que los obreros son pocos ante la abundancia de esta mies (cf. Mt 9, 37-38).

     Es cierto que son muy oportunos los programas y proyectos vocacionales pero, según las palabras de Jesús de Nazaret, lo primero y más necesario, lo más eficaz a favor de las vocaciones, es la oración confiada e ininterrumpida, oración que nace de la propia familia y se refuerza por la Palabra de Dios y la gracia de los Sacramentos.
     2. Don divino.
     El Apóstol san Pablo, en su carta a los Efesios, se refiere a la iniciativa de Dios en su llamada a la santidad: “Él nos eligió en la persona de Cristo antes de Crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante Él por el amor” (Ef 1, 4).
     Pero, en el conjunto de esa llamada común de Jesucristo, escogió a algunos para le siguieran más de cerca: “Para que lo acompañaran  y para enviarlos a predicar, con el poder de expulsar demonios” (Mc 3, 14-15). Son quienes responden a la llamada de Dios, en un diálogo íntimo, dispuestos a dejarlo todo por seguirle a donde él quiera enviarles. Ellos, a su vez, se asocian con otros, dóciles a la voz del Espíritu Santo, poniendo sus vidas al servicio del Evangelio.
     Esta es la multitud innumerable de sacerdotes y personas consagradas, en los distintos carismas, como escribe san Pablo, con que “Nuestro Señor Jesucristo nos ha bendecido con toda clase de bienes espirituales y celestiales” (Ef 1, 3)
     3. Buena tierra.
     La tierra buena a que se refiere la parábola evangélica del sembrador, es el corazón de cada ser humano. Cierto que quien siembra la semilla vocacional es siempre y sólo el Señor, pero esa semilla la pone en nuestras manos para que germine en tierra preparada, tierra buena.
     Y ¿cómo preparar esa tierra? La respuesta ha de ser “con paciencia y esperanza”, aún sabiendo que el esfuerzo del sembrador no encontrará siempre la respuesta deseada.
     Esta tierra se prepara en la familia, en la comunidad parroquial, en los centros de formación, en los grupos de apostolado, desde las catequesis… A todos nos dice el Señor: “Alzad vuestros ojos y ved los campos que blanquean ya para la siega” (Jn 4, 35). Paciencia y esperanza para infundir generosidad en los corazones abiertos al seguimiento de Jesús.
     4. Acogida humilde a la llamada divina.
     En el episodio evangélico de la pesca milagrosa, cuando Jesús invita a Simón Pedro y demás discípulos a echar las redes en el lago, a pesar de su experiencia de una noche infructuosa sin haber pescado nada, vemos que se fiaron de su palabra y obtuvieron una pesca sobreabundante. Explica a continuación el evangelista san Lucas que Pedro se arrojó a los pies de Jesús para confesarle que “era un pecador”. El Maestro, entonces, le aseguró: “Desde ahora serás pescador de hombres” (Lc 5, 10). Y, dejándolo todo, le siguió.
     También el apóstol Pablo, que bien sabía haber perseguido con saña a los primeros cristianos, se declaró indigno de ser llamado apóstol. Reconoce, sin embargo, que fue la gracia de Dios quien había logrado en él maravillas a pesar de sus limitaciones, por lo que consideró siempre un honor la tarea de predicar el Evangelio de Jesucristo. (cf. 1 Cor 15, 8-10).
     La llamada de Dios en la vocación es siempre un don, un regalo, por lo que merece siempre nuestro agradecimiento, convertir a Él nuestro corazón y no arrastrar nada de lo nuestro en su seguimiento. Dios no mira las apariencias sino nuestro corazón (cf. 1 Sam 16,7). Al pobre y humilde en su presencia le transforma en apóstol y heraldo de salvación.
     Encomendamos a la Virgen de Nazaret, la mujer del “sí” pleno a Dios, las vocaciones especiales en el Pueblo de Dios, en el año de la Vida Consagrada y las vocaciones nativas. Obra promovida por la Obra Pontificia de San Pedro Apóstol.
     Mi saludo agradecido en el Señor.
+ Ramón del Hoyo López
      Obispo de Jaén
 

 
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