Carta Pastoral en el Día del Trabajo

1 mayo de 2011

obispo     Mi saludo cercano, con nuestro reconocimiento agradecido y en nombre de esta Iglesia Diocesana, al muy numeroso grupo de trabajadores y trabajadoras, con motivo del Día Internacional de la Seguridad y Salud laboral, próximo día 28 de abril, y del Día del Trabajo, 1 de mayo, San José Obrero.

     La actividad laboral guarda una relación muy estrecha con la dignidad de la persona, que prevalece sobre el trabajo mismo. Es antes el ser que el tener, pero sin trabajo, una de las preocupantes lacras de nuestra sociedad, la persona no puede desarrollarse, se humilla y empobrece su ser. El cristiano vive y ama al mundo y se preocupa, como el primero, por estas realidades.

     1. Los accidentes laborales son calificados por la Organización Internacional del Trabajo (O.I.T.) como “hecatombe del trabajo” en el mundo. Es errónea la mentalidad de que no hay más remedio que asumir y aceptar las condiciones laborales que se impongan a los trabajadores, por exigencias de una economía competitiva de mercado. Nunca debe primarse el beneficio económico por encima del riesgo, de la salud y de la propia vida del trabajador.

     En nuestra Diócesis de Jaén murieron ocho trabajadores el año pasado por accidentes laborales y, en este año, son ya otros dos los fallecidos. Estamos muy cerca de sus familias y compañeros, pero cada uno de ellos estremece que termine así su vida. Descansen en paz.

     Su Santidad Benedicto XVI, el pasado día 26 de marzo, ante ocho mil peregrinos en la diócesis italiana de Termi, con motivo del XXX aniversario de la visita del Venerable Juan Pablo II al complejo siderúrgico de aquella localidad, dijo lo siguiente: “Quisiera recordar el grave problema de la seguridad en el trabajo… Hay que cumplir todos los esfuerzos para que se detenga la cadena de muertes y accidentes. Sin olvidar la precariedad del trabajo, en particular de los jóvenes. Ello es motivo de angustia para tantas familias… Estoy particularmente a vuestro lado y pongo en manos de Dios todas vuestras angustias y preocupaciones, anhelando que en la lógica de la gratuidad y solidaridad, se puedan superar estos momentos, para que se asegura un trabajo seguro, digno y estable.”

     Todos suscribimos y hacemos muy nuestras estas recientes y claras palabras del Papa.

 

2. Fiesta de San José Obrero, en el Día del Trabajo

      Hace ya 56 años que instituyó esta Fiesta el Pontífice Pío XII, para destacar la importancia del trabajo y destacar la presencia de la Iglesia en el mundo del trabajo. Se nos pone como modelo al hombre justo y del silencio, San José, que sacó adelante a su familia como artesano ejemplar.

     El trabajo es el fundamento sobre el que se edifica la vida familiar y existe, sobre todo, en función de la familia. Estas dos esferas de valores se unen ordinariamente en la vocación natural de toda persona y, por ello, sus repercusiones mutuas para bien o para mal.

     La Iglesia y, por tanto los cristianos, estamos muy convencidos de que el trabajo constituye una dimensión fundamental de nuestra existencia y que el sujeto propio del trabajo siguen siendo las personas, aunque también ayudadas cada vez más por los adelantos de la técnica.

     El día precisamente en que será declarado Beato Su Santidad Juan Pablo II, le recordamos y agradecemos su profunda reflexión sobre el trabajo humano en la Encíclica que hizo pública, el 14 de septiembre de 1981 bajo el título Laborem exercens, en que escribía: “El trabajo está en función del hombre y no el hombre en función del trabajo… De hecho, en fin de cuentas, la finalidad del trabajo, de cualquier trabajo realizado por el hombre… es siempre el mismo hombre.” (n. 6)

    3. Animo a los miembros del Secretariado Diocesano de Pastoral Obrera y a los numerosos cristianos que hacen del trabajo, no sólo una fuente de estabilidad personal y familiar, sino también de solidaridad, caridad y santificación personal, a participar y continuar la obra del Creador desde su vocación.

     Nos preocupa profundamente a muchos el gravísimo problema del paro, también tan abundante en nuestra geografía diocesana. Deseamos vivamente que se ponga con urgencia en el centro de las políticas económicas la preocupación por crear puestos de trabajo para quienes sufren esta plaga y principalmente para los jóvenes.

     Pidamos para que, junto a San José Obrero, el Beato Karol Wojtyla, Juan Pablo II, trabajador que fue en una cantera siendo joven y que tanto defendió al hombre y al mundo del trabajo, “interceda por todos nosotros”.

     Con mi saludo en el Señor.

 + RAMÓN DEL HOYO LÓPEZ
OBISPO DE JAÉN

Jaén, 10 de abril de 2011

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