Aportaciones en el Consejo Diocesano de Pastoral
15 octubre de 2008Francisco Rosales Fernández.
El pasado día 13 de septiembre, iniciando el nuevo curso, se reunió en Jaén el Consejo Diocesano de Pastoral, cuyos componentes en su mayoría son laicos, para reflexionar sobre diversos aspectos de la evangelización en nuestra diócesis en estos tiempos cruciales que corren. Una de las actividades de toda la mañana que duró la sesión, fue concretar y animar en las tareas que propone para este curso el Plan Diocesano, centrado en la Comunión y en la Corresponsabilidad dentro de la Iglesia.
En esta reflexión preocupó bastante el modo cómo se podría dignificar el domingo como Día del Señor, y dentro de él, la Eucaristía. En todo esto existió una especial sensibilidad por parte de los asistentes que pedían que se animara en la toma de conciencia ya desde edades infantiles y juveniles. Respecto a la misa, se apuntó a que de forma natural se hicieran breves moniciones que sirvieran de explicación de los diversos gestos y momentos de la celebración; que se revisaran los horarios para dar oportunidad a todo tipo de trabajos, y sobre todo que se retomara la importancia de las homilías; que se llevara a cabo un trabajo para conseguir buenos lectores proclamadores de la Palabra de Dios; que se recupere el canto de toda la asamblea; que se tenga especial cuidado en impartir la comunión a personas en situación irregular que producen escándalos en las comunidades; y sobre todo, que exista un clima de verdadera acogida afectiva en las celebraciones.
Para que todo esto sea una realidad bien vertebrada, se valoró la necesidad de que en cada parroquia funcione un equipo de liturgia, verdadero animador de la asamblea que celebra la fe. Allí donde ya exista, que se supere la rutina, que haga oír su voz en el Consejo Parroquial, que sepa integrar a los jóvenes, que dedique tiempo a la formación de sus componentes, y que prepare con ilusión cada semana la eucaristía dominical. A la Delegación Diocesana de Liturgia se pidió, dentro de sus posibilidades, que pusiera a disposición de unos materiales adecuados a nuestra realidad, para que los equipos puedan llevar su labor de animación: elaborar carteles, hojas dominicales, selección de cantos, etc.
Si hubo un tema de especial sensibilidad fue el de las homilías. Se sabe que ellas son en muchos casos los únicos cauces de formación y propuesta de vida para los cristianos. En este tema se apuntaron ideas muy concretas como las que siguen: mayor preparación, claridad, brevedad, actualización y valentía; que sean contenedoras de mensajes concretos y propuestas para la conversión; que tengan una organización, con un principio y un final. Se les echa en falta actualmente un lenguaje cercano y el calor humano, el convencimiento del que la pronuncia, y la inclusión de mensajes dirigidos a los niños y a los jóvenes. Fue opinión común la necesidad de mejora que presentan las homilías de nuestros domingos.
Sobre el valor que se les otorga, y el ritmo que vienen desarrollando los Consejos de Pastoral Parroquial y Arciprestal, se señalaban como instrumentos válidos para el momento oportuno por el que atraviesa hoy la Iglesia, y su necesidad como caminos de comunión y corresponsabilidad. Pero se notaba un cierto cansancio y rutina pasados ya unos años desde su constitución. La ausencia de renovación en muchos casos, debe llevar a la búsqueda de caminos de formación para sus miembros, igual que la necesidad de encontrar nuevas metodologías de trabajo que elimine la sensación de inutilidad y de tiempo perdido. También hay que valorar el espíritu de iniciativa y la necesidad de reflexión y de planificación en común, cada día con mayor urgencia.
Otra gran preocupación entre los asistentes fue la Pastoral Juvenil. En un diálogo claro y sincero, se hizo un diagnóstico de lo que en este campo está fallando, más que diseñar con nitidez el camino a seguir entre todos, cosa que hoy por hoy no parece emerger con claridad. Se apuntó, con dolor, la lejanía con que viven las parroquias y los sacerdotes de los jóvenes, la distancia en cuanto a su lenguaje y a su cultura. La falta de dedicación y de tiempo “perdido” aparentemente, en este campo pastoral. Por todo ello se pedía un replanteamiento del tema, la potenciación de “lo diocesano” para provocar en los jóvenes una mirada en amplitud con otros grupos, promover las asociaciones, integrar a los jóvenes cristianos en los órganos de decisión, y nuevamente, la acogida afectiva como camino imprescindible.
Aunque estaba prevista la reflexión de otros temas también de interés para la pastoral diocesana, la mañana no dio cabida a todos ellos. Algunos miembros del Consejo que traían sus reflexiones escritas, las entregaron. Este material no abundó en riqueza porque, por un lado no fueron las aportaciones muy numerosas, y además porque no venían arropadas del siempre necesario contraste de opiniones fruto del diálogo. En él se puede destacar, entre otros temas: la necesidad de hacer nuevos planteamientos de los llamados “cursillos prematrimoniales”, de los que algunos apuntaban su conveniencia, y otros sin embargo su inutilidad si siguen como están, algo puntual donde destaca la obligatoriedad y sin proyección a un seguimiento; se anima a que se les introduzca en el testimonio de la familia creyente dentro de la sociedad; la búsqueda de buenos equipos encargados de esta catequesis tan específica. Sobre la economía de la Iglesia, se pide un trabajo basado en la responsabilidad y no en la sensiblería. También se apuntó la necesidad de formación del pueblo cristiano en la Doctrina Social de la Iglesia, sin descender a mayor precisión.
La reflexión sobre cómo llevar a cabo el Plan de Pastoral hizo aflorar la preocupación que el pueblo cristiano de nuestra diócesis tiene sobre la nueva evangelización, y la implicación que empieza a tener de forma corresponsable. Una experiencia concreta de unidad, tan necesaria “para que el mundo crea”.