Carta Pastoral de la Jornada Mundial del Enfermo: Acompañar en la soledad
11 febrero de 2020Siempre el Evangelio es la fuente de nuestra vida y misión. Ni un solo paso habríamos de dar en nuestra vida cristiana sin antes confrontar cuando decidimos hacer con lo que el mismo Jesús nos haya señalado. Hay un asunto que a todos nos afecta muy especialmente en lo que vivimos día a día, pero que también es un servicio al que se nos llama desde la fe, el de acompañar a nuestros hermanos y hermanas más necesitados, que siempre son, dígase lo que se diga, los preferidos del Señor.
Cada año la Iglesia nos recomienda en la CAMPAÑA DEL ENFERMO no olvidarnos de esto. Además, también invita a un propósito concreto; en esta ocasión nos llama a acompañar en la soledad. Para hacerlo como Jesús hay un texto emblemático, que deberíamos de tener grabado, para nuestro bien y para hacer el bien: Dice Jesús: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré” (Mt 11,28). Es evidente que el cansancio y el agobio se manifiestan en la vida de muchas maneras. Hay una que es especialmente dolorosa y que, además, crece en nuestra sociedad moderna e individualista, me refiero a LA SOLEDAD en la que viven tantas persona. Una soledad que a veces no es falta de compañía, sino de atención, de escucha; pero que en la mayoría de los casos, es una soledad sin nadie al lado con quien poder compartir todo el dolor, el vacío o la tristeza que va acumulando nuestra vida.
En España, exixte una Pastoral de la Salud bien orientada, que ha hecho muy bien esta labor de compañía y escucha. Yo podría ofrecer testimonios de lo que significa para muchas personas, que por sus circunstancias viven en soledad, la cercanía de los voluntarios y voluntarias que los visitan. Me gustaría que también en la Diócesis de Jaén hiciéramos este esfuerzo de acompañar al sólo, al triste y al enfermo.
Yo sé que muchos llevan a nuestros mayores al MEJOR ACOMPAÑANTE, LE LLEVAN LA COMUNIÓN A LOS ENFERMOS. Me refiero a los Ministros Extraordinarios de la Comunión. Eso me parece muy bien, y considero que hacen lo que deben hacer, con tal de que no sustituyan del todo o siempre al sacerdote, al que también desean ver en sus casas nuestros enfermos y mayores. Pero insistiré, y lo hago con un interés especial, que en cada parroquia haya un equipo amplio, bien organizado, formado y distribuido por la geografía parroquial, que se haga cercano al que está solo y necesita el apoyo, la escucha y el afecto de la Iglesia, en nombre del Señor. La Iglesia, a través de laicos y sacerdotes, tiene que poner ante la soledad una fraternal cercanía que sea alivio de los cansados y agobiados y compañía para los solos.
De cualquier modo, para hacer esto no siempre es necesario estar organizados; aunque no nos lo encomienden como un servicio o ministerio, acompañar la soledad es una responsabilidad muy especial para aquellos que, con fe o sin ella, saben que en su familia o vecindad hay quien necesita de su escucha y compañía. Si acompañamos con amor, siempre haremos lo que Dios desea; daremos lo que Él quiere ofrecer para sanar la soledad.
Con mi afecto y bendición.
+ Amadeo Rodríguez Magro
Obispo de Jaén