Síntesis, conclusiones y propuestas del XI Encuentro Interdiocesano de Catequistas

26 septiembre de 2011

 

(Jaén, del 23 al 25 de septiembre de 2011)

XI Encuentro Interdiocesano de Catequistas

La Palabra de Dios y la Nueva Evangelización

La Exhortación Apostólica Verbum Domini del Papa Benedicto XVI que hemos releído en el XI Encuentro Interdiocesano de Catequistas, nos ha recordado la urgencia de la nueva Evangelización:

«…Al alba del tercer milenio, no sólo hay todavía muchos pueblos que no han conocido la Buena Nueva, sino también muchos cristianos necesitados de que se les vuelva a anunciar persuasivamente la Palabra de Dios, de manera que puedan experimentar concretamente la fuerza del Evangelio. Tantos hermanos están «bautizados, pero no suficientemente evangelizados». Con frecuencia, naciones un tiempo ricas en fe y vocaciones van perdiendo su propia identidad, bajo la influencia de una cultura secularizada. La exigencia de una nueva evangelización, tan fuertemente sentida por mi venerado Predecesor, ha de ser confirmada sin temor, con la certeza de la eficacia de la Palabra divina. La Iglesia, segura de la fidelidad de su Señor, no se cansa de anunciar la Buena Nueva del Evangelio e invita a todos los cristianos a redescubrir el atractivo del seguimiento de Cristo.» (Verbum Domini 96)

Los cambios sociales y culturales

En las Ponencias sobre la nueva Evangelización se nos han recordado los cambios producidos en la sociedad y en la cultura españolas: La desvinculación de la sociología de la fe y de la sociología secular y la adaptación del ordenamiento jurídico al marco no confesional  ha provocado en bastantes conciencias una ruptura entre fe y vida, entre lo moral y lo legal, entre la pertenencia eclesial y la nueva ciudadanía… Estos cambios bruscos, impuestos a veces por los grandes poderes a través de los medios de comunicación, han creado en no pocos cristianos una situación de desconcierto y de malestar, que en algunos casos ha provocado la ruptura y la contestación eclesial interna, exigiendo a la Iglesia ser más dialogante y pidiéndole modernizarse a cualquier precio, si quiere ser aceptada socialmente y tener futuro.

La des-eclesialización

Como consecuencia, en muchas familias de nuestra tierra se ha producido el grave fenómeno de la «des-eclesialización»: son muchas las familias que se han alejado de la eucaristía dominical y de la práctica religiosa, llegando a renunciar al sacramento del matrimonio y al bautismo de sus hijos, y viviendo una indiferencia hacia lo religioso y una grave ruptura con la Iglesia, que posteriormente provoca no pocas distorsiones en la catequesis y en la pastoral parroquial.

Una Catequesis de estilo catecumenal

Como se ha puesto de manifiesto en el Encuentro de Catequistas, los cambios propiciados por la secularización de la sociedad exigen un nuevo programa evangelizador. Así, frente al reduccionismo de una «catequesis obligatoria para recibir la Primera Comunión» es necesario un nuevo planteamiento de una catequesis de infancia de estilo catecumenal que ayude a iniciar de manera armónica a los niños (y a las familias) en el conocimiento de la doctrina cristiana, en la experiencia de la presencia de Dios en nuestras vidas (como Alguien en quien podemos confiar), en la vivencia de la liturgia (especialmente la Misa dominical), y en la vida nueva propuesta por la Palabra de Dios, y que Jesús concreta en el mandamiento del amor y en el espíritu de las bienaventuranzas. Igualmente se impone una nueva Pastoral de Juventud, que trascienda los planteamientos reduccionistas de la «catequesis obligatoria para recibir la Confirmación».

El encuentro con Cristo

Como dice el Papa Benedicto XVI en su encíclica Deus caritas est ,«no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva». La fe cristiana es, ante todo, el encuentro con Jesucristo, Sacramento del Padre. Esta es nuestra experiencia primera y fundamental de la que queremos y debemos dar testimonio.

La evangelización

Somos conscientes de que “de por sí, la fe no se conserva en el mundo, no se transmite automáticamente al corazón del hombre, sino que debe ser siempre anunciada” (Benedicto XVI ante la asamblea eclesial de Roma – 13-VI-2011). Esta es una razón que fundamenta la necesidad de la nueva evangelización. Muchos de nuestros contemporáneos no conocen a Jesús, no se han encontrado con el Resucitado, por eso a sus vidas les falta un plus y una plenitud que sólo el Señor puede aportar y regalar.

«Evangelizar quiere decir mostrar el camino que lleva a la felicidad, enseñar el arte de vivir. Jesús dice al inicio de su vida pública: he venido para evangelizar a los pobres (cf. Lc 4, 18). Esto significa: yo tengo la respuesta a vuestra pregunta fundamental; yo os muestro el camino de la vida, el camino que lleva a la felicidad; más aún, yo soy ese camino. La pobreza más profunda es la incapacidad de alegría, el tedio de la vida considerada absurda y contradictoria. Esta pobreza se halla hoy muy extendida, con formas muy diversas… La incapacidad de alegría supone y produce la incapacidad de amar, produce la envidia, la avaricia, etc., todos los vicios que arruinan la vida de las personas y el mundo. Por eso, hace falta una nueva evangelización. Si se desconoce el arte de vivir, todo lo demás ya no funciona. Pero ese arte no es objeto de la ciencia; sólo lo puede comunicar quien tiene la vida, el que es el Evangelio en persona, es decir, Jesús» (Joseph Ratzinger: Conferencia pronunciada el Congreso de catequistas y profesores de religión, Roma, 10.XII.2000).

La pertenencia a la Iglesia

La conciencia de pertenencia a la Iglesia, el Cuerpo de Cristo en la historia, es clave en la nueva evangelización, pues igual que nosotros necesitamos nuestro cuerpo como capacidad de relación y de comunicación, Cristo tiene necesidad de su Cuerpo para salir al encuentro del hombre. Así pues, por una parte, el evangelizador proviene de la Iglesia, en cuanto enviado por ella, y, por otra, invita a otros a formar parte de la Iglesia, pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo. Conviene, en este sentido, citar las palabras del Papa Benedicto a los periodistas en su reciente viaje a Alemania:

«En este contexto creo que es importante preguntarse: ‘¿Por qué estoy en la Iglesia?’… Yo diría que es importante saber que estar en la Iglesia no es estar en una asociación, sino en la red del Señor que saca peces buenos y podridos de las aguas de la muerte a la tierra de la vida. Puede ser que en esta red me encuentre al lado de los peces podridos y lo sienta, pero la verdad es que yo no estoy allí por unos o por otros, sino porque es la red del Señor que es algo diverso de todas las asociaciones humanas, una realidad que atañe al fondo de mi ser. Hablando con estas personas tendríamos que ir hasta el fondo de la cuestión: ¿Qué es la Iglesia? (…) ¿Por qué estoy en ella aunque haya escándalos y miserias humanas terribles? De este modo renovaríamos la conciencia del carácter específico del ser Iglesia (…) que es Pueblo de Dios, aprenderíamos, soportaríamos también los escándalos y los combatiríamos desde dentro, en esta gran red del Señor».

 La familia

Los padres son los primeros catequistas de sus hijos. Sin su ayuda poco podemos hacer los sacerdotes y los catequistas en la iniciación cristiana de los pequeños. Es necesario concienciar a los padres de la importancia de su tarea y de la dejación de responsabilidad que a menudo hacen. Junto con ello, y sin desanimarse, las Parroquias deben ofrecer cauces y herramientas sencillas para toda la familia pueda acompañar desde casa la labor que se realiza desde la Parroquia. 
Un tarea crucial es que la familia, a través de la catequesis, comience a «eclesializarse», y a tomar la práctica sacramental si la había descuidado.

El nuevo tipo de catequista

La Nueva Evangelización demanda un tipo de catequista bien formado y lleno de la alegría que da la esperanza; un creyente que tenga la valentía de acompañar a otros (pequeños y grandes) por unas sendas en las que él a veces camina a oscuras, alumbrado por la Palabra de Dios y por la débil llama de la fe, pero consciente de que vive en las manos providentes del Resucitado, que camina con su Iglesia, nos explica las Escrituras y parte para nosotros el pan.

Estos serían sus cuatro rasgos básicos:

-El catequista no enseña algo abstracto, sino que transmite una buena noticia de gran valor para él. Es un testigo de Cristo y de su Iglesia ante los niños y los jóvenes. 
-El catequista es un cristiano practicante: Ha recibido los sacramentos y los frecuenta, sobre todo alimenta su vida con la eucaristía. Es un pedagogo de la eucaristía, que anima a los niños y a los jóvenes a participar en la Misa de la comunidad.
-El catequista intenta vivir el mensaje de Jesús, su estilo de vida de amor y perdón. Es para los miembros de su grupo un modelo de vida cristiana, un animador de una vida distinta, nueva, mejor…
-El catequista vive en la presencia de Dios; ora con frecuencia y confía en Dios, convirtiéndose para su grupo en un Maestro de oración.
Estas conclusiones intentan recoger, en síntesis, el espíritu de las ponencias del XI Encuentro Interdiocesano de Catequistas; tienen en cuenta los temas tratados en los diálogos en grupo; y fueron presentadas para su corrección y aprobación a todos los presentes en el Encuentro el domingo 25 de septiembre de 2011, con la intención de ayudar a los asistentes del Encuentro y a los miles de catequistas de nuestra Provincia Eclesiástica que no han podido asistir.
A las manos de María, nuestra Madre y nuestro Modelo de catequista, nos acogemos y le ofrecemos estos frutos para que ella los haga fructificar.
En Jaén, a veinticinco de septiembre de 2011.
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