Razones de la fe XI. Si el mal existe, Dios existe. Una metafísica consoladora frente a una desconsoladora

15 agosto de 2020

Decía Jaques Natanson[1] que  no había más que dos fuentes de ateísmo: una, la más profunda, el escándalo del mal y más concretamente el sufrimiento de los inocentes; otra  la inutilidad de Dios como explicación de la naturaleza y como fuente de valores y significado. Sobre el tema de la relaciones entre de  Dios y la naturaleza, y  Dios y el sentido de la vida hemos hablado anteriormente. Queda, sin embargo, abierta la cuestión sobre el mal y  del escándalo que supone el sufrimiento de tantas víctimas a lo largo de la historia.

1.-Un planteamiento erróneo  del problema.

Es lugar común, al menos  desde Epicuro[2] , utilizar el mal y el sufrimiento como unas realidades que cuestionan la fe en un Dios providente. La existencia del mal parece incompatible con la realidad de un Dios creador, omnipotente y bueno. Si partimos de la visión cristiana de Dios surge de inmediato el problema: ¿cómo entender la realidad de un  Dios  amor y la presencia inevitable del mal?

Presentadas así las cosas nos encontramos con el conocido problema de la teodicea: la justificación de Dios ante el problema del mal. Pero fijémonos en el planteamiento y descubriremos el engaño. Aquí no se trata ya de intentar encontrar alguna  luz en el misterio del mal, como por ejemplo hicieron San Agustín o Santo Tomás quienes entendieron que el problema no era Dios sino el mal, no, aquí el problema es Dios y por tanto se le lleva a juicio. En este juicio Dios ha quedado reducido a  dios, o sea a una creación nuestra, al que presentamos ante la Razón erigida en presidente del tribunal. La Razón, jueza suprema, debe  decidir tras escuchar a los abogados defensores y a los fiscales. El fracaso de toda teodicea[3] que intente exonerar a ese dios, que no deja de ser una imagen nuestra, es previsible.

Es cierto que el tema del mal no deja de ser escandaloso, y este escándalo hará que siempre sea motivo de reflexión y meditación. El cristiano sabe esto de sobra, precisamente el escándalo adquiere una dimensión transcendente en la cruz de Jesús. Todas las víctimas de la historia están representadas en la cruz de Jesucristo. La cruz muestra como al final toda teodicea termina fracasando ante una realidad que hunde sus raíces en el Misterio. Pero planteemos la cuestión de otro modo.

2.- Dios y el mal: Si el mal existe Dios existe.

El  problema del mal surge precisamente ante la realidad de Dios. Quitemos a Dios  de la ecuación y, como muy bien entrevió Nietzsche[4], el problema del mal desaparece.  Preguntémonos si el mal es algo objetivo, o sea si  hay acciones, pensamientos, sufrimientos que podemos calificar como objetivamente malos, o sea malos en sí. O si por el contrario el mal es algo meramente subjetivo, algo relativo a la persona que lo sufre. Puede ser mal para ti, pero un bien para mí, pero nunca mal en sí.  Desde una perspectiva naturalista donde el hombre se reduce a  un mero fragmento de materia fruto de la evolución cósmica. La aparición del ser humano sobre  la tierra no representaría más que un episodio marginal  en el conjunto de un universo inmenso y vacío de sentido. La vida  o la muerte del ser humano, su moralidad o su  felicidad  serían  totalmente indiferentes al universo. Todo se reduciría a una farsa o una tragedia como entrevieron los griegos. Desde este balance existencial consecuente con una visión materialista ¿tendría sentido plantearse algún problema sobre el mal y del sufrimiento del inocente?

Frederick C. Copleston[5]  preguntaba al filósofo Bertrand Russell:

 Pero ¿no hay criterio objetivo, aparte del sentimiento, para condenar la conducta del comandante de Belsen, (un famoso campo de concentración nazi) según usted?

 Russell, coherente con su ateísmo respondía: No más que para una persona daltónica que se encuentra exactamente en la misma posición. ¿Por qué condenamos intelectualmente al daltónico? ¿Porque se trata de una minoría? ¿Qué razón encuentras para decirle al comandante de las SS que gestionaba Belsen que estaba haciendo un mal objetivo, un mal absoluto?

El que conozca la vida y la obra de B. Russell sabrá de sobra  que no fue un anti-humanista, al contrario fue un hombre muy comprometido en cuestiones sociales. La cuestión es que desde una postura que excluya a Dios  los valores y derechos humanos quedan sin un fundamento radical. Los criterios sobre el bien y el mal no serían más que una creación nuestra, condicionada por nuestra perspectiva y nuestra historia, por lo tanto relativos. Solo si Dios existe existirían males objetivos, de lo contrario el mal sería algo meramente subjetivo: mal para ti, pero quizás  bien para mí, como dijimos.  Aquí se nos muestra a las claras que si el mal se presenta como un gran problema, habría un problema aún mayor: el hecho de que el mal dejara de ser un problema.  Como intuitivamente captamos la mayoría de las personas,  el gran escándalo consistiría en que no se considerase escandaloso el tema del mal y el del sufrimiento inocente. Sin Dios estaríamos más allá del bien y del mal[6] como advirtiera Nietzsche. Por consiguiente podemos afirmar de modo concluyente,  por paradójico que nos pueda parecer, que “si  consideramos que el mal existe, entonces Dios existe”.

3.-  Una metafísica consoladora, solo Dios puede salvarnos: la necesidad de redención.

Como hemos visto, la inexistencia de Dios llevaría a que el mal y el sufrimiento adquirieran tal dramatismo que todo quedaría abocado al total absurdo. Para ilustrar esto quiero proponer este texto en el que Strasser[7]   cita un documental de televisión sobre los campos penitenciarios de Corea del Norte:

“Un antiguo comandante del campo penitenciario número 22, que ahora trabaja en Corea del sur para el gobierno de la nación, desgrana su testimonio sin inmutarse. Mató con sus propias manos a muchos internos; los ejecutaba como lo más normal del mundo. No sentía compasión ninguna. Durante años torturó a numerosas personas. Esto le divertía…..Como comandante del campo 22, fue testigo de cómo se probaban armas químicas con prisioneros. Era frecuente exponer a familias enteras al gas tóxico, bajo cuyo efecto padecían una muerte muy dolorosa, no sin que  a menudo los  padres trataran de ayudar a sus hijos que es asfixiaban, haciéndoles el boca a boca, algo de todo punto absurdo. Las personas morían en habitáculos cuyo techo de cristal permitía observar su interior; allí esperaban sentados los médicos y los funcionarios de `prisiones. Mientras que las familias expuestas al gas solían apiñarse en el centro de la habitación, quienes estaban solos se arrimaban a las paredes. Era así. Entre quienes observaban a través de la cristalera, nadie tenía compasión con los moribundos. Sus padecimientos no suscitaban emoción alguna; interés sí, pero sentimientos no…En el exilio estadounidense, una antigua norcoreana que sobrevivió al campo penitenciario y consiguió escapar, habló de mujeres embarazadas que eran internadas en el campo. Nada más dar a luz, sus bebes eran pisoteados hasta la muerte por los carceleros. Los recién nacidos chillaban mientras su nuca se partía bajo los golpes de las botas, y las madres ante cuyos ojos ocurría aquello perdían la razón.”

Los historiadores de todas las épocas informan abundantemente sobre hechos análogos. Confrontados con relatos tan espantosos  las personas reaccionamos de los más diferentes modos. No obstante sabemos que solo podemos entendernos como personas si no cerramos los ojos a todos estos males. Todos estamos involucrados de un modo u otro como víctimas o como victimarios. Si tomamos en serio el discurso naturalista el panorama es desconsolador. El recién nacido pisoteado hasta morir en el campo penitenciario 22 está sencillamente muerto y su madre nunca superará la locura. A los verdugos, probablemente, nadie les pedirá cuentas,  no tendrán que responder ante nadie. Lo relativo a estos crímenes abominables será olvidado como si en último término todo diera igual.

En nuestro fuero interno sabemos que cada vez que ocurre esto el orden moral del mundo se pone patas arriba, pero desde una perspectiva naturalista coherente al final da igual. Pero esto no debe ser así, no puede ser así, necesitamos ser redimidos.  Walter Benjamin[8]  habló de esa necesidad de redención con una expresión: “no se puede dar nada por perdido a nadie”. Sabemos que  a los humanos  se nos escapa la posibilidad de que obtengamos esta redención por nuestras propias fuerzas. El mensaje del naturalismo es que poco o nada podemos hacer. Sin embargo las religiones, en general,  y el cristianismo, en particular, salen a la palestra ante ese mensaje desolador del naturalismo. John Hick[9]  habla de que la promesa de redención definitiva de los males y sufrimientos  del mundo es el mensaje esencial de las religiones. El mal y  el sufrimiento no tienen la última palabra, esta formulación encaja a la perfección con la idea que los cristianos se hacen de Dios.  Es Dios quien mantiene  abierta la posibilidad de reconciliación, el único que permite que no pueda darse nada por perdido.

Para la perspectiva naturalista, las víctimas pasadas, presentes y futuras, son en el mejor de los casos el medio para el fin del perfeccionamiento del mundo. Pero para las víctimas el perfeccionamiento suele llegar demasiado tarde. Si miramos la historia desde la óptica de las víctimas, los intentos de auto redención por parte del ser humano no dejan de parecer falsas ilusiones. Al final solo en Dios se puede encontrar una salida que  evite  caer en la deriva de la mera resignación o del cinismo deshumanizante. Después de todo, utilizando la expresión de Heidegger[10]: solo un Dios puede salvarnos.

Juan Jesús Cañete Olmedo
Sacerdote diocesano y Profesor de Filosofía

[1] J. J. Natanson , La mort de Dieu. Essai sur l’athéisme moderne, Paris, PUF, 1975.

[2] Epicuro, Carta a Meneceo-Vida Feliz, Servicio de publicaciones de la Universidad de Valencia, Valencia 2009.

[3]  J. A. Estrada, La imposible teodicea: la crisis de la fe en Dios, Trotta, Madrid 2003.

[4] F. Nietzsche, Más allá del bien y del mal, Alianza Editorial, Madrid 2012.

[5] B. Russell; F.Copleston, Debate sobre la existencia de Dios. KRK Ediciones, Oviedo 2012.

[6] F. Nietzsche, Más allá del bien y del mal, Alianza Editorial, Madrid 2012.

[7] Citado en  H. Tetens, Pensar a Dios. Un ensayo de teología racional, Sígueme, Salamanca 2017.

[8] W. Benjamin, Tesis sobre la Historia y otros fragmentos, Itaca, México DF  2008.

[9] J. Hick, Dialogues in the Philosophy of Religion, Palgrave Macmillan, Hampshire 2001.

[10] Última entrevista a Heidegger publicada por Der Spiegel en 1976 tras su muerte. Aunque la entrevista no versa sobre el tema que hemos tratado quiero sacar a colación el  texto que dice así: Solo un Dios puede aún salvarnos. La única posibilidad de salvación la veo en que preparemos, con el pensamiento y la poesía, una disposición para la aparición del dios o para su ausencia en el ocaso. https://www.arsvitalis.es/wp-content/uploads/2020/01/ENTREVISTA-DEL-SPIEGEL-A-M.-HEIDEGGER.pdf

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