Vigilia de oración ante el Cristo de San Damián

16 enero de 2009
Vigilia de oración en las Clarisas

El pasado 10 de enero se celebró un encuentro franciscano de oración en las Clarisas Franciscanas del convento de La Inmaculada Concepción de Jaén (Bernardas), al que acudieron numerosos jóvenes venidos de distintos pueblos de la provincia: Lopera, Martos, Arjona, Porcuna, y también de otros lugares como Madrid, Estepa, Ronda, a los que se unieron algunos jóvenes de nuestras parroquias de Jaén: La Santa Cruz y San Roque. La mayoría pertenecientes o simpatizantes de la Orden Franciscana Seglar.

Fue una vigilia de adoración ante el Santísimo compartida con las hermanas clarisas que comenzó a las 11 de la noche  y terminó a la 1 de la madrugada, todos con ganas de seguir junto a Jesús; el tema se centró en su mirada. Cómo Francisco fue mirado por Jesús y cómo respondió a su mirada. Ese Cristo bizantino de San Damián con el que Francisco tuvo el encuentro que marcó su vida para siempre estuvo presente junto a Jesús Sacramentado. Es una copia que va peregrinando por España y Portugal desde el año 2007  que fue entregado en Asís por los franciscanos de Italia a los Españoles para ir de acá para allá hasta que se celebre la clausura del 800 aniversario de la conversión de San Francisco con una concentración que tendrá lugar en  Santiago de Compostela, en éste año 2009. Entre nosotros se encontraba también el P. Juan José Rodríguez, superior de la fraternidad de Martos y el P. Salvador Jiménez,  de la fraternidad de Ronda, encargado de llevar el Cristo  hasta Alicante, que es su siguiente destino.

Clarisas de Jaén

 

Quisimos acercarnos hasta este Cristo de San Damián para tener como él un verdadero encuentro con Jesús, pobre y crucificado. Una experiencia de amor tal que cambie nuestras vidas como la suya. Francisco era un joven de 25 años cuando se acercó deambulando con ansia la verdad de su vida y Cristo le salió al encuentro. También nosotros tenemos un corazón en búsqueda permanente y necesitamos escuchar su voz y permitirle que con su mirada nos fascine y convierta nuestras vidas en testimonio de su amor.

La vigilia transcurrió entre cantos, moniciones, lecturas y dos dinámicas que resultaron entrañables. Empezamos con la exposición del Santísimo en el centro de la reja del coro de las monjas. Los jóvenes rezaron el Oficio de Lectura y Completas con la comunidad y seguidamente la vigilia en un clima de oración en la que se meditó también el evangelio del “joven rico”. Jesús, como a él, nos mira con ternura, su mirada es redentora, es misericordiosa. Su mirada es serena, da confianza, penetra en nosotros, y su invitación es siempre clara: vendiéndolo todo, dándonos del todo es como vamos a ser plenamente felices, pero no siempre lo tenemos claro. Nos es necesaria mucha oración para colocarnos con sinceridad ante lo que somos y lo que se nos pide.

En una de las dinámicas se repartieron estampas con los ojos del Cristo que habló a Francisco para que todos escribiésemos por la parte de atrás lo que significaba para cada uno la mirada de Jesús y después se recogieron y se volvieron a repartir removidas, para con este gesto, percibir la mirada de Jesús por medio de los hermanos y aprender también a mirar como Jesús miraba. Otra dinámica fue la construcción de un puzzle de 20 piezas con la imagen de la iglesia de Santa María de los Ángeles (La Porciúncula), cuna de la Orden Franciscana. Con éste signo simbolizamos como cada uno tiene que encontrar su lugar dentro de la Iglesia; con la vocación específica que haya recibido del Señor. Él tiene que ser el que, al igual que Francisco, nos ilumine para repararla aportando lo mejor de nosotros mismos. Siendo testigos de su presencia en medio del mundo. Se fueron acercando distintos jóvenes a poner su pieza  mientras iban diciendo en voz alta lo que querían aportar, y después tres hermanas a través de la reja.

Todos nos sentimos así Iglesia, porque todos podemos embellecerla con los dones que Dios nos ha dado. La celebración terminó con la entrega del Cristo, que se encontraba en la clausura, a los frailes y a los jóvenes que esperaban detrás de la reja.
Las clarisas queremos seguir custodiando con corazón puro y ardiente esa mirada de Jesús y esas palabras de vida: “Ve, y repara mi Casa”, y ofrecemos nuestra existencia para que se sigan prolongando en el mundo los hijos de Francisco, como verdaderos testigos de la paz y el bien.

Cristo de San DamiánQuisimos acercarnos hasta este Cristo de San Damián para tener como él un verdadero encuentro con Jesús, pobre y crucificado. Una experiencia de amor tal que cambie nuestras vidas como la suya. Francisco era un joven de 25 años cuando se acercó deambulando con ansia la verdad de su vida y Cristo le salió al encuentro. También nosotros tenemos un corazón en búsqueda permanente y necesitamos escuchar su voz y permitirle que con su mirada nos fascine y convierta nuestras vidas en testimonio de su amor.

La vigilia transcurrió entre cantos, moniciones, lecturas y dos dinámicas que resultaron entrañables. Empezamos con la exposición del Santísimo en el centro de la reja del coro de las monjas. Los jóvenes rezaron el Oficio de Lectura y Completas con la comunidad y seguidamente la vigilia en un clima de oración en la que se meditó también el evangelio del “joven rico”. Jesús, como a él, nos mira con ternura, su mirada es redentora, es misericordiosa. Su mirada es serena, da confianza, penetra en nosotros, y su invitación es siempre clara: vendiéndolo todo, dándonos del todo es como vamos a ser plenamente felices, pero no siempre lo tenemos claro. Nos es necesaria mucha oración para colocarnos con sinceridad ante lo que somos y lo que se nos pide.

En una de las dinámicas se repartieron estampas con los ojos del Cristo que habló a Francisco para que todos escribiésemos por la parte de atrás lo que significaba para cada uno la mirada de Jesús y después se recogieron y se volvieron a repartir removidas, para con este gesto, percibir la mirada de Jesús por medio de los hermanos y aprender también a mirar como Jesús miraba. Otra dinámica fue la construcción de un puzzle de 20 piezas con la imagen de la iglesia de Santa María de los Ángeles (La Porciúncula), cuna de la Orden Franciscana. Con éste signo simbolizamos como cada uno tiene que encontrar su lugar dentro de la Iglesia; con la vocación específica que haya recibido del Señor. Él tiene que ser el que, al igual que Francisco, nos ilumine para repararla aportando lo mejor de nosotros mismos. Siendo testigos de su presencia en medio del mundo. Se fueron acercando distintos jóvenes a poner su pieza  mientras iban diciendo en voz alta lo que querían aportar, y después tres hermanas a través de la reja.

Todos nos sentimos así Iglesia, porque todos podemos embellecerla con los dones que Dios nos ha dado. La celebración terminó con la entrega del Cristo, que se encontraba en la clausura, a los frailes y a los jóvenes que esperaban detrás de la reja.
Las clarisas queremos seguir custodiando con corazón puro y ardiente esa mirada de Jesús y esas palabras de vida: “Ve, y repara mi Casa”, y ofrecemos nuestra existencia para que se sigan prolongando en el mundo los hijos de Francisco, como verdaderos testigos de la paz y el bien.

Sor Concepción Ruiz

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