Vía Crucis: El doloroso camino de la Cruz hacia el triunfo de la Vida
10 abril de 2017Es tiempo de Cruz. De detenernos, observar y meditar el doloroso camino de Cristo con la Cruz a cuestas por las empedradas y angostas calles del viejo Jerusalén, hasta su muerte en el Calvario. Este Vía Crucis, extraído del Plan Pastoral 2017, misericordieaencuaresmadosmildiecisiete, tiene como objetivo principal que el misterio de la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo nos haga, desde la fe y con el corazón lleno de la esperanza Pascual, contemplar el sufrimiento de un hombre bueno, del Hijo mismo de Dios, que entregó su vida por nuestra salvación.
Sean cada una de las catorces estaciones que lo forman una parada de nuestro espíritu ante la vorágine de nuestros días. Dejemos nuestras pesadas cargas de hombres, para tomar, como el Cirineo la Cruz de Cristo. Acompañarlo hasta el Calvario y compartir su dolor. Ese dolor que sigue hoy estando presente en los pobres, en los necesitados, en los marginados y excluidos, en los faltos de libertad, en los perseguidos, en los sufrientes, en los que caminan por tinieblas, en los que buscan el rostro de Dios.
PRIMERA ESTACIÓN
Jesús es condenado a muerte
«Pilato, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarlo, para que fuera crucificado» (Mc
15,15).
Jesús había dicho: «Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos» (Jn 15,13).
Por nuestras críticas injustas;
por nuestros juicios inmisericordes
para con las personas;
por nuestras condenas
tantas veces dictadas
sin conocimiento de causa;
Señor, ten piedad.
R./ SEÑOR, TEN PIEDAD.
SEGUNDA ESTACIÓN
Jesús carga con la cruz
«Tomaron a Jesús, y él cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de
la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota)» (Jn 19,16-17).
Había dicho Jesús: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue
a sí mismo, tome su cruz y me siga» (Mt 16,24).
Por nuestra pereza y comodonería;
por escabullirnos cuando nos necesitan;
por nuestro egoísmo;
por nuestra indiferencia ante el dolor
o las necesidades de los otros;
Señor, ten piedad.
R./ SEÑOR, TEN PIEDAD.
TERCERA ESTACIÓN
Jesús cae en el camino
Jesús, doblado por el peso de la cruz, cayó al suelo. «Maltratado,
voluntariamente se humillaba y no abría la boca: como cordero
llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no
abría la boca (Is 53,7).
«No me abandones, Señor; Dios mío, no te quedes lejos; ven aprisa a
socorrerme, Señor mío, mi salvación» (Sal 37,22-23).
Por nuestro desamor;
por nuestra frialdad en el trato;
por nuestra descortesía y acritud;
por nuestro desapego,
que no nos deja
reconocerte en las personas
y especialmente en los que sufren;
Señor, ten piedad.
R./ SEÑOR, TEN PIEDAD.
CUARTA ESTACIÓN
Jesús encuentra a su madre
Siendo Jesús niño, el anciano Simeón en el templo había profetizado
a María: «Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se
levanten; y será como un signo de contradicción —y a ti misma una
espada te traspasará el alma—, para que se pongan de manifiesto los
pensamientos de muchos corazones (Lc 2,34-35).
Y a ella, a la madre, podríamos aplicarle las palabras antaño
proclamadas por el profeta: «¿A quién te compararé, a quién te
igualaré, hija de Jerusalén?; ¿con quién te equipararé para consolarte,
doncella, hija de Sión?; pues es grande como el mar tu desgracia»
(Lam 2,13).
Por nuestros desencuentros
y desentendimientos;
por alimentar rencillas y rencores;
por nuestros choques;
por nuestras rupturas y enemistadas;
por negar la palabra y la ayuda
a los hermanos;
Señor, ten piedad.
R./ SEÑOR, TEN PIEDAD.
QUINTA ESTACIÓN
Un hombre toma la cruz del Señor
«Pasaba uno que volvía del campo, Simón de Cirene, el padre de
Alejandro y de Rufo; y lo obligan a llevar la cruz» (Mc 15,21).
Pablo, buen conocedor de Jesús recomienda a los de Galacia: «Llevad
los unos las cargas de los otros y así cumpliréis la ley de Cristo» (Gál
6,2).
Por nuestra falta de solidaridad;
por nuestra falta de unión;
por nuestras antipatías
celosamente cultivadas;
Señor, ten piedad.
R./ SEÑOR, TEN PIEDAD.
SEXTA ESTACIÓN
Al ver a Jesús, una mujer sintió compasión y limpió su rostro
En una ocasión, Jesús habría contado aquella parábola: «un
samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba él y, al verlo, se
compadeció, y acercándose, le vendó las heridas…» (Lc 10,33-34).
Ahora fue una mujer la que sintió compasión por él y le enjugó el
rostro con su lienzo.
«Y por último, —recomienda San Pedro en su primera carta— tened
todos el mismo sentir, sed solidarios en el sufrimiento, quereos como
hermanos, tened un corazón compasivo y sed humildes. No devolváis
mal por mal, ni insulto por insulto, sino al contrario, responded con
una bendición» (1Pe 3,8-9).
Por nuestros prejuicios
que nos impiden sentir compasión
y actuar como el buen samaritano
y como Verónica;
por nuestros desprecios
hacia los que son de otra raza o color,
de otro país o condición social,
de otro partido o grupo,
de otro modo de pensar;
por rechazarte cada vez
que hemos rechazado a alguien;
Señor, ten piedad.
R./ SEÑOR, TEN PIEDAD.
SÉPTIMA ESTACIÓN
Jesús cae por segunda vez
Cómo se cumplen en Jesús las palabras del salmo: «Por ti he
aguantado afrentas, la vergüenza cubrió mi rostro. Soy un extraño
para mis hermanos» (Sal 68,8-9).
Había dicho Jesús: «Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por
diente”. Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al
contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra»
(Mt 5,38-39).
Por nuestras mentiras y fingimientos;
por nuestras simulaciones
y por nuestras faltas de honradez;
por nuestra hipocresía;
por no aceptar nuestras debilidades
ni asumir nuestras culpas;
por responder a la violencia
con violencia;
Señor, ten piedad.
R./ SEÑOR, TEN PIEDAD.
OCTAVA ESTACIÓN
Las mujeres de Jerusalén lloran por Jesús
«Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban
el pecho y lanzaban lamentos por él» (Lc 23,27).
Dijo entonces Jesús: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por
vosotras y por vuestros hijos… porque, si esto hacen con el leño
verde, ¿qué harán con el seco?» (Lc 23,28.31).
Por nuestros fingimientos,
incluso en las cosas de la fe;
por nuestras lamentaciones,
que no conducen a nada
y nos dejan pasivos;
por nuestras cobardías
para plantarle cara a los problemas
y para llamar las cosas por su nombre;
Señor, ten piedad.
R./ SEÑOR, TEN PIEDAD.
NOVENA ESTACIÓN
Jesús cae por tercera vez
Se cumplía en Jesús el cántico del Siervo del Señor: «Él soportó
nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo
estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue
traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes.
Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron»
(Is 53,4-5).
«La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco. Espero compasión,
y no la hay; consoladores, y no los encuentro. Soy un pobre
malherido» (Sal 68,21.30).
Por creernos buenos;
por no reconocer nuestro pecado;
por nuestros desalientos
que desalientan a los otros;
por dejarnos llevar por la rutina
y apagar en nosotros el deseo
de la vida nueva que viene de ti;
por claudicar en las dificultades;
por buscar sólo la vida fácil;
Señor, ten piedad.
R./ SEÑOR, TEN PIEDAD.
DÉCIMA ESTACIÓN
Jesús es despojado de todo
«Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa,
haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica.
Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo.
24 Y se dijeron: ‟No la rasguemos, sino echémosla a suerte, a ver a
quién le toca”» (Jn 19,23-24).
Jesús había dicho: «Al que quiera ponerte pleito para quitarte la
túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una
milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado,
no lo rehúyas» (Mt 5,40-42).
Por robar a los otros lo que es suyo;
por no defender los derechos humanos;
por los salarios indignos;
porque apoyamos
con nuestras actitudes,
unas estructuras, una sociedad
y un mundo cada vez más inicuos;
por nuestras injusticias
personales e institucionales;
Señor, ten piedad.
R./ SEÑOR, TEN PIEDAD.
UNDÉCIMA ESTACIÓN
Jesús es colgado de la cruz
«Cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí,
a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda» (Lc
23,33). «Se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y
una muerte de cruz» (Flp 2,8).
«Me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos» (Sal
21,17-18).
Por nuestros rencores;
por nuestra ira;
por nuestra violencia
manifestada a veces en palabras
y a veces en acciones;
por las pequeñas batallas
domésticas o de vecindario
y por las guerras
que asolan nuestro mundo;
Señor, ten piedad.
R./ SEÑOR, TEN PIEDAD.
DUODÉCIMA ESTACIÓN
Jesús muere en la cruz
«Jesús, clamando con voz potente, dijo: ‟Padre, a tus manos
encomiendo mi espíritu”. Y, dicho esto, expiró» (Lc 23,46).
«Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía
pecadores, Cristo murió por nosotros» (Rom 5,8).
Por la frivolidad de nuestros ambientes
y por nuestras aportaciones a ella;
por tantos gastos superfluos;
por la ostentación y el derroche
que hacemos incluso a veces
tomando pie en la eucaristía
y en el matrimonio;
por nuestras soberbia y prepotencia
que humillan a los otros;
por nuestras faltas de respeto a la vida;
por nuestra desatención
a los indigentes e inmigrantes;
Señor, ten piedad.
R./ SEÑOR, TEN PIEDAD.
DECIMOTERCERA ESTACIÓN
La Madre no se aparta del Hijo
«Junto a la cruz de Jesús estaba su madre» (Jn 19,25).
Había dicho Jesús: «Mi madre y mis hermanos son éstos: los que
escuchan la palabra de Dios y la cumplen» (Lc 8,21).
Por nuestra falta de intimidad contigo;
por no valorar la oración
o por no dedicarnos a ella;
por nuestras múltiples y cotidianas
infidelidades a tu Evangelio;
por dejarnos llevar por las supersticiones
que infantilizan nuestra fe;
por no valorar los gestos
de cercanía y de ayuda
de quienes se preocupan por nosotros;
Señor, ten piedad.
R./ SEÑOR, TEN PIEDAD.
DECIMOCUARTA ESTACIÓN
Jesús es sepultado en espera de la resurrección
«Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un
sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como
para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca,
pusieron allí a Jesús» (Jn 19,41-42).
Había dicho Jesús: «El Hijo del hombre será entregado en manos de
los hombres, lo matarán, pero resucitará al tercer día» (Mt 17,22-23).
Por nuestra desesperanza;
por nuestro derrotismo;
por nuestra inconstancia en el trabajo,
en el servicio y en la caridad;
por nuestras tristezas
que desaniman a los otros;
Señor, ten piedad.
R./ SEÑOR, TEN PIEDAD.