Un nuevo diácono al servicio de la Iglesia
14 diciembre de 2015El pasado sábado, 5 de diciembre, un joven del Seminario Diocesano de Jaén recibía el sagrado Orden del Diaconado: Juan Antonio Casas de la parroquia de San Juan Evangelista de Mancha Real.
A las 11 de la mañana el Sr. Obispo, D. Ramón del Hoyo López, presidía la Eucaristía en la Catedral de Jaén. La ceremonia estuvo concelebrada, además, por el Vicario General; algunos Vicarios Episcopales; el Rector y los formadores del Seminario; y un importante número de sacerdotes diocesanos.
Asimismo, estuvieron presentes numerosos fieles de la comunidad cristiana de San Juan Evangelista de Mancha Real, los diáconos permanentes, los seminaristas y los familiares y amigos de Juan Antonio.
Durante su homilía, el Sr. Obispo hizo hincapié en el sacramento del diaconado. “Al recibir el sacramento del orden, amigo Juan Antonio, serás constituido por Jesucristo diácono, ministro suyo, y te dotará de potestad suficiente para desempeñar, en nombre de la Iglesia, las funciones específicas que se te asignen. Para ello hemos pedido en la oración colecta de esta Misa que «el Señor te conceda disponibilidad para la acción y que, en el ejercicio humilde de tu ministerio, perseveres siempre en la plegaria». Aplicamos al candidato las palabras de la Carta a los Hebreos (Heb 5,1-2) «tomado de los hombres para las cosas que miran al servicio de Dios». En efecto, a través de tu diaconía, Cristo mismo aplicará su obra redentora a favor de los hombres, y va a seguir edificando su Iglesia”.
“Al recibir el orden sagrado no vas a ser por ello más cristiano, pero sí te sentirás configurado de un nuevo modo con Cristo Jesús. El diaconado y pronto, si Dios quiere, el presbiterado, te otorgará un nuevo título sacramental a tu compromiso de entrega a Dios y a la Iglesia, y, al configurarte como ministro de Cristo Cabeza, te abrirá nuevos horizontes en esta entrega a Dios y a los hermanos. Te ruego por ello encarecidamente, en nombre del Señor y de su Iglesia, que seas administrador fiel y responsable de los tesoros de gracia que la Iglesia pone en tus manos. Procura muy por encima de todo lo demás, ser un digno ministro del Señor, abnegado y humilde en el servicio callado a los demás, ejemplar en tu conducta, comprensivo y misericordioso con todos al proponer la Buena Nueva del Evangelio, pero a la vez firme y celoso en la transmisión y custodia del depósito de la fe y de la moral cristiana”, continuaba.