Teilhard de Chardín II. Su búsqueda

30 octubre de 2023

Finalizábamos el primer artículo sobre Teilhard de Chardin diciendo que su vida y su obra iban   totalmente unidas. De hecho, afirmábamos, que toda su obra se nos presentaba como un gran ensayo que iba perfilando y rescribiendo continuamente.

«Todo preguntar es una búsqueda. Todo buscar está guiado por aquello que se busca” afirma Heidegger.  ¿Qué guiaba a Teilhard? ¿Qué buscaba? Después de todo, en todos sus estudios no prosiguió más que una sola investigación: la búsqueda de Dios percibido en su plena realidad por transparencia en el corazón de la materia, gracias a su conocimiento previo por la fe.

Al leer la obra de Teilhard uno observa que escribe para sí y desde ahí para los demás. Son sus intuiciones, sus dudas, sus interrogantes profundos los que orientan su búsqueda.  En él se descubre una pasión por lo Absoluto que le lleva a buscar constantemente realidades más universales, más perfectas.  Como expresa en su obra autobiográfica “El corazón de la materia” siempre tuvo la necesidad de poseer el absoluto, de apoyarse en algo esencial y definitivo. El gran interrogante sería pues ¿Qué le da consistencia a este universo donde todo fluye, donde reina la multiplicidad y la caducidad?

En esa búsqueda de la unidad de todo y de la plenitud se encuentra con dos cosmovisiones que aparentan ser antagónicas: la cosmovisión científica y la cosmovisión heredada de la tradición cristiana. Sin embargo, no pueden darse dos verdades en lo referente a una única realidad. Ambas verdades, si lo son, deben de alguna manera converger permitiendo comprender mejor lo real.  Teilhard no planteará un concordismo que, artificialmente, busque conciliar visiones diferentes.  Su tarea es la de construir una cosmovisión del universo donde ciencia y religión no se contraponen, sino que se armonizan mostrando desde ángulos distintos y complementarios, la grandeza del universo.

  Ciencia y religión deben converger pues la ciencia sin apertura a la trascendencia aboca a un universo sin sentido que deriva en un pesimismo antropológico, y la religión sin ciencia distorsiona la imagen del universo, del hombre y del propio Dios.  En uno de sus primeros escritos dirá: “Al escribir La Vida Cósmica he pretendido llamar la atención sobre la posibilidad de una sana reconciliación entre cristianismo y mundo, sobre el terreno de la prosecución leal y convencida del progreso, en comunión sincera con la fe en la vida y en el valor de la evolución”.

 Conciliar el cristianismo y el Mundo implicará, al fin y a la postre, encontrar un sentido al mundo evolutivo. De hecho, para Teilhard el Dios de la revelación cristiana se hace transparente, o sea diáfano en su creación. Aquí nos encontramos otro de los aspectos fundamentales en Teilhard: él aúna su hacer científico, su intuición filosófica y su experiencia mística, estos tres aspectos continuamente se retroalimentan.  Fijémonos a título de ejemplo en dos textos situados uno al comienzo y el otro al final de su trayectoria intelectual. En 1916 afirmaba: “El mundo sigue creándose y en él, es Cristo quien lo lleva a su final. Al escuchar y comprender estas palabras, he abierto los ojos, y me he dado cuenta, como si estuviéramos en un éxtasis, de que me hallaba sumergido en Dios por medio de toda la naturaleza”.

Pocos meses antes de morir Teilhard escribe:

“Estamos en un universo en vías de concentración sobre sí mismo. Podría parecer que solo un rayo de luz, si callera sobre cualquier punto de la noosfera debería provocar una explosión lo bastante fuerte como para alcanzar y renovar casi enteramente la faz de la tierra… ¿Habré sido el único que lo he visto?… ¿Por qué, si se me pide que lo haga me resulta imposible citar un solo autor, un solo escritor, en el que reconozca claramente la maravillosa diafanía que a mi parecer lo ha transfigurado todo…? el amor de Dios y la fe en el mundo: los dos componentes esenciales están en el aire en todos las partes, ¿pero en general no son lo bastante fuertes para combinarse el uno con el otro en un mismo individuo? En mí por casualidad resultó favorable la proporción de uno y de otro y, espontáneamente, se ha operado la fusión, muy débil aun para propagase en forma explosiva, pero suficiente sin embargo para afirmar que la reacción es posible y que un día u otro se producirá en cadena”.

 Juan Jesús Cañete Olmedo
Sacerdote diocesano y Profesor de Filosofía

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