Once personas sin hogar empiezan el camino de reinserción en la Casa de los Sin Techo de Cáritas
15 marzo de 2009Donde se pierde el olor a calle
IDEAL – 15.03.09 – MARÍA JOSÉ ÁLVAREZ
En el restaurado convento de Santa Clara huele a hogar. Hay una olla de puchero en la cocina. Una tele sintonizando un programa de humor de una cadena pública, un sofá. Hace más de un año que el edificio dejó de ser convento y se convirtió en la Casa de los Sin Techo. Desde entonces, sus once habitantes han logrado deshacerse del olor a calle que no hubieran podido dejar atrás sin la ayuda de las manos de Cáritas. Hablar de dejar ese olor a calle no es metafórico. Es el primer paso físico con el que los sin techo o sin hogar comienzan a darse cuenta de que empiezan a abandonar la indigencia.
Los habitantes de la Casa de los Sin Techo, los sin hogar, se muestran halagados cuando reciben una visita. «Mire que repuesto estoy. Con unos kilos de más parezco otro», dice orgulloso uno de ellos al responsable de Cáritas Diocesana, Juan Carlos Escobedo. Todos se deshacen en atenciones con el que saben que es el principal artífice de su volver a nacer. Él y el resto de trabajadores y trabajadoras del centro. Y la docena de voluntarios. Y cada uno de los donativos que se invirtieron durante siete años para hacer la reforma en el edificio donado por las monjas clarisas.
Hablar de lo que costó (en dinero y tiempo) hacer las obras resulta ya demasiado pesado para Escobedo. Él prefiere mostrar los resultados de un recurso que resulta caro de mantener (unos 150.000 euros al año), pero que es la única forma de insertar de nuevo en la sociedad a los sin hogar.
Se les intercepta en la calle, porque es raro el caso en que el sin techo llame a una puerta para pedir ayuda. En la mayoría de los casos son los propios trabajadores de Cáritas los que dan la voz de alarma. Otros los derivan los propios servicios sociales municipales (de toda la provincia). E incluso el Hospital. «Entre el 60 y 70% de los sin hogar cuentan con algún problema de salud mental, pero la Sanidad Pública hace mucho tiempo que dejó de tener recursos para atender a estos enfermos», dice el presidente de Cáritas.
Una vez que llegan a la casa, para lo que se suele tener que convencerlos durante algún tiempo, empieza su largo proceso de 'reconversión'. Antonio, el responsable del centro, habla de tres fases. La primera es la acogida y recuperación. Lo inmediato es recuperar al sin techo física y psicológicamente. «Vienen muy deteriorados, el 90% cuenta con alguna dependencia o adicción», apunta. Una vez recuperados, es el momento de comenzar la fase individualizada de socialización. Se les enseñan cosas tan básicas como la convivencia y la higiene personal, «que no se puede dormir con zapatos, que hay que ducharse todos los días o que hay que limpiar la habitación», matiza Antonio. Suele ser el proceso más complicado.
Los que lo superan, y siempre que se muestren conformes, pueden pasar a la llamada tercera fase, la de la inserción laboral. Dos de los que empezaron a vivir en ella ya lo han conseguido.