Miles de fieles participan, con entusiasmo, en el Jubileo de la Misericordia
20 junio de 2016Los arciprestazgos de La Carolina, Bailén-Mengibar, y Martos-Torredonjimeno participaron, en la tarde de ayer, en el Jubileo de la Misericordia, en la Catedral de Jaén.
Los peregrinos llegados a Jaén de pueblos como Bailén, Cazalilla, Espeluy, Jabalquinto, Las Infantas, Mengibar, Torrequebradilla, Vados Sotogordo, Villanueva de la Reina, Villargordo, Aldeaquemada, Baños de la Encina, Carboneros, El Centenillo, Guadalén, Guarromán, La Carolina, Navas de Tolosa, Santa Elena, Vilches, Fuensanta de Martos, Jamilena, Las Casillas, Los Villares, Martos, Monte Lope Álvarez, Torredonjimeno, Torredelcampo y Valdepeñas, se dieron cita en la Basílica de San Ildefonso desde donde dio comienzo la peregrinación. Pasadas las 7 y media de la tarde, salían en procesión los más de 25 párrocos de todas las localidades congregadas, hasta el presbiterio de la parroquia de San Ildefonso. El Jubileo dio comienzo con la proclamación del Evangelio de la Misericordia, en concreto la Parábola del Buen Pastor que fue leído por uno de los dos diáconos permanentes de la Diócesis. A continuación, el arcipreste de Martos-Torredonjimeno, D. Andrés López Ángeles, dio lectura a un extracto de la Bula “Misericordiae Vultus”, del Papa Francisco, que dio el inicio a la peregrinación hasta la Catedral de Jaén. Miles de personas participaron en esta peregrinación, en la que también iban los dos iconos de La Juventud, el de La Inmaculada Joven y el de El Santo Rostro, que durante toda la semana pasada han ido recorriendo la Diócesis jiennense. La alegría, el entusiasmo y la fe, fueron las notas dominantes del ambiente de la peregrinación, que junto con el rezo de las letanías, iban marcando el camino hacia la Puerta de la Misericordia de los fieles diocesanos congregados.
Ya en la Puerta de la Misericordia, de la Catedral de Jaén, el Vicario General, D. Francisco Juan Martínez Rojas, pronunció “Esta es la puerta del Señor, por ella entramos para obtener misericordia y perdón”, y abrió, con el Evangeliario en las manos, la procesión hasta alcanzar el presbiterio. Tras la aspersión del agua bautismal a los miles de fieles que abarrotaban las naves de la Catedral, prosiguió la Eucaristía.
Homilía
Durante su homilía, el Vicario General, D. Francisco Juan Martínez Rojas, afirmó, “Confesar a Jesús es seguirlo, identificándonos con Él, en la situación que nos toca vivir. Seguirlo, no como nosotros queremos o se nos antoja, sino como Él nos propone: El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. No somos seguidores de una ideología, de una doctrina, de una idea, sino de una persona, que nos ha marcado con su sello, nos ha unido a Él, y nos invita a profundizar en su amistad. Confesar a Jesús es seguirlo, porque lo conocemos y nos abandonamos en sus manos”. El Deán de la Catedral quiso incidir también durante su homilía en la importancia de ser transmisores de alegría, de esperanza y del perdón para seguir edificando la Iglesia de Cristo, “Ha llegado de nuevo para la Iglesia el tiempo de encargarse del anuncio alegre del perdón. Es el tiempo de retornar a lo esencial para hacernos cargo de las debilidades y dificultades de nuestros hermanos. El perdón es una fuerza que resucita a una vida nueva e infunde el valor para mirar el futuro con esperanza (MV 10).
Tenemos que mirar el futuro con esperanza, como nos indica el Papa Francisco. Y caminar, edificando la Iglesia de Cristo y confesándolo a Él como nuestro único maestro, Señor y salvador”.
Al término de la Comunión, y como símbolo de acción de gracias, se leyó un manifiesto, que, entre otros, comprometía a los presentes a “Ir por las calles de nuestros pueblos y ciudades anunciando con alegría y valentía que Dios es Padre Misericordioso (…) y que el encuentro con Cristo ha cambiado nuestra vida”, así como “Defender con todos los medios a nuestro alcance, a todos los marginados y excluidos de la sociedad”.
La Eucaristía, que contó con la música del Coro de San José Obrero de Bailén, concluyó con la oración de la Misericordia, del Papa Francisco y con la exposición del Santo Rostro para ser venerado en su capilla por los fieles que se acercaron hasta Él.