Miembros de Santa María de Torredonjimeno peregrinan, en comunidad, a Santiago
19 agosto de 2022Emprender el camino hacia la tumba del apóstol Santiago, insertándose en la tradición secular, es algo que en sí mismo no necesita de más motivaciones, si bien, en este año de 2022 confluyen una serie de circunstancias que lo justifican de una manera especial: es año jubilar, las limitaciones impuestas por la pandemia comienzan a ceder, la Iglesia Universal se encuentra en pleno desarrollo del proceso sinodal…
Inmersos en este contexto, entre el 23 y 31 de julio pasados 54 feligreses de la Parroquia de Santa María de Torredonjimeno, liderados por nuestro párroco, D. José Antonio Sánchez Ortiz, nos convertimos en peregrinos ilusionados recorriendo seis etapas del denominado camino francés, desde Triacastela con un total de 133 kms.
Sintetizar el cúmulo de vivencias y sentimientos experimentados por cada uno de los peregrinantes es una tarea totalmente inabarcable, no sólo por su número, sino porque cada momento,cada sensación habrá dejado una huella propia e inefable en su interior que difícilmente puede ser transmitida en este breve espacio.
Se dice, no sin razón, que el camino de Santiago es una metáfora de la vida misma, con sus momentos de dificultad y de gozo, de certezas y dudas. En este sentido, el peregrino, entra en contacto con una serie de elementos comunes que lo relacionan directamente con su propia vida y que lo invitan a la reflexión. A ellos me referiré para intentar transmitir de manera global lo vivido por nuestro grupo,desdeel momento de la planificación, hasta su concreción en el camino mismo.
La llamada
Para todo cristiano nada surge de manera espontánea ni casual, sino que es la providencia divina la que guía nuestros pasos, sirviéndose, en ocasiones, de las personas y los acontecimientos. En este sentido, desde que se incorporó a nuestra parroquia, D. José Antonio nos presentó la idea de realizar el Camino, una vez que las condiciones de la pandemia fuesen más favorables.
El proyecto comenzó a tomar forma a finales del mes de enero en una primera sesión informativa en la que se nos ofrecieron los detalles y se abrió el plazo de inscripción. La respuesta fue inmediata y en pocos días el grupo estaba prácticamente conformado.
Podemos decir que en ese momento ya empezamos a caminar, y no lo digo de manera simbólica, sino que realmente muchos empezamos a citarnos para realizar caminatas más o menos duras por el entorno de nuestro pueblo, para ir poniendo a tono el cuerpo y la mente.
Dios ha querido que, dentro de la heterogeneidad del grupo, haya existido, desde el primer momento, un auténtico ambiente de fraternidad que ha favorecido nuevas relaciones, nuevas amistades.
La mochila y el bastón
Dos elementos imprescindibles para cualquier peregrino. En la primera se lleva lo necesario para poder concluir y superar los retos de cada una de las etapas. Pero, junto a estos elementos que nos ayudaban en lo físico, en nuestras mochilas también cargábamos con la ayuda anímica y espiritual del recuerdo, de las personas que habíamos dejado en nuestro pueblo, en nuestras familias, en nuestra parroquia. La misión de presentar ante el apóstol todos sus anhelos, se convertía en el mejor de los bastones en los que apoyarse para recibir ese último empujón cuando parecía que faltaban las fuerzas.
La naturaleza
Una de las múltiples grandezas del camino es el incomparable marco natural por el que discurren sus senderos, que propician el disfrute de paisajes tan distintos a los de nuestra tierra de Jaén. A ello se ha unido el hecho de que las condiciones climáticas para nuestro caminar han sido inmejorables, con amaneceres y mañanas nublados sin lluvias y unas temperaturas suaves en contraste con las de la ola de calor que azotaba nuestras latitudes.
La contemplación, en la frondosidad de los bosques en los que el peregrino se iba adentrando, invitaba ineludiblemente a la alabanza a Dios, en sentido franciscano, por la hermana naturaleza, así como a una reflexión sobre el cuidado de la casa común del que nos habla el Papa Francisco en la encíclica “Laudato Si”.
Las señales. La duda
En no pocos momentos, a pesar de que el camino es frecuentado por miles de personas, el peregrino encamina sus pasos en solitario, contando en todo momento con la seguridad proporcionada por las famosas flechas amarillas, indican el itinerario a seguir. Puede que, por breves momentos, en alguna encrucijada de caminos, surgiera la duda, hasta descubrir en un árbol, en el suelo o en el monolito de granito la indicación adecuada.
En este sentido, nuestro cotidiano vivir está jalonado de momentos de duda e incertidumbre y el cristiano cuenta con la ventaja de que en el lugar más insospechado el Señor nos tiene su mano para seguir hacia delante.
La Conversación. El silencio
Tras el rezo de Laudes, nuestro grupo iniciaba cada día una nueva etapa. Poco a poco el gran grupo se iba disgregando y se propiciaban momentos para la conversación entre los caminantes, unas veces ésta era más distendida y superficial, en otros se podía llegar más al diálogo profundo que favorecía el conocimiento interpersonal.
De repente, casi sin darnos cuenta, el camino nos dejaba en soledad ofreciéndonos una desconexión del mundanal ruido enmarcada en el trinar de los pájaros, el mugir de alguna vaca o simplemente el “buen camino” que nos deseaba aquél con el que nos encontrábamos. Momentos de introspección, de oración personal e íntima que alimentaban las reservas.
En estos momentos se adquiría conciencia de la necesidad de encontrar en nuestra vida cotidiana, aun inmersos en su vorágine, momentos de paz y sosiego que nos ayuden a la oración y el diálogo con el Señor, como medio para conseguir fuerzas para la lucha.
El agradecimiento
En el camino el agradecimiento se concreta de múltiples maneras. Desde las gracias que se le dan a quien te ha prestado ayuda ante una necesidad puntual o simplemente te desea un buen camino, hasta el momento de la eucaristía diaria del peregrino a la que nos uníamos en cada localidad de llegada, sintiéndonos comunidad agradecida al Señor que nos concedía una etapa más. Especial mención merece la misa de un día en la que no nos fue posible celebrarla en la comunidad y tuvo lugar únicamente para nuestro grupo. En ella se dio rienda suelta a los sentimientos profundos y escondidos en el interior de cada uno.
Víctimas de nuestro propio egoísmo, vivimos en la cultura del desagradecimiento, que nos lleva a ver como novedoso algo que, en teoría se debería de convertir en lo habitual: dar gracias a todos y por todo, sabedores de que nuestros logros no serían posibles sin la ayuda de Dios y nuestro prójimo.
El final
Casi sin darnos cuenta, las jornadas iban transcurriendo y llegó el momento culminante: entramos a la Plaza del Obradoiro todos juntos vistiendo una camiseta que nos identificada como grupo y que, de alguna manera, realzaba la emoción por la llegada a la meta, y la importancia de lo conseguido.
Tras la profusión de gozo, lágrimas y abrazos, culminamos la mañana con la misa del peregrino en la catedral y la contemplación del botafumeiro.
Pero, cuando todo parecía que iba a quedar aquí, varias actividades más enriquecieron nuestra llegada: por la tarde de ese mismo día tuvimos una visita guiada al pórtico de la gloria y a las cubiertas de la catedral, donde se nos dio una visión completísima de la obra del maestro Mateo, así como se nos facilitó la contemplación de unas vistas privilegiadas del templo catedralicio y su entorno.
Y como tiene que haber de todo, en la jornada previa a nuestro regreso, viajamos a O Grove donde disfrutamos de un “minicrucero” por la ría de Arosa dando cuenta de una magnífica mariscada.
Y no todo quedó ahí, quedaba la guinda del pastel, pues, gracias a las gestiones de D. José Antonio, el domingo 31, día de nuestro regreso, hicimos parada en la ciudad de León y asistimos a la misa de 12 en su impresionante catedral, en la que nos aguardaba nuestro obispo D. Sebastián, quien en su camino hacia Santiago de Compostela para participar en la PEJ’22 tuvo a bien celebrar la Eucaristía y compartir con nosotros unos breves momentos.
Finis coronat opus: toda obra importante y que merezca la pena ha de encontrar su sentido en un buen final. Qué podemos decir los cristianos, cuando aquello que coronará nuestra vida será el inicio de la que no acaba, mediante encuentro gozoso en los brazos misericordiosos y acogedores del Padre.
El camino
Por todo lo dicho, realizar el camino es una experiencia que marca profundamente y supone un punto de inflexión en la vida del peregrino. A pesar de los momentos vividos en común, cada uno habrá tenido su propia vivencia que influirá en su propio caminar cotidiano, pero lo que sí está claro es que el peregrino se convierte en homo viator en búsqueda permanente. Si en el Camino de Santiago la meta estaba clara, en nuestra propia vida hemos de buscar y encontrar aquello que le dé el más profundo sentido. Una búsqueda que será más llevadera si se realiza a la luz de Dios.
Como indicamos al principio, el hecho de estar en pleno itinerario sinodal, ha condicionado a estos peregrinos de la parroquia de Santa María, enriquecidos con la idea de que somos caminantes de una Iglesia Universal que busca, a través del discernimiento y se interroga sobre sí misma y su esencia, caminando en comunión y participación, con la misión de llevar la luz del Evangelio a todos los rincones.
Comunidad parroquial de Santa María de Torredonjimeno