Leer bien para escribir mejor

5 marzo de 2025

“Aprendí a leer a los cinco años, en la clase del hermano Justiniano, en el Colegio de la Salle, en Cochaba0mba (Bolivia). Es la cosa más0 importante que me ha pasado en la vida. Casi setenta años después recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir las palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio y permitiéndome viajar con el capitán Nemo veinte mil leguas de viaje submarino, luchar junto a d’ Artagnan, Athos, Portos y Aramís contra las intrigas que amenazan a la Reina en los tiempos del sinuoso Richelieu, o arrastrarme por las entrañas de París, convertido en Jean Valjean, con el cuerpo inerte de Marius a cuestas”.

Así, recordando a su viejo profesor, un Hermano de la Salle, comenzaba el discurso de Mario Vargas Llosa en la recepción del Premio Nobel de Literatura de 2010. Y es que antes, y mucho más que ahora, sacerdotes y religiosos en parroquias y colegios, despertaban el interés por la lectura, pues eran grandes lectores y también escribían bien, muy bien. Al ejemplo del escritor peruano añado el de Luis Almarcha, el clérigo de Orihuela que abrió el mundo de la lectura y escritura a Miguel Hernández. A vueltas aquí con la lectura y su importancia; y también ahora con la escritura en el clero.

LEER NO COMO PASATIEMPOS, SINO COMO EJERCICIO DEL PENSAMIENTO. De lo primero, de la lectura, de su importancia en el proceso formativo, ya habló el Papa Francisco en su “Carta sobre la importancia de la Literatura en la educación”, escrita el 17 de julio y publicada el 4 de agosto de 2024; en ella el Pontífice pretende «despertar el amor por la lectura», y, sobre todo, «proponer un cambio radical de ritmo”. Aunque en asuntos de lectura no conviene olvidar lo que Jorge Luis Borges dijera, que: “los verbos leer, amar y soñar no admiten el imperativo”. Y de lo segundo, de la escritura, diré algo de su importancia para quienes en el ministerio sacerdotal y en la tarea pastoral suelen ponerse en manos del oficio de la escritura, ya sea en textos homiléticos, charlas y conferencias o simples notas para retiros, moniciones litúrgicas, etc. Y en los obispos se acentúa su importancia, dada la cada vez más frecuente costumbre de leer las homilías.

            Con el deseo de incentivar el hábito lector propongo algunos de los muy diversos libros que hay sobre tema tan apasionante como necesario: “La palabra” (Editorial Losada, 2002), de Jean Paul Sartre; “Cómo leer y por qué”, (Anagrama, 2000), de Harold Bloom; “La verdad de las mentiras”, (Alfaguara, 2002), de Vargas Llosa; “Sobre literatura” de Umberto Eco; “La experiencia de leer” (Alba editorial, 1999), de C.S. Lewis. Y el “Manifiesto por la lectura” (Siruela, 2023) de Irene Vallejo, autoradeEl infinito en un junco. La invención de los libros en el mundo antiguo” (Siruela2019)

LENGUAJE ESCRITO VERSUS LENGUAJE HABLADO. Mal llegarán a escribir quienes no frecuentan la lectura; y lo hagan no como un simple pasatiempo. Si bien leer no admite el imperativo, para quienes escriben es algo obligatorio. Suelen leerse muchas bagatelas, nimiedades y exabruptos en textos, gran parte de ellos, ahítos de faltas de ortografía, patadas al diccionario y un brutal desconocimiento del lenguaje; y más aún, una común falta de respeto al oyente, si lo que se lee es un texto sin revisar tomado de Internet y que, si procede de un autor latinoamericano, está lleno de “vos” y de “llamado”, expresiones latinas del “tú” y de “vocación”. A la postre, todo un nocturno, irreflexivo e indecente “copy and past”. El buen lenguaje escrito es el que expone un pensamiento más elaborado que el lenguaje oral. Escribir ayuda a pensar, a matizar y a no perderse “por los Cerros de Úbeda”. El lenguaje escrito no es el lenguaje hablado, pese a que la tiranía del WhatsApp nos lo haga creer así.

Y sobre el oficio de escribir, ofrezco estos otros libros:  Escribir y callar” (Siruela, 2010), de Nuria Amat; “Escribir. Manual de técnicas narrativas”, de Enrique Páez” (SM 2001); “Defensa apasionada del idioma español. Llamada para evitar el deterioro de una lengua”, de Alex Grijelmo. (Círculo de Lectores, 1991) “El porvenir de la palabra” de Luis Goytisolo (Taurus, 2002) o “El dardo de la palabra” (Círculo de Lectores, 1997) de Fernando Lázaro Carreter

Y si empezaba con las primeras palabras de Vargas Llosa en su discurso en Estocolmo del 7 de diciembre de 2010, acabo con las ultimas palabras del mismo: “Por eso tenemos que seguir soñando, leyendo y escribiendo, la más eficaz manera que hayamos encontrado de aliviar nuestra condición perecedera, de derrotar a la carcoma del tiempo y de convertir en posible lo imposible”.

Juan Rubio Fernández
Sacerdote, escritor y periodista

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