La Pastoral Penitenciaria reclama que se escuche el «grito de dolor» de las personas privadas de libertad

12 noviembre de 2021

José González, salesiano capellán del Centro Penitenciario de Jaén, demanda, en la Semana de los Pobres, romper la indiferencia ante la realidad de la prisión y ser para ellos rostros de la misericordia divina.

Compromiso con las personas privadas de libertad. El tercero de los días de la Semana de los Pobres en la Diócesis de Jaén se dedicó a la Pastoral Penitenciaria. José González, salesiano capellán del Centro Penitenciario de Jaén, pronunció, en la parroquia de Cristo Rey de la capital, una charla para sensibilizar sobre esta realidad, con el título «Pastoral Penitenciaria, mediadora de la misericordia divina. Misericordia o justicia en prisión». Al inicio de su intervención, reflexionó que «muchos piensan que el mundo lo va a arreglar la justicia, y en verdad solo lo puede cambiar la misericordia». «Es el amor el que puede transformar el mundo», sentenció, para añadir que la Pastoral Penitenciaria es «mediadora de la misericordia divina». Ante la indiferencia de la sociedad, recordó la llamada del papa Francisco a «abrir los ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de dignidad» y a sentirse «provocados a escuchar su grito de auxilio». Señaló que las personas privadas de libertad se encuentran doblemente en las periferias y animó asumir el desafío que supone sembrar esperanza en estos lugares de dolor, a ser, como insta Francisco, «Iglesia en salida». Para ello, apostó por ser mediadores, «humanizando la misericordia en la realidad de cada uno, abriendo horizontes nuevos en vidas rotas, hundidas y fracasadas, y ayunándoles a descubrir cómo Dios los quiere, los perdona y les da una nueva oportunidad». El sacerdote salesiano mostró su preocupación porque «muy pocas veces se hace visible la realidad de la pastoral penitenciaria en las cárceles». «Carece de visibilidad», sentenció.

Asistentes a la charla sobre Pastoral Penitenciaria, programada con motivo de la Semana de los Pobres en la Diócesis de Jaén.

Con el título «La misericordia es para todos» abordó el primero de los bloques de su charla. Recuperó algunas de las reflexiones del papa Francisco en el Jubileo de los Presos, celebrado en 2016, con motivo del Año de la Misericordia. «Vivimos en la sociedad justa y justiciera, que no entiende que la misericordia es para todos. En las cárceles esperan una palabra de esperanza y un horizonte de libertad», compartió. Expuso las dificultades para ver la misericordia de Dios en la cárcel. Entre ellas, las historias de fracasos de los internos, sus carencias afectivas, sus decepciones humanas o el hecho que dentro de la prisión se entienda la misericordia como una debilidad. También compartió que «sin profundidad, sin amor, la humanidad se asfixia», y explicó: «Aunque socialmente hay una demanda de mayor justicia y pocas voces que reclaman segundas oportunidades, si al hombre le quitamos el amor, la misericordia, estamos perdidos».

Símil con la parábola del hijo pródigo
En el segundo de los bloques de la charla, José González utilizó la parábola del hijo pródigo para reflexionar sobre la Pastoral Penitenciaria. Para ello, identificó al hijo menor con las personas privadas de libertad. «Representa a tanta gente que se ha salido de la norma, de la sociedad y que hoy está en prisión. Es el vivo reflejo de mucha gente que encontramos en la cárcel», defendió. El hijo mayor representaría a la sociedad, «que pide justicia, y justicia dura». «Recrimina al padre que sea misericordioso en vez de justo. Representa las voces de los que piden que se endurezcan las leyes, amparados en la consecución de una mayor seguridad para la sociedad», aclaró. Finalmente, identificó al padre misericordioso con quienes apuestan por «las segundas oportunidades, por la justicia restaurativa». Defendió que ese debe ser el papel de la Pastoral Penitenciaria: «No recrimina, no reprocha. No se espera a que le hijo menor llegue y le pida perdón; lo aborda y se adelanta. Es la actitud que debemos tener.

El último de los bloques de la charla se centró en los retos de la Pastoral Penitenciaria. «Debemos ser rostros de la misericordia divina para los hombres y mujeres de la prisión. Debemos hacer también lo posible para que el preso sea misericordia para otros presos, con las dificultades que eso supone», añadió. También dijo la Iglesia debe ser en la prisión como el Buen Pastor. «Debe cargar con la oveja perdida, con sus miedos, sus frustraciones y también sus esperanzas. Desde esta dimensión de la misericordia, somos portadores de libertad. Después de compartir el testimonio de un interno, defendió que «nadie puede vivir sin la certeza de encontrar el perdón». «La historia pasada, aunque lo quisiéramos, no puede ser escrita de nuevo. Es necesario creer en la segundas oportunidades, en la esperanza, en el futuro», concluyó.

En el turno de preguntas, reivindicó para Jaén un piso que pueda acoger a los internos cuando reciben un permiso y planteó la necesidad de comunidades, parroquias, que den acogida una vez que salen en libertad, para continuar el acompañamiento iniciado en la prisión.

Cáritas diocesana de Jaén

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