La diócesis de Jaén da gracias a Dios por los nuevos beatos

21 octubre de 2013
     El pasado sábado, 19 de octubre, tuvo lugar, en la S.I. Catedral de Jaén, la Misa de Acción de Gracias por la Beatificación de los siete mártires jienenses. 
     A las doce de la mañana daba comienzo la Eucaristía que estuvo presidida por el Sr. Obispo de Jaén, D. Ramón del Hoyo López  y concelebrada por D. Antonio Ceballos, Obispo emérito de Cádiz y Ceuta, y multitud de sacerdotes diocesanos. 
     Estuvieron presentes en la celebración entre otros, los miembros de la Comisión pro-beatificación, miembros del Consejo Diocesano de Pastoral, el Alcalde de Jaén y otras autoridades, así como un centenar de fieles y religiosos de la diócesis de Jaén. 
     Al comienzo de la Eucaristía se colocaba, junto al Altar Mayor,  una urna con las reliquias de algunos de los nuevos beatos. 

     Durante su homilía el Sr. Obispo quiso dar gracias a Dios por el don que ha concedió a la Iglesia de Jaén. “¡El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres!. Es un don muy especial el que Dios ha concedido a esta Iglesia de Jaén incrementando la lista de sus Mártires con siete miembros más. Por ello le damos gracias y hacemos presentes a quienes entregaron su vida por Cristo en esta Iglesia”. 
     “Quinientos veintidós mártires del s. XX han subido a los altares el pasado día 13 de este mes, en una solemne ceremonia celebrada en Tarragona, como sabemos. Siete de ellos de la Diócesis de Jaén. Fruto precioso de este Año de la Fe. Celebremos su triunfo con alegría y damos gracias al Señor con el Rey de los Mártires en esta Eucaristía. Sus nombres han resonado ya para siempre en esta Iglesia madre de la Diócesis: Mons. Manuel Basulto Jiménez, Obispo de Jaén; D. Félix Pérez Portela, Vicario General y Deán de la S. I. Catedral; D. Francisco Solís Pedrajas, Párroco y Arcipreste de Mancha Real; D. Francisco López Navarrete, Párroco y Arcipreste de Orcera; D. Manuel Aranda Espejo, joven seminarista de Monte Lope Álvarez; D. José María Poyatos Ruiz, joven de Acción Católica y Adoración Nocturna de Rus; Madre Victoria Valverde González, Religiosa de la Divina Pastora de Martos. Hacemos memoria asimismo de dos Hijas de la Caridad, también martirizadas, y que trabajaron en el Sanatorio de El Neveral. Probablemente viajaban en el mismo tren de Mons. Manuel Basulto y murieron en el mismo lugar, en Vallecas. Otros tres mártires, Padres Trinitarios, estudiaron filosofía en el Seminario, junto al Santuario de Nuestra Señora de la Fuensanta, de Villanueva del Arzobispo Siete Operarios Diocesanos fueron también martirizados habiendo sido superiores de los Seminarios de Baeza y Jaén. Otro Sacerdote Redentorista, predicó una misión popular en Cazalilla. Y una Sierva de María residió por algún tiempo en la casa de Jaén”, continuaba.  
      Monseñor del Hoyo quiso destacar, además, la entrega del Obispo, D. Manuel Basulto. “Merece que destaquemos la entrega de nuestro Obispo mártir, D. Manuel Basulto Jiménez. Como el Buen Pastor dio la vida por sus ovejas (cf. Jn 10,11). Llegó a Jaén no a ser servido sino a servir y se hizo grano de trigo molido para todos. Anunció la verdad y murió por ella. Caminó hacia el martirio con su anillo de pastor, llevando a esta Iglesia, su esposa, para presentarla en aquellas difíciles circunstancias ante su esposo Jesucristo. Su martirio fue la última misa por su pueblo, agradable a Dios, sin duda, como ninguna otra. Por estas naves comenzó su introito preparatorio que culminó a la salida de aquel tren que le condujo a la plenitud de su última eucaristía. Su bendición final fue uno a uno a quienes iban a morir. Dichoso final de la vida de nuestro Pastor, mártir ya para siempre”. 
     Igualmente, hizo hincapié en la fidelidad del Vicario General, D. Félix Pérez Portela. “Dado que tendremos celebraciones concretas por cada uno de los demás mártires quisiera también destacar en esta Eucaristía la fidelidad de su Vicario General y Deán de esta Catedral: D. Félix Pérez Portela. Si la vida del sacerdote es un servicio incondicional de amor por sus fieles, D. Félix lo manifestó en la persona de su Obispo en aquellas difíciles circunstancias. Pudo hacerlo pero se negó a dejarle solo. Su gesto de amor le honra y habla por sí solo de su grandeza. Un amor a lo grande, al estilo de Dios, de quien se olvida de sí mismo y se entrega por completo al otro. No pudo con él el desaliento o el miedo, por eso su memoria permanecerá también entre nosotros para siempre, unida a nuestro obispo mártir. ¡Una pena desconocer dónde reposan sus reliquias, para haberlas situado junto a su Pastor!”. 
     La celebración finalizaba con la bendición del Sr. Obispo con el Santo Rostro. 
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